El ser humano es capaz de llegar a ambos extremos. Es capaz de los mayores actos de bondad, pero también de las más grandes atrocidades de la historia.
Somos una especie que tiende a la autodestrucción, que ha provocado una cantidad ingente de guerras (entre ellas dos mundiales), que ha esclavizado a miembros de su misma especie por el color de su piel, que está matando al planeta en el que vive y buscando otro para reemplazarlo y que está desarrollando armamento nuclear aún sabiendo que, de ser utilizado, la Tierra quedaría inhabitable.
Sin embargo, existen personas que dedican su vida a los que más lo necesitan, que no toleran la injusticia y que luchan pacíficamente por sus derechos. También somos capaces de unirnos para reconstruir una ciudad devastada por un terremoto y de ayudar a otros sin esperar nada a cambio. Tenemos sentimientos como el perdón, la empatía, la generosidad…
¿Qué nos lleva a actuar de una forma u otra? En mi opinión el ser humano posee ambos instintos, hacia el bien y hacia el mal. Desde niños nos inculcan una serie de valores y aprendemos a distinguir lo que es correcto de lo que no, pero es algo subjetivo. Por ejemplo, si una araña se come una mosca, otra araña lo vería como algo bueno pero, desde el punto de vista de otra mosca, la araña sería una malvada asesina.
Entonces, ¿cómo distinguimos el bien del mal? No podemos. Pero sí que podemos hacerle caso a nuestro instinto, ya que solemos intuir cuándo estamos haciendo el bien y cuándo el mal.
En conclusión, creo que el ser humano tiene instinto tanto hacia el bien como hacia el mal y, por lo tanto, todo se reduce a las elecciones que tomamos. Podemos escoger hacer el bien, pero también el mal.