Probablemente los “escépticos” más distinguidos de la cultura científica contemporánea serían reconocidos en el mundo antiguo como filósofos dogmáticos. Para poner algunos ejemplos de sobra conocidos, Carl Sagan, Richard Dawkins, o James Randi son escépticos con respecto a la astrología, el creacionismo o la parapsicología, pero ninguno ha cuestionado nunca la capacidad de la ciencia natural para alcanzar juicios (“dogmas” en el sentido originario) verdaderos. Bien al contrario, son justo estos “dogmas” y teorías los que les permiten desmarcarse rigurosamente de las opiniones pseudocientíficas.Por una serie de derivaciones históricas y filosóficas que exceden el contenido de este libro, la Iglesia católica realizó una traducción muy libre del término griego dogma. Para la Iglesia, dogma identifica aquellos postulados que deben ser creídos sólo porque así lo ordena la autoridad eclesiástica. Por tanto, jamás deben ser sometidos a debate, a examen, a demostración empírica o a cualquier variante de pensamiento racional. Dogma, para la Iglesia, es una verdad absoluta revelada por Dios que no es susceptible de ser discutida. A partir de aquí, el adjetivo dogmático adquiere connotaciones -al menos par la población con escasos conocimientos de filosofía- relacionadas con la superstición, la intransigencia, religión, irracionalidad, autoritarismo e, incluso, pedantería. Como antónimos de dogmático o dogmatismo tenemos flexibilidad, escéptico, sencillo e incluso racional o científico.
La intolerancia de los teólogos contra las supersticiones aumentó dramáticamente a partir del siglo XVI, sobre todo a causa de la reforma protestante, asfaltándose el camino hacia lo que mas tarde se llamaría “secularización” y “desencantamiento”. Con su insistencia en una sociedad racionalmente organizada, basada en una piedad austera y menos sacramental, la cultura reformada fué haciéndose cada vez más intransigente contra las formas consideradas “entusiastas” e irracionales de religiosidad (de ahí que las más histéricas cazas de brujas prendieran preferentemente en los países protestantes del norte, mucho más intolerantes con la irracionalidad que los católicos). Como explica Charles Taylor, y en su momento se lamentaban los críticos católicos, el “deísmo providencial” protestante contribuyó (aunque no de forma intencional) al desarrolló del racionalismo, del naturalismo y aún de la impiedad, en mayor medida quizás que los naturalistas griegos, vindicados a partir del renacimiento, y aún más que el desarrollo de la misma ciencia moderna experimental con su promesa de ir plus ultra de la ciencia y mentalidad medievales.¿Qué posibilidad se le deja a Dios, dueño de los astros y de los hombres, para juzgar los actos humanos, sometidos a la fatalidad astral? “No son las estrellas -dirán, quizás- quienes deciden a su arbitrio tales acontecimientos, con el poder recibido, naturalmente, el Dios supremo, ellas no hacen más que cumplir puntualmente las órdenes divinas al tomar esas fatales determinaciones.” En este caso ¿habrá que atribuir al mismo Dios lo que nos pareció indigno de la voluntad de las estrellas? (…) Concedamos que no hablan con propiedad y que deberían tomar de los filósofos su lenguaje a la hora de predecir lo que creen encontrar en las posiciones astrales: ¿Qué es lo que sucede, que nunca han podido explicar por qué en la vida de los mellizos hay tal diversidad en sus actos y sus resultados, en sus habilidades, en los honores recibidos y demás circunstancias de la vida humana, incluso en la misma muerte, hasta el punto de que se encuentran casos mucho más parecidos en este aspecto entre extraños que entre los mismos gemelos, separados al nacer por un insignificante espacio de tiempo, y concebidos los dos en un mismo instante, por un sólo acto de sus padres?
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Operación 1 (el cubito que se derrite): imaginemos un cubito de hielo y pensemos cómo se puede derretir en las próximas dos horas, mientras juagamos un par de rondas de póquer con los amigos. Intentemos imaginar la forma del charco resultante.Operación 2 (¿de dónde salió el agua?): imaginemos un charco de agua en el suelo. A continuación, intentemos reconstruir en nuestra mente la forma del cubito de hielo que en cierto momento pudo ser. Pensemos que es posible que el charco no proceda de un cubito de hielo.La segunda operación es más difícil. (…)
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Descartes |
Sin embargo, aun aceptando todo esto hay algo que es necesariamente, y esto que sigue siendo —en una vida/sueño apoyada sobre sentidos falibles y expuesta a espíritus engañadores— es el sujeto concreto, el «yo». No puedo dudar de que yo dudo. Ahora bien, yo no soy simplemente una cosa que existe: en el ego hay ante todo pensamiento. No diremos entonces «soy, luego existo», sino «pienso, luego existo». He ahí la unidad de la inteligencia y lo real, presentada en su esquemática desnudez. El hypokeímenon o sujeto aristotélico, lo que servía de apoyo a cualesquiera determinaciones, es precisamente un pensante individual y finito, un cogito.a) En primer lugar, la extrañeza de lo sensible, donde se percibe un marcado contraste con Aristóteles. Los sentidos no sólo pueden sino que tienden a inducirnos a error, y cualquier dato proveniente de ellos carece de certeza absoluta. En realidad, no vemos lo que miramos, porque «ver» en sentido estricto debe reducirse a construir en la mente (como sucede con la suma de 2 y 2), y lo empírico nos llega dado, hecho ya.
b) En segundo lugar, si bien podemos distinguir al durmiente del despierto, es imposible distinguir la vigilia del sueño. La misma idea inquietante anima una famosa obra de Calderón, y Descartes sólo encuentra como remedio a su incertidumbre el hecho de que (despiertos o soñando) los ángulos de un triángulo suman dos rectos siempre, por ejemplo.
c) Puede por último, haber un genio maligno, un demonio inteligente que haga vacilar incluso esas certezas, y que se complazca engañándonos, haciéndonos creer que las cosas son cognoscibles, o que hay existencia en general.
Esta operación de hallar una certeza absoluta ha suscitado —junto con la síntesis buscada— la cuestión del solipsismo (reclusión en nuestro interior), que ya no abandonará la filosofía hasta nuestros días. La forma de esquivar tal reclusión parece sencilla afirmando que lo que realmente sucede dentro de cada uno son ideas, pues si bien el mundo puede no existir, es indiscutible que poseemos ideas sobre un mundo. Con todo, el propio planteamiento de la duda metódica y el ego determina una decisiva transformación en las ideas. Recordaremos que en Platón eran géneros eternos y autosubsistentes —determinaciones puras— hacia las cuales se elevaba la inteligencia a partir de lo sensible, y que el demiurgo del Timeo (como los dioses del Fedro) producían el mundo «contemplándolas», por ser ellas anteriores y superiores a todo lo demás. Con Descartes, en cambio, las ideas son modos del cogito, «representaciones» mías. Los cuerpos —y aquí aparece la tesis «moderna»— no nos son conocidos por la sensación, porque entre ellos y nuestra mente se interpone la estructura de la mente misma. En apoyo de esto dice Descartes que a veces nos duele un miembro hace largo tiempo amputado, y que la certeza de poseer un cuerpo es siempre algo posterior a la certeza de pensar.«Por pensar entiendo todo lo que sucede dentro de nosotros con la participación de nuestra conciencia, siempre y cuando seamos conscientes de ello; por tanto, también la voluntad, las representaciones y las sensaciones son lo mismo que el pensamiento».
La alquimia, ¿ciencia o conciencia?Kuhn establece en su libro La estructura de las revoluciones científicas que el deber del historiador de la ciencia es en primer lugar establecer por quién y cuándo se descubrió un hecho o teoría científica actual y distinguir el “conjunto de errores, mitos y supersticiones que impidieron una acumulación más rápida de los componentes del caudal científico moderno”. ¿Pertenece el estudio de la alquimia a esta segunda labor? ¿Fue la alquimia un impedimento para el avance científico?En aquel campo sobre todo, las opiniones de los doctos contrastaban con las del vulgo. El mago era a un tiempo aborrecido y reverenciado por el común rebaño que le atribuía poderes inmensos. El universo llamado mágico se hallaba constituido de atracciones y repulsas que obedecían a unas leyes aún desconocidas, pero no necesariamente impenetrables para el entendimiento humano. […] El gran mérito de la magia y de la alquimia, su hija, era el postular la unidad de la materia, hasta tal punto que algunos filósofos del alambique habían creído poder asimilar ésta a la luz y al rayo. […] En cierto sentido, todo era magia.
Y es que la alquimia era eminentemente experimental, se basaba en la observación de la naturaleza y se dirimía con el ejercicio de la Razón. Como vemos, compartía las bases del método científico. Y para ir desarrollándose se apoyaba en la lectura de otras obras alquímicas, que fueron perdiendo su oscurantismo con la expansión que trajo la imprenta. En definitiva, ya en la Edad Moderna los propios alquimistas luchaban contra la imagen del alquimista obsesionado por el oro, la cual tiempo después los escritores románticos potenciarían creando el tópico, el que ha llegado reforzado hasta nuestros días.Con razón el grabado ha sido calificado como uno de los más bellos de la obra, por la serenidad que produce la escena de una noche clara, con el alquimista provisto de bastón, lentes y linterna, siguiendo los pasos de una mujer […]. Esta figura es una alegoría de la Naturaleza, que debe ser una guía del sabio, a la que aluden el bastón, los lentes y la linterna simbolizando la razón, la experiencia y la lectura.
Los iatroquímicos dejaron atrás también las oscuras expresiones y el misticismo propio de la alquimia más esotérica. Sin embargo continuaron dividiendo el mundo en los cuatro elementos aristotélicos, a los cuales se les añadió la Quinta Esencia, cuya búsqueda por otro lado acabó desarrollando la técnica de la destilación.Gastar tiempo en hacer oro viene a ser lo mismo que trabajar en la oscuridad y yo encuentro que la Alquimia es un arte sin arte, que comienza en la mentira, termina en la pobreza y su fin es mendigar.
También en el Quijote aparecen menciones a las panaceas curativas o aguas de virtud, por no hablar del bálsamo milagroso de Fierabrás, licor por el cual hasta Sancho renunciaría a su ínsula, capaz de dotar de inmortalidad a quien lo bebiera; compuesto de romero, aceite, sal y vino. Por supuesto, también recurre Cervantes a la alquimia (y sus procesos, desvelando un conocimiento particular de los mismos) como recurso literario con el que construir descripciones, metáforas y alegorías de multitud de situaciones y objetos.Debió de venir a manos de quien no supo conocer ni estimar su valor y, sin saber lo que hacía, viéndola de oro purísimo, debió de fundir la mitad para aprovecharse del precio, y de la otra mitad hizo esta que parece bacía de barbero, como tú dices. Pero sea lo que fuere, que para mí que la conozco no hace al caso su transmutación, que yo la aderezaré en el primer lugar donde haya herrero.
En el plano de las ideas, este Zenón aún marcado por la escolástica y que reacciona contra ella, a medio camino entre el dinamismo subversivo de los alquimistas y la filosofía mecanicista que iba a tener para ella el inmediato porvenir, entre el hermetismo que coloca a un Dios latente en el interior de las cosas y un ateísmo que apenas osa decir su nombre, entre el empirismo materialista del práctico y la imaginación casi visionaria del alumno de los cabalistas, se apoya igualmente en auténticos filósofos y hombres de ciencia de su época.
La más rabiosa actualidad rema a favor de un autor cuya lectura y difusión se ha revitalizado en los últimos tiempos. Me estoy refiriendo a H.D. Thoreau, un pensador norteamericano del que se hablaba muy poquito hace unos años, pero cuyas obras están experimentando un auténtico renacimiento, pues son varias las ediciones que están viendo la luz en poco tiempo. El motivo fundamental, quizás: los diferentes movimientos de desobedencia civil y crítica al estado, que han convertido a Thoreau en uno de sus inspiradores. Fenómeno tan curioso como la indiferencia del mundo académico hacia su figura: aunque la memoria es quebradiza, no recuerdo que su nombre saliera en las clases de licenciatura. Algo que tampoco es difícil de entender después de haberme acercado a alguno de sus textos, empujado principalmente por la curiosidad, el eco social y la efervescencia editorial. Así que hoy quisiera recomendar la lectura de la que pasa por ser la más importante de ellas: Walden.
Walden no es una novela, pero tampoco es un ensayo. Llamarlo autobiografía sería exagerado: recoge tan solo dos años de la vida de su autor. Conclusión: estamos ante un texto verdaderamente extraño, que mezcla lo autobiográfico con consideraciones de tipo cultural, político, económico y filosófico. Las circunstancias en las que fue redactado son bien conocidas: el autor se fue a vivir a una cabaña en el bosque durante dos años, aislándose así de la sociedad y tratando de llevar una vida sencilla, entregada a las necesidades más elementales y al disfrute de la naturaleza. La experiencia despertó tanta curiosidad en su tiempo, que Thoreau se animó a escribir esta obra, en la que mezcla a partes iguales sus vivencias durante aquellos dos años de soledad y reflexiones de todo tipo que le asaltaban a cada momento. Con estas leves pinceladas es fácil imaginar qué nos ofrece Thoreau al menos en lo filosófico: encendida defensa de la vida natural, alejada de los lujos y las sofisticaciones, y una exaltación de la naturaleza, a la par que una crítica de la sociedad y la cultura de su tiempo.
La lectura de Walden hoy oscila entre la sonrisa y la interrogación. La sonrisa viene provocada por la ingenuidad, quizás pretendida, que destilan algunos de sus párrafos. Nos presenta una naturaleza idílica, capaz de proveernos de todo cuanto necesitamos, y cuestionando muy seriamente algunos de los rasgos que la sociedad de su tiempo, y la de hoy, llamarían “progreso”. Una vuelta al entorno que, por otro lado, resulta hoy imposible. Una crítica que a menudo se extiende hacia estas iniciativas naturalistas: ¿serían sostenibles y aplicables para una mayoría significativa de la población mundial? No obstante, esto no impide que surja permanentemente la interrogación: ¿tendría el suficiente valor el lector correspondiente para seguir los pasos de Thoreau? No es su libro un manual de supervivencia o una guía para adaptarse al bosque, pero sí un testimonio vivo de que, al margen de que sean generalizables o no, es posible vivir de otra manera, romper que obligaciones sociales, culturales y económicas y dejar que la sencillez sea la marca permanente de nuestro tiempo. Y ahí dónde la obra de Thoreau adquiere también una dimensión claramente filosófica, si de alguna forma entendemos que esta va inseparablemente unida a la vida.
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Monument en memòria de Benjamin a Pot Bou |
Breve biografía
Walter Benjamin nació en Berlín en 1892, en cuya universidad estudió, así como en las de Friburgo y Berna, donde se doctoró con una tesis sobre el romanticismo alemán.
A su vuelta a Berlín y una vez truncada su carrera académica, trabajó como crítico literario y traductor. Influido por Bloch y Luckács, asumió posturas marxistas.
Desde 1933 vivió exiliado en París, adonde se había mudado ante el empuje del nazismo en Alemania. Huyó de la ciudad a mediados de junio de 1940.
Se trasladó a España con idea de embarcar hacia EE UU. En Portbou, se suicidó con morfina. Un monumento recuerda su paso por la localidad gerundense.
La primera parte de la Obra de los pasajes es el séptimo de los 11 volúmenes de las obras completas, cuya edición está llevando a cabo Abada a partir de la publicada en Alemania por la prestigiosa Suhrkamp Verlag, en edición de Rolf Tiedemann y Hermann Schweppenhäuser (con la colaboración de Theodor W. Adorno y Gerhom Scholem).
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La balena franca, o balena dels vascos |
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Albert Einstein |
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Blaise Pascal |
Puede que desde el inicio de los tiempos haya ocurrido esto: hablar de violencia es hablar de cambio social. No importa un país u otro, ni el grado de desarrollo económico, social, político, educativo o cultural. Lo acabamos de vivir prácticamente retransmitido por televisión: la paralización de la construcción de un bulevar como consecuencia de varios días de enfrentamientos con la policía. Una vez iniciada la contienda, hubiera importado bien poco que las movilizaciones llegaran a buen puerto o no. Su triunfo temporal son fruto de la violencia callejera, en la misma medida que la continuación de las obras hubiera sido una muestra de la victoria de la violencia “oficial”, aquella que en un estado democrático se considera “legítima” (y pongámosle todas las comillas que queramos). Por si esto fuera poco, es frecuente que el conflicto no se desate pero precisamente por el miedo a las posibles consecuencias: la democracia no elimina la coacción de la sociedad, sino que la convierte en uno de sus pilares. Los individuos han de saber bien qué pueden o qué no pueden hacer, ateniéndose a las posibles consecuencias de sus acciones. De forma que hay una aparente estabilidad y equilibrio que esconde diversas situaciones de opresión o de injusticia. Todo se puede tapar bajo la manta del miedo.
Es esta una discusión que se ha planteado en clase más de una vez: ¿Es la violencia la única forma de lograr un cambio social o existen alternativas? Y es curioso que en esta pregunta suelen ponerse de acuerdo aquellos alumnos que se identifican con las ideologías extremistas. Hace ya algunos años había en clase quienes hablaban de la necesidad de “limpiar” la sociedad, y pensaban que había que adoptar medidas “duras”, incluso por parte de la población. Y también he compartido aula y charlas al respecto con alumnos convencidos de que la auténtica revolución de la clase trabajadora llegará el día que las acciones violentas se generalicen. Con el tono de broma que emana de una cierta impotencia, he escuchado más de una vez que clase que “esto se solucionaría solo a base de bombas”. Actitudes todas ellas que son minoritarias, pero que en según qué épocas van ganando una mayor adhesión. Este tiempo nuestro en el que las cosas se están poniendo difíciles es sin duda un buen semillero para que los partidarios de la violencia ganen adeptos. El paro, la miseria y el hambre comparten portadas con la corrupción política, el mangoneo y, sobre todo, con la pérdida de sentido de las instituciones que dicen representarnos.
El reciente caso de Gamonal tiene un hecho diferenciador: parece que la violencia ha recibido las bendiciones del poder público. Viendo las cosas desde el punto de vista de muchos vecinos, estarán ahora mismo contentos de que su reivindicación haya logrado sus objetivos. Sin embargo, más de uno y más de dos se sentirán abochornados por las imágenes del vandalismo, los altercados callejeros y los disturbios generalizados que se han podido ver en la última semana. Tanto es así, que ante el “contagio” de la violencia la plataforma vecinal se disolvió, desmarcándose de todas las actuaciones violentas que se estaban viviendo. Con todo, el dilema está totalmente planteado y es ineludible: ¿es consciente esta plataforma vecinal de que sin violencia sus reivindicaciones no hubieran sido atendidas por el ayuntamiento? Sería necesario analizar con serenidad cómo llega a instaurarse la violencia como el principal de los argumentos a esgrimir dentro de la discusión pública. Si la responsabilidad última recae en un ayuntamiento que no escucha a sus vecinos, o también en la cerrazón de los vecinos que por los motivos que fuera se niegan a atender a cambios en el barrio. La pregunta insoslayable que debieran plantearse unos y otros: ¿hubiera sido posible solucionar el conflicto sin utilizar la violencia? La respuesta pase quizás por cambios políticos y sociales. Ambos bandos deberían tener muy claro quién ha ganado en esta contienda: aquellos que entienden que la violencia es la única forma de cambiar la sociedad. Habrá que estar al tanto de los próximos meses, quizás terminemos dándoles la razón.
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El Roto |
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Avempace |
Joao Fazenda |
Joao Fazenda |
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Cilindro |
El primer que vull expressar és l’agraïment per la vostra participació. Aquest bloc es troba en un estat una mica agònic per la poca participació i, per tant, la vostra iniciativa té un valor que potser encara no copseu… No ens posem sentimentals i anem per feina:
- Meriem: veig al teu article un posicionament que em resulta una mica contradictori; per una banda sembla que reconeixes que el vel és adoptat no sempre de forma plenament lliure, però immediatament ataques als francesos per prohibir-lo… En què quedem? Defensem la llibertat amb totes les conseqüències (incloent-hi el dret a no ser educada de forma que hom pensi que el hiyab ha de ser obligatori) o només critiquem la falta de llibertat a un altre estat? Pensem de forma concreta a la nostra concreta situació i decidim si hem adoptat el hiyab de forma lliure ara i aquí, no fugim a un altre estat per criticar…
- Giuliana: quan llegeixo la teva resposta tinc una mica de por… em fan por les defenses de la llibertat que només es produeixen per defensar la llibertat d’autoesclavitzar-se. La llibertat és una situació que es produeix quan hom té dret a decidir quina opció creu que és la millor. Però si una noia ha estat educada de manera que creu que només hi ha una opció correcta… aquesta noia és realment lliure? Ho sento, però em prenc el tema de la llibertat massa seriosament i, tot i que estic acostumat, no m’agrada que la religió (sigui quina sigui…) amagui les seves intencions (tant sovint repressores) emparant-se sota la llibertat.
- Youssef: crec que la teva argumentació és ingènua; qüestiones la perdurabilitat dels costums en circumstàncies adverses però oblides que els costums tenen un podem immens sobre la conducta humana… Els costums ens proporcionen una guia de conducta i, per tant, ens resolen una enorme quantitat de problemes; els éssers humans som animals socials i fem el que sigui per tal d’adaptar-nos al medi social i, ens agradi o no, seguir un costum és una forma força eficaç d’adaptació. Pensar que qualsevol adepte a qualsevol religió ha de tenir, obligatòriament, un coneixement dels fonaments de les seves creences em resulta ingenu i, a la vegada, esperançador: el dia que les religions siguin estrictes pel que fa al coneixement de la doctrina, entraran en crisi per falta de clientela…
Francament, crec que el tema del hiyab s’hauria d’encarar sense hipocresies: tinc el convenciment que la majoria de les noies que el porten ho fan per obligació o, de forma més subtil, per què han estat educades per pensar que el correcte és amagar els seus cabells. En aquest sentit, crec que és hipòcrita (o ingenu) apel·lar a la llibertat.
D’altra banda, encara no he trobat una resposta satisfactòria a la següent qüestió: si l’ésser humà és obra de la creació de Déu, per què ens ha d’avergonyir mostrar una part, sigui quina sigui, d’aquesta creació? Si Déu ens ha donat cabells, per què s’han d’amagar?
I de forma més punyent: com és que a Déu només li resulta ofensiu el cabell femení? Com és que no trobem limitacions pel que fa als cabells masculins?
Aquesta obsessió exclusiva per la femineïtat em resulta com a mínim sospitosa… i, si m’ho penso amb atenció, una mica perversa.