Actuar bien o mal depende de cada uno, depende de cómo vea la situación y de cómo quiera desarrollarla. Es por eso que creo que el ser humano no se deja llevar por un instinto natural, sólo actúa como le parezca bien.
Cuando nacemos y somos pequeños no sabemos exactamente qué es el bien y qué el mal porque nadie nos lo ha enseñado y no lo hemos experimentado antes. A medida que vamos creciendo nuestros padres nos van enseñando valores éticos correctos y a saber diferenciar lo bueno de lo malo. Ellos nos corrigen pequeños detalles y nos guían hacia el camino correcto. Sin embargo, a pesar de recibir una educación muy buena, al relacionarnos con otras personas e interactuar con ellas, inconscientemente tomamos una forma de pensar y actuar única, que tal vez en un futuro contraste con las enseñanzas educadas en un principio.
Por ejemplo, dos hermanos son educados de la misma forma por sus propios padres. Todo iba bien hasta que empezaron la ESO; uno siguió estudiando y obteniendo buenas notas y el otro cambió para mal. Dejó de ser quien realmente era y sus notas bajaron hasta tal punto de repetir curso. El que siguió estudiando tuvo éxito en la vida y el otro se ganó la vida como pudo. La pregunta es: ¿cómo es posible que cada uno haya acabado con un futuro distinto al del otro, aun habiendo recibido la misma educación? Eso es porque, aunque sepan lo que está bien y lo que está mal, ya son capaces de actuar como ellos quieran, puesto que son los responsables de sus actos.
En conclusión, en el ser humano no hay un instinto natural hacia el bien o hacia el mal, simplemente actúa de una manera u otra porque así lo prefiere.