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La declaración, que puede consultarse en la página web del CVC o en el enlace sobre estas líneas, define los cinco neuroderechos de la siguiente forma:
Privacidad mental: “Cualquier Neurodata obtenido de la medición de la actividad neuronal debe mantenerse en privado. Si se almacena, debe existir el derecho a que se elimine a petición del sujeto. La venta, la transferencia comercial y el uso de datos neuronales deben estar estrictamente regulados”.
Identidad personal: “Se deben desarrollar límites para prohibir que la tecnología interrumpa el sentido de uno mismo. Cuando la neurotecnología conecta a las personas con redes digitales, podría desdibujar la línea entre la conciencia de una persona y los insumos tecnológicos externos”.
Libre albedrío: “Las personas deben tener el control final sobre su propia toma de decisiones, sin manipulación desconocida de neurotecnologías externas”.
Acceso justo al aumento mental: “Deberían establecerse directrices tanto a nivel internacional como nacional que regulen el uso de las neurotecnologías de mejora mental. Estas directrices deben basarse en el principio de justicia y garantizar la igualdad de acceso”.
Protección contra el sesgo: “Las contramedidas para combatir el sesgo deberían ser la norma para los algoritmos en neurotecnología. El diseño del algoritmo debe incluir aportes de grupos de usuarios para abordar de manera fundamental el sesgo”.
Laura Martínez, El cerebro también tiene derechos ..., eldiario.es 24/02/2023
Hay una parte del mundo, la nuestra, donde no tanto el poder sino la propia sensibilidad del individuo genera un orden despótico y una reescritura de la realidad. Lo novedoso, en las sociedades democráticas estables, es que ya no se lucha de manera violenta e incluso sangrienta para cambiar una realidad impuesta a los sujetos —como en otros tantos puntos del planeta—, sino que se borra esa realidad y se la resetea y reformula para adecuarla a una blanda sensibilidad indignada. Todo lo que no encaja con esa hipersensibilidad de la ofensa vestida de exigencia moral es denunciado, perseguido, hecho desaparecer, cancelado.
Actualmente, la sentimentalidad sustituye al andamiaje teórico, no se busca un cambio social sino un resarcimiento de la identidad herida. No se pretende modificar la realidad, sino inventarla, corregirla también retrospectivamente, y forzar el asentimiento público y legal de esa depuración: la nueva normalidad como psicosis colectiva de la corrección política.
La cultura woke realiza la siguiente traslación: me siento ofendido, luego hay una verdadera ofensa (salto del sentimiento a la objetividad), toda disensión es una muestra de odio (se rechaza la argumentación), luego quienes así me ofenden merecen ser cancelados (yo no odio, reparo la injusticia, se dice el cancelador).
Asistimos a una omnipotencia del deseo que borra a quien no demuestra la corrección requerida, y, por otro lado, a una manipulación de la culpa. Nunca podremos estar a la altura de quien pertenece a un colectivo oprimido —o intenta mostrarse como tal—, su herencia de humillación hace que cualquier palabra pueda reabrir la herida, no cabe hablar, razonar, sino solidarizarse con su opresión, hacernos perdonar el pertenecer al grupo de los opresores.
Además de los dramas personales que pueden sufrir los “cancelados”, me parece importante señalar una consecuencia sustancial: la cultura cancelada, y, más allá de ello, la cultura falseada. Todos aquellos libros y películas que dejan de recomendarse porque contienen elementos ahora prohibidos. Y aún más: por ejemplo, no solo HBO quita de su catálogo Lo que el viento se llevó, sino que, traicionando la historia, elige una actriz negra como Ana Bolena en su miniserie del mismo título, similar afán el de Garth Davis en su filme María Magdalena al convertir a San Pedro en un hombre de color. ¿Es ese el camino efectivo para superar el racismo? Y ante cualquier otra incorrección, ¿ocultaremos obras artísticas?, ¿resucitaremos el índice de libros prohibidos o solo reescribiremos algunos párrafos? ¿Por qué no la contextualización crítica en vez de la censura?
Lo real no importa, es imperfecto, mi deseo debe imponerse —piensa el nuevo narciso censor—. Cambiamos el pasado, los cuerpos, la naturaleza. El sentimiento genera derechos, leyes, realidad. Ese es el trasfondo de lo woke, inscrito en lo que Michel Foucault denominó el “régimen de verdad” —o de ficción— de nuestra época.
Estamos perdiendo la realidad, la historia, y convirtiendo la cultura en un cuento para niños temerosos y malcriados que no soportan el menor rasguño, pero pueden empujar a la nada a quienes no comparten su visión.
Debemos prepararnos para sobrevivir a los puñales envueltos entre algodones.
Rosa María Rodríguez Magda, Sobrevivir a la cultura de la cancelación, El País 04/02/2023
Una duda muy razonable es la de pensar si alguna vez los robots llegarán realmente a pensar y sentir como los humanos. Hace unas semanas hablábamos de la habitación china, el experimento mental con el que John Searle quería demostrar que una máquina no puede desarrollar nada parecido a la conciencia. Un algoritmo no es equivalente al pensamiento consciente, y el hecho de que un programa maneje símbolos no significa que comprenda lo que está haciendo.
Lo vemos con ChatGPT: es una herramienta que funciona mejor que otras similares, pero ni piensa ni sabe lo que dice. Solo está bien programada para preparar textos, igual que la Roomba está más o menos bien programada para pasearse por casa y tropezar con los muebles. Del mismo modo, si un robot dice “ay” cuando le pego, eso no quiere decir que sienta dolor, sino que está diseñado para dar una respuesta apropiada a una acción concreta.
El filósofo Daniel Dennett se muestra más optimista que Searle (o pesimista, si acabamos de leer Tik-Tok). En su libro La conciencia explicada, Dennett se pregunta si se puede considerar que una serie de funciones llevadas a cabo por chips de silicio son algo similar a una experiencia consciente. El filósofo responde que es igual de difícil imaginar lo mismo acerca de las interacciones electroquímicas de las neuronas: en ambos casos estamos hablando de sistemas complejos que procesan información. Es decir, el pensamiento de una inteligencia artificial avanzada y el de un humano serían formas de conciencia similares, aunque su origen sea distinto.
Otros filósofos, como David Chalmers, consideran que la conciencia no se puede explicar solo a partir de procesos físicos. Este filósofo australiano ha defendido este planteamiento desarrollando la idea de los “zombis filosóficos”. Chalmers imagina una persona exactamente igual que cualquiera de nosotros, con respuestas y comportamientos similares. Incluso parece que piense y nos asegura que está triste o contento, según el caso. Pero lo hace sin ser consciente de verdad, como un zombi (o como un robot programado para comportarse así). En su opinión, esta idea respalda la noción de que la conciencia es algo más que un conjunto de neuronas... O que un conjunto de chips.
Para Dennett, la idea de los zombis no se sostiene, ya que la conciencia depende solo de procesos físicos. No podemos pensar en el dolor o en la alegría, por ejemplo, sin un cerebro y un sistema nervioso que funcionen de forma correcta.
Jaime Rubio Hancock, ¿Sueña el presidente ovejas eléctricas?, Filosofía inútil 01/02/2023
Solemos tomarnos por personas muy racionales que examinan argumentos de forma concienzuda y que después toman una decisión lo más objetiva posible. Pero no suele funcionar así: nuestras opciones son intuitivas, emocionales y sesgadas.
Como escribe el ensayista Michael Shermer en The Believing Brain, no evaluamos de modo racional las posiciones de un candidato o de un partido político, sino que tenemos una reacción emocional e instintiva a datos conflictivos: si estas posiciones encajan con nuestras ideas previas, las aceptamos de forma acrítica; si no encajan, las rechazamos de forma instintiva. Nos convertimos así en víctimas del sesgo de confirmación, del que ya hemos hablado alguna vez: los datos que apoyan nuestras ideas previas nos parecen relevantes y convincentes, pero somos escépticos con aquellos que las contradicen.
Lo hacemos guiados más por las emociones que por una supuesta evaluación punto a punto de los argumentos. Como decía David Hume hace 250 años, la razón nos sirve para identificar las distintas ideas, pero es la emoción la que motiva la acción, la que nos lleva a tomar una decisión o a apoyar una de esas ideas y no otras.
Al final, tendemos a unirnos a “equipos políticos que comparten narrativas morales”, escribe el psicólogo Jonathan Haidt en La mente de los justos. Y el hecho de que seamos de izquierdas o de derechas, muchas veces depende simplemente de si nuestra familia o nuestros amigos de la adolescencia y primera juventud eran de izquierdas o de derechas.
Por supuesto, hay muchísimos casos en los que esto no es así, pero lo que prácticamente nunca se da es que nosotros con 15 años nos pusiéramos a evaluar los pros y contras de cada ideología. Hay algo muy instintivo, muy emocional. Tomamos partido por unas ideas y luego vamos construyendo un armazón para intentar defenderlas.
Este armazón es menos racional de lo que creemos. Como dice también Haidt, adoptamos patrones o matrices morales con las que interpretamos todas las cuestiones sociales y políticas. Por ejemplo:
Si nos consideramos de izquierdas, es muy probable que estemos a favor de la separación entre iglesia y estado, de una ley del aborto abierta y de una educación y sanidad públicas, por ejemplo.
En cambio, una persona de derechas muy posiblemente defienda la labor social de la iglesia, considere que el aborto es un crimen y crea que las empresas deberían tener más flexibilidad para despedir a sus trabajadores.
Son packs que se aceptan casi en bloque, no analizando las ideas una por una. Y lo hacemos ignorando las posibles contradicciones internas. En Elogio de la duda, Victoria Camps habla de estos marcos mentales que actúan a modo de filtros de la percepción de la realidad. Son prejuicios que nos proporcionan refugio en formas de pensar comunes y prefabricadas. Nos dan la seguridad de pensar que estamos en el bando correcto, con los buenos.
Jaime Rubio Hancock, Crítica de la razón chaquetera, Filosofía inútil 15/02/2023
La empatía tiene una parte negativa, como explica el también psicólogo Paul Bloom en Contra la empatía. Sobre todo porque este sentimiento evolucionó en un contexto en el que vivíamos en grupos más o menos pequeños y en los que la mayor parte del contacto era personal.
Estas son algunas de las limitaciones de este sentimiento:
- Estamos predispuestos a sentirnos más empáticos con gente a la que percibimos más cercana. Esta cercanía puede ser natural, como la familia, pero también artificial e inventada, como ocurre con los seguidores de un equipo de fútbol. Esto está detrás, por ejemplo, del racismo e incluso de los genocidios y de la esclavitud: se deshumanizaba a negros, judíos o armenios y se les presentaba como una amenaza para nosotros y los nuestros. Es decir, la empatía, como casi todas nuestras emociones, es manipulable.
- Es más difícil sentir empatía hacia cosas que no podemos ver aquí y ahora, como los efectos a largo plazo de nuestras acciones. Bloom pone el ejemplo del medio ambiente: si nos dejamos llevar por la empatía, no haremos nada para prevenir el calentamiento global, porque no querremos perjudicar a las personas tendrán que asumir el incremento del precio de la gasolina o el aumento de los impuestos.
- La empatía también lleva a que nos fijemos en historias que llaman la atención y no seamos tan sensibles a los datos. Como pasa con las vacunas (y lo decía antes del covid): estamos predispuestos a que nos llame la atención el caso rarísimo y aislado de efecto secundario, sin tener en cuenta todas los millones de vidas que salvan estas inyecciones cada año.
Todo esto significa que en ocasiones hay que seguir el camino inverso al que propone Boadella: en lugar de luchar por sentir la empatía, hay que anestesiarla un poco para no tomar decisiones injustas y dejarnos llevar por historias personales, obviando la dura realidad de los números y las estadísticas.
De hecho, hay filósofos como Peter Singer que proponen apartar las emociones de las decisiones éticas y adoptar un criterio utilitarista: es decir, actuar de la forma que sea más beneficiosa para el número mayor de personas. Esta es la base del altruismo efectivo de Singer o incluso del largoplacismo de William MacAskill.
En realidad, los partidarios y los críticos de la empatía están bastante de acuerdo. Este sentimiento ha favorecido la cooperación a lo largo de toda nuestra existencia como especie, pero hay momentos en los que la empatía es ciega y tenemos, como mínimo, que reconocer sus límites y saber cuándo no deberíamos dejarnos llevar por ella o cuándo deberíamos actuar como si la sintiéramos.
Esto es algo que, de nuevo, ya sugería Hume. El filósofo escocés escribía que necesitamos regular la simpatía o la antipatía con algún “principio universal de la especie humana”, para que nuestro corazón no sea “indiferente al bien público”.
Al final, como decía otro filósofo, Thomas Nagel, necesitamos las dos cosas: empatía y cálculo. A ese punto de vista con pretensión de objetividad, Nagel lo llamaba “la visión desde ningún lugar”. Es necesario tomar distancia y ver las cosas desde fuera. Pero si nos alejamos demasiado no podemos tener en cuenta todas nuestras complejidades. Tenemos que reconocer también nuestros valores, nuestras experiencias y nuestras emociones.
Jaime Rubio Hancock, A favor de la empatía. Y en contra, Filosofía inútil 22/02/2023
Nietzsche en "Verdad o mentira en sentido extra moral" nos recuerda esa soberbia como especie frente al resto del macrocosmos y microcosmos. El uso de lo animal dentro de la naturaleza ha servido para que nuestra cultura hable de domesticar, de mercadear, de aprovechar la carne, de vencer el ocio con el placer de la caza, de generar espectáculo con los circos o los zoos , de en el fondo usar el mundo animal al antojo de lo humano.
Desde hace años encontrar cierta voz no humana que hable como animal quizás permita no garantizar derechos que eso seria demasiado razonable dicen , sino descubrir una manera de acercarse al mundo animal. En la antigüedad lo animal era algo monstruoso, dentro de la mitología los cuerpos medio hombre o mujer mezclados con lo animal siempre poseían una función de mediador entre lo humano y lo divino. El minotauro, las sirenas, el centauro, las erinías , los pegasos, todos andaban sirviendo en ese papel al servicio de . En la Edad Media los bestiarios recogerán la idea del animal como un ser sin razón sin alma, sin nada parecido a lo humano ... Con las fábulas los animales se incorporaran para ser usados como si fueran humanos y dar lecciones sobre la moral que se debe seguir. Siempre con ese androcentrismo del patriarcado que habla de toros y desprecia a las vacas, que señala el caballo y hace montar a las yeguas, que ensalza a los cachalotes y se ríe de las gallinas, ... No hay voz para ellos y ellas , y si existe la convierten en algo anormal, ajeno a lo humano, algo bestial, cruel, salvaje, que no merece más que ser apaleado sin más. El romanticismo del >XIX recupera el animal como fantástico y el mundo neoclásico permite que el elemento irracional sea valorado dentro de esa separación entre la cultura y la naturaleza. Kafka había intentado con sus narraciones y cuentos dar voz a lo animal , recordemos a La metamorfosis , o Josefina la cantora en un pueblo de ratones, o Los chacales que aunque el simbolismo parece que intenta derivarlos hacia los humanos no deja de ser una simbiosis para encontrarse ambos. Ya en el siglo XX ese dualismo natural cultural parece resquebrajarse y autoras como Leonora Carrington convierte lo animal en una manera de encontrarse con algo alejado de lo humano."Todos somos caballos" nos escribe en su cuento "La dama ..." o bien Marosa di Giorgio , una escritora y poeta uruguaya que en sus "papeles salvajes" nos llena el mundo de pájaros, peces, perros, lobos, patos, serpientes ... en un juego sutil que permite una interacción entre los dos mundos . Y con Clarice Linspector en su "la pasión segun G.H " la narradora se encuentra con una cucaracha que le provoca existencialmente una reflexión sobre su mundo y el mundo de esa bicha.
En estas tres autoras lo que se lee es la deshumanización de lo animal
El concepto de que una universidad debería proteger a todos sus estudiantes de ideas que algunos de ellos consideran ofensivas es repudiar el legado de Sócrates, que se definió a sí mismo como la «mosca cojonera» del pueblo ateniense. Pensaba que su trabajo era pinchar, interrumpir, cuestionar y por tanto provocar a sus conciudadanos atenienses para que reflexionaran sobre sus propias creencias y cambiaran las que no pudiesen defender. (166)
«La intención de la educación no debería ser hacer sentir cómoda a la gente; su propósito es hacerle pensar». (170)
Jonathan Haidt y Greg Lukianoff, La transformación de la mente moderna, Barcelona, Ediciones Deusto, Editorial Planeta 2019Rob Henderson define la “cultura de la cancelación” como la tendencia social de acabar (o intentar acabar) con la carrera o la prominencia de una persona para que rinda cuentas por violar las normas morales. (230)
Henderson da cinco razones por las que la cultura de la cancelación es tan eficaz:
- Aumenta el estatus social
- Reduce el estatus social de los enemigos
- Refuerza los vínculos sociales. No es una actividad solitaria. La gente disfruta uniéndose en torno a un propósito común. Obtienen satisfacción al unirse contra un agresor y disfrutan del sentido de solidaridad que les proporciona.
- Permite a la gente identificar quién es leal a su movimiento. Aquellos que piden pruebas de las malas acciones de la persona “cancelada” o que ponen en duda la gravedad de su transgresión se revelan como infieles a la causa.
- Produce recompensas rápidas. Las ventajas a corto plazo ocultan los peligros a largo plazo, y no es extraño que le llegue el turno de ser canceladas a personas que cancelaron a otras. (230-231)
.. lo que las cancelaciones buscan, que no es otra cosa que crear un régimen de miedo –una espiral de silencio- en el que la gente tema dar su opinión y en el que ciertas ideas no puedan ser cuestionadas. (231)
Una cultura crítica busca corregir en lugar de castigar. En la ciencia, el castigo por equivocarte no es perder tu trabajo o tus amigos. Normalmente, la única penalización es perder la discusión. La cancelación, por el contrario, busca castigar en lugar de corregir, y a menudo por un solo paso en falso, en lugar de por un largo historial de errores. La cuestión es hacer sufrir al descarriado. (232)
Una cultura crítica tolera la disidencia en lugar de silenciarla. Entiende que la disidencia puede parecer desagradable, dañina, odiosa y, sí, insegura. Para minimizar el daño innecesario, se esfuerza por animar a la gente a expresarse de manera civilizada. Pero también entiende que, de vez en cuando, un disidente odioso tiene razón, y por eso se opone al silenciamiento y a negar plataformas de expresión. La cancelación, por el contrario, busca acallar y gritar a sus objetivos. Los “canceladores” suelen definir el mero hecho de estar en desacuerdo con ellos como una amenaza a su seguridad o incluso un acto de violencia. (232-233)
Una cultura crítica no ve que haya ningún valor en inculcar un clima de miedo. Pero infundir miedo es el objetivo de la cancelación, y para ello amenaza de manera implícita a cualquiera que se ponga del lado de aquellos que son el objetivo. La cancelación envía el mensaje: “Tú podrías ser el próximo”. (233)
… los que condenan a alguien no están interesados en persuadirlo o corregirlo; de hecho, no están hablando con él en absoluto. Más bien, utilizan la condena y las campañas de difamación ritual para elevar su propio estatus. Las acusaciones colectivas, los ataques personales y lasguerras para mostrar la mayor indignación son formas de participar en el exhibicionismo moral. (234)
En la cultura de la cancelación no se trata de buscar la verdad o persuadir a otros; es una forma de guerra de información, en la que la falta de veracidad es suficiente si sirve a la causa. (234)
Es la religión fundamentalista de la izquierda secular (268)
(persecución de disidentes) Estos cazadores de herejes de la Inquisición que han existido a lo largo de la historia del cristianismo estarían representados actualmente por los santurrones fanáticos woke que no queman ahora personas en la hoguera, pero sí arruinan sus reputaciones y sus vidas. (285)
(mito perjudicial): la idea de que se puede conseguir un mundo perfecto. (…) El pensamiento apocalíptico está dispuesto a sacrificar cualquier número de vidas en aras de un futuro perfecto que “sabe” que está por llegar. Este peligro se esconde en la Justicia Social crítica. (287)
… la idea de que la Justicia Social crítica se ha convertido en un movimiento religioso de raíces protestantes ha sido señalada de forma coincidente por muchos autores … (291)
… los seres humanos tenemos una naturaleza “teotrópica” que no se puede erradicar y que, si no tenemos una religión organizada, crearemos otras religiones que la sustituyan. (292)
… los movimientos de masas pueden crecer y desarrollarse sin un dios, pero no sin un demonio. El demonio aquí es el hombre blanco heterosexual, el patriarcado, la heteronormatividad, la cisexualidad, etc. (292)
Pablo Malo, Los peligros de la moralidad, Barcelona, Ediciones Deusto 2021Aquesta novel·la de 2016 va ser el debut de la seva autora, l'estatunidenca Emma Cline, i la seva lectura ha estat una sorpresa molt positiva. D'entrada, no en tenia grans expectatives perquè em pensava que era una història de true crime, un gènere que no m'interessa gaire en general. És cert que l'argument es basa en un crim real, els assassinats perpetrats per la "família" de Charles Manson a Califòrnia l'agost de 1969, però en realitat aquests fets no són més que una anècdota dins la novel·la: l'autora canvia tots els noms dels personatges per deixar ben clar des del principi que es tracta d'un relat de ficció. La ficció de Cline pren els esdeveniments reals com a excusa per fer un retrat generacional i d'època d'un moment molt convuls en la història estatunidenca. De fet, els crims instigats per Manson s'han considerat tot sovint el final abrupte i violent de la dècada dels seixanta, posant al descobert precisament la part més fosca de la revolució contracultural. En aquest sentit, Emma Cline fa un exercici de recreació de l'ambient d'aquesta època des del punt de vista d'una adolescent de catorze anys, que quedarà fascinada per la forma de vida alternativa que li proposen els habitants d'una comuna hippie en un ranxo prop de casa seva, i que transitarà perillosament entre el món normatiu i civilitzat de la seva família i els seus companys d'escola, que ella viu com una imposició i que l'aliena profundament, i la temptació de rebel·lia i alliberament que li ofereix el nou grup al qual acaba d'accedir. Tanmateix, en aquesta recerca de la seva pròpia identitat no arriba a ser del tot conscient, en la seva ingenuïtat, dels riscos a què s'exposa.
El gran punt fort de la novel·la és aquesta elecció de punt de vista, que agafa una narrativa prou coneguda en la cultura popular i la presenta dirigint l'atenció a un altre racó de l'escena i, en conseqüència, revelant una veritat que ha quedat oculta al llarg de tots aquests anys, per més evident que sembli un cop descoberta. Mentre que durant dècades s'han intentat explicar els crims perpetrats per les joves acòlites de Manson posant l'accent en la personalitat carismàtica d'aquest últim o en el seu poder de persuasió, en tant que va instigar els fets però no va participar-hi directament, el que fa Cline en el text és, precisament, desdibuixar el personatge de Russell (el paral·lel de Manson a la novel·la) i posar l'accent en el caràcter de les noies, les relacions que s'estableixen entre elles i les seves possibles motivacions a l'hora d'entrar a la secta. Així és com Cline hi descobreix una vulnerabilitat immensa dins d'una cultura terriblement patriarcal, que les subedita constantment al rol social i al lloc que els homes predefineixen per a elles. La seva posició per defecte és la subordinació, i l'única possibilitat al seu abast de sentir-se estimades i valorades és mostrar-se disposades a complaure els desitjos sexuals d'un home quan aquest ho demani. Si no ho fan, l'alternativa consisteix a esdevenir totalment invisibles i perdre el seu reconeixement social. En aquest context, les altres noies només poden ser aliades en la mesura que no siguin rivals en la competició pel mateix home. Pot semblar un retrat molt dràstic plantejat així, però a la novel·la se'ns dibuixa des dels ulls immadurs de l'adolescent amb una immediatesa totalment reveladora.
Aquest és l'ambient en què la protagonista, Evie, ha d'aprendre a navegar des que és adolescent. D'una banda, el trencament del matrimoni dels seus pares li posa davant dels ulls la feblesa de la seva mare, desesperada per complaure una parella rere una altra. Mentrestant, la seva ment adolescent encara idealitza el pare, potser perquè inconscientment n'admira la capacitat de fugir de l'ambient domèstic que l'oprimeix també a ella. D'altra banda, la seva manca de direcció i la buidor del seu futur l'aboquen a provar una fugida d'un altre tipus: la seva fascinació per una de les noies del ranxo, la Suzanne, la impulsarà a congraciar-se amb ella de l'única forma que li serà possible. És així que l'Evie descobrirà que, si ningú valora, ni escolta, ni aprecia les noies en la societat en què viu, són les noies mateixes les que ho hauran de fer les unes amb les altres. Ara bé, aquesta possibilitat acaba resultant utòpica fins i tot al nou món de llibertat, sexe i drogues a què accedeix seguint les passes de la Suzanne: possiblement la part més colpidora i tràgica del text, en tant que marcarà la protagonista de per vida i li deixarà una cicatriu inesborrable, és precisament la seva innocència a l'hora d'aproximar-se al grup només per sentir-s'hi validada. I en aquest sentit la novel·la fa molt per presentar un retrat dels anys seixanta molt punyent en tota la seva sordidesa: ni les drogues arriben a obrir les portes de la percepció, ni l'amor lliure és tan lliure - per a elles - com alguns han pretès que era.
La novel·la té un molt bon sentit del ritme i del suspens, encara que la història no es basi precisament en l'acció. La seva tensió està molt ben construïda, i gira al voltant de la línia divisòria que separa els dos móns de la protagonista un cop inicia la seva doble vida: el món de la seva família i les seves amistats, que romandran inconscients de tots els canvis que està experimentant en secret, i el món de la comuna hippie, en què les relacions de poder es bastiran en uns altres termes i en què la protagonista tastarà el que ella creu que és la llibertat. Ara bé, la novel·la també explora la distància que s'estableix entre l'Evie i les altres noies de la comuna, especialment la Suzanne, i el misteri de si la fascinació i l'enamorament de l'Evie poden ser realment correspostos o estan abocats a la mateixa sordesa de la qual fuig. Un dels trets que marca el caràcter de l'Evie i que la separa de tots els altres personatges és aquesta capacitat seva per veure "les noies" ignorades i indefenses, sense veu, al seu voltant, i l'empatia bàsica que sent per elles. Ja es tracti de la parella del seu pare, la parella embarassada d'un company d'institut, que la segueix obsessionant molt temps després d'haver desaparegut de la seva vida, i una altra adolescent desemparada que coneixerà anys després, quan ja és adulta: és davant d'aquestes figures femenines que les noies de la secta semblen apuntar a una forma de vida alternativa, tot i que la novel·la acabarà presentant l'ambigüitat intrínseca entre el seu rol de víctimes i de botxins. La novel·la presenta la violència desencadenada per aquestes, en darrer terme, com a revelació traumàtica i sobtada dels perills d'una opressió silenciada a través del temps.
Sinopsi: A l'estiu de l'any 1969, una adolescent californiana, Evie, entra a formar part d'una comuna hippie que viu en un ranxo apartat de la ciutat, a partir de la seva fascinació amb la llibertat i la desinhibició d'una de les noies, Suzanne, de qui s'enamora. A través d'aquest grup de noies, coneixerà també el líder del grup, l'enigmàtic Russell, un músic frustrat amb aspiracions a líder espiritual que manipula les noies per tal que compleixin els seus desitjos en tot moment.
M'agrada: La novel·la ofereix un retrat molt punyent i a la vegada desapassionat de les relacions humanes que descriu, i que es fa especialment angoixant a l'hora de presentar la ingenuïtat de la protagonista davant les intencions sovint no verbalitzades dels membres de la secta. És una novel·la que va revelant la seva complexitat poc a poc i en diferents fases, i que no és fins al final que acaba mostrant l'amplitud i l'ambició de la seva pròpia estructura.
Me ha dado pena dejar abandonados los pantalones que no eran de nadie en la papelera de la habitación del hotel, pero es que he tenido que tomar decisiones drásticas para hacer sitio en mi maleta a los libros acumulados entre regalos y compras. Algún que otro libro se ha quedado también por allí, abandonado a su propio peso y a su sospechosa pesadez.
Ayer fue un día interesante que culminó con un debate con Armando Zerolo en el Colegio mayor Roncalli sobre el estoicismo o, más bien, sobre las razones por las que un neoestoicismo bastante suave parece estar de moda. Muchos asistentes y una gran cordialidad. Gracias a la invitación de Armando me he pasado las últimas semanas releyendo a Musonio Rufo y su discípulo, Epicteto. A Séneca, lo confieso, me cuesta entenderlo. Ya sé que él se defiende de sus potenciales críticos asegurando que no habla de sí mismo en sus escritos, sino de la virtud, pero hay algo en él que siempre me ha parecido hipócrita, aunque, bien es cierto, es, en todo caso, un hipócrita que escribe tan bien que, si te olvidas de su vida, convence. Respecto a Marco Aurelio, se lee fácil, pero hay poca originalidad en sus textos cosa que, por cierto, no les quitaba el sueño a los seguidores romanos de Zenón.
Hoy he pasado por la Universidad Francisco de Vitoria a presentar un libro que, con el respaldo de la Konrad Adenauer Stiftung han editado dos grandes, Adriaan Kühn y Guillermo Graíño: La educación cívica en España. Firmo un largo capítulo titulado "Una ciudadanía sin patria". Hemos tenido, gracias a los universitarios presentes, un debate muy vivo y creo que ameno.
Como me llevan y me traen llevo bien el ajetreo del transporte por Madrid. Además los taxistas suelen ser tan amables que cargan con mi maleta y sus pesados libros. Hoy me ha pasado una cosa curiosa. ¿Qué posibilidades puede haber de que te toque un taxista ecuatoriano que te trasladó por Madrid hace tres años? Lo he reconocido nada más verlo.
- Usted es ecuatoriano, ¿verdad?
- ¿Y cómo lo sabe?
- Sé también que tiene dos hijos y que lleva veinte años en España y que...
¿Se pueden creer que se ha acordado de mi nombre?
Pero lo mejor del día y, posiblemente, del viaje, ha sido llegar a casa y arrojarme sobre mi sofá preferido. Ya saben que para descansar a gusto la condición imprescindible es estar cansado. ¡Con razón los estoicos alaban tanto el "ponos" (cansancio, esfuerzo, trabajo, diligencia...) socrático. Por algún lugar del trayecto del AVE mi tren se ha cruzado con el de mi mujer, que ha ido a Pamplona.
Ayer me tiré un plato de comida por encima en el restaurante del Museo del traje de Madrid. Como inmediatamente después participaba en un debate sobre didáctica de la filosofía en la sede de la UNED, que está cerca y, además, hablaría detrás de una mesa, me limpié como pude y me fui al tajo. Si alguien se fijó en que estaba hecho un lamparón viviente, no lo dijo.
A las 19:30 tenía un encuentro en un centro educativo y me di cuenta cabal, justo al bajar del coche que me llevó hasta las puertas del centro, que no me podía presentar con aquellas pintas desastradas. No había ningún lugar cerca en el que pudiera comprarme un pantalón, pero sí un local con el rótulo esperanzador de "Limpieza en seco". Y allí fui.
Le expliqué a la dependienta lo que me pasaba y resalté la urgencia. La mujer, muy amable, me dijo que aquellas manchas de grasa no se iban así como así y que, en todo caso, no podría tener listo el pantalón hasta hoy por la mañana.
Noté en su voz un acento conocido.
- ¿No será usted búlgara?
- ¡De Yambol! - me dijo.
Y me puse a loarle la Stara Planina, el río Tundja, Kazanluk, Shipka y, por supuesto, Yambol, cuyo museo conozco bien. La mujer me oía entre carcajadas que se convirtieron en estentóreas cuando pase al elogio incondicional de la Shopka salata, el yogur búlgaro y la raquía. Pero lo del pantalón, me insistió, no tenía arreglo.
- A no ser que...
Y buscó entre la ropa que llevaba esperando meses que alguien viniera a recogerla, un pantalón de mi talla. En realidad me venía bastante grande, pero estaba limpio, así que me lo puse.
- ¿Cuánto le debo? -le pregunté.
- ¿Cómo voy a cobrarle si el pantalón no es mío?
Al final me aceptó 10 euros para un café. Y yo salí de allí con unos pantalones que no eran de nadie pero que me hacían presentable. Y, además, resultaron de mucho abrigo.
C. S Lewis (1963)
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Glicines de Gisbert Combaz (1911) Font |
El lenguaje es un gran invento. No solo sirve para comunicar mensajes. También para imbuir de modo subrepticio ideas que faciliten ciertas interpretaciones de estos mismos mensajes. Así, cuando estos días se habla de «capitalismo despiadado»– a propósito de la subida de precios— se está reforzando la idea de que existe un «capitalismo piadoso», e incluso de que esa forma piadosa de capitalismo sea la más normal, siendo la despiadada una derivación accidental de la misma.
Es curioso también que la expresión aluda indirectamente al término «piedad», de claras resonancias religiosas. Es curioso porque solo desde una perspectiva estrictamente religiosa podríamos decir que el capitalismo admite la cualificación de «piadoso», al menos desde una cierta interpretación del cristianismo, tal y como analizó hace mucho el sociólogo Max Weber.
Contaba Weber que ante el problema aparentemente irresoluble de conciliar el modo de producción capitalista con la estigmatización cristiana del afán de lucro, la moderna Reforma protestante ofreció una solución casi perfecta: la de sacralizar el trabajo productivo y el éxito empresarial como una prueba de la predestinación divina. De esta manera, y mientras que la Iglesia católica seguía condenando la usura (es decir: el negocio bancario) y la acumulación de riqueza como actividades pecaminosas, en los países protestantes proliferaba la doctrina (tan oportuna) de que el enriquecimiento personal no solo no era un problema para acceder al paraíso, sino el pasaporte más seguro para llegar a él.
Este retorcimiento doctrinal del significado de «piedad»está también en la base del liberalismo, en el que se ofrece una versión secularizada de la justificación religiosa del «capitalismo piadoso». La diferencia es que mientras en el protestantismo es la providencia divinala que designa a través del éxito económico a los predestinados al cielo, en el liberalismo es la mano invisible del mercado la que distingue a los que deben salvarse en la tierra, demostrando que entre el Dios protestante y el Mercado las diferencias son, en todo caso, de matiz: ambos derraman justicia y riqueza de forma inescrutable (y a través de sus intermediarios, los más ricos), ambos son omnipotentes y omnipresentes, y ambos representan un dogma sagrado e indiscutible…
Ahora bien, más allá de esta concepción religiosa del «capitalismo piadoso», ¿tiene realmente sentido la expresión o es un oxímoron de libro? Si la analizamos a la luz de su opuesto («capitalismo despiadado») y desposeemos el término «piedad» de su aura religiosa, designando con él valores como la compasión o la solidaridad, la respuesta es muy clara: el capitalismo, por principio, no puede ser piadoso, sino necesariamente competitivo y depredador (¿cómo podría darse, si no, la acumulación particular de capital y recursos que lo define?).
Realmente, lo opuesto a «capitalismo despiadado»no es «capitalismo piadoso»(ni ninguna de sus variantes laicas: capitalismo de rostro humano, capitalismo responsable, capitalismo del bienestar, capitalismo sostenible…). Lo opuesto al «capitalismo despiadado» (es decir, insensible a toda ley distinta a la del Mercado) es el «capitalismo intervenido»por alguna instancia realmente distinta de él.
Esa otra instancia, en nuestras democracias liberales, es o debe ser la del interés común, por lo que es perfectamente legítimo que el Estado, en nombre de ese interés común, regule el funcionamiento del mercado cuando sus turbulencias especulativas perjudican gravemente a la mayoría; interviniendo, por ejemplo, en la comercialización y producción de bienes de indudable interés público, como alimentos, energía, fármacos, vivienda, u otros más complejos, como lo es el propio dinero.
Con esto no se está invocando al fantasma del comunismo ni amenazando a las clases medias (cada vez más esquilmada por ese mismo capitalismo). Este intervencionismo es lo que se ha venido haciendo – aunque cada vez con más dificultades – desde que el capitalismo es despiadado (es decir, desde que el capitalismo es capitalismo). Y en todas direcciones; también (y sobre todo) en la del interés de los más privilegiados.
Es por ello extraño que a las propuestas de regulación del precio de alimentos básicos o hipotecas en momentos críticos (como el presente), se conteste una y otra vez aludiendo al dogma del Mercado. ¿Por qué no se contestó del mismo modo a los bancos que, tras la crisis del 2008 (debida justamente a la falta de regulación), fueron rescatados con más de 100.000 millones del dinero de todos? La piedad con los despiadados es un mal negocio, y desde un punto de vista político tiene que estar sujeta a contrapartidas. Se trata aquí de la ética, amigos. Y no del Mercado.
La primera del estoico Epicteto: Si alguien te hiciera saber que un individuo habla mal de ti, no te defiendas contra lo que se haya dicho, sino responde: "Pues ignora los demás defectos que hay en mí, de lo contrario no habría dicho solo esto."
La segunda, del liberal Cristino Martos: Se me agravió de tal suerte, se me injurió en forma tan grosera, que los insultos que recibí no los hubiera considerado justos ni aun dirigidos a las personas que los profirieron.
La religión no tiene nada que ver con Dios, con su existencia o inexistencia. La religión tiene que ver con sistemas simbólicos y formas de vida, con rituales y una idea de lo sagrado, tanto de textos como de comunidades. El contenido metafísico de esos sistemas (que haya o no un Creador o Gran Capitán) resulta ser un efecto secundario de la idiosincrasia local. De ahí que el reciente atentado y las diversas reacciones tendentes al enfrentamiento entre religiones exija una reflexión.
La idolatría puede definirse como la consideración de una parte por el todo. Es un fenómeno provinciano. El mundo es como mi pueblo y todos pensamos como aquí. De esa actitud logocéntrica participan cruzados, yihadistas y cientifistas radicales. El idólatra carga con una piedra (su propio dogma) y esa carga acaba resultando intolerable. Es entonces cuando se utiliza como arma arrojadiza. Y la lanza sobre el otro. Además, esa carga le impide levantar la mirada, contemplar otros sistemas simbólicos y juzgarlos con equidad. La idolatría huye de la mentalidad abierta y abotarga la percepción. El filósofo vigilante debe aprender a identificarla, también el político o el ciudadano de a pie, y obrar en consecuencia para evitar la esclerosis del pensamiento.
Juan Arnau, La religión del otro, El País 17/02/2023
El mito de la filosofía consiste en creer que el orden del pensamiento coincide con el orden de lo real. Ese mito se erige sobre una mágica palabra griega, logos, planteada por Platón y sistematizada por Aristóteles. Implica la suposición de que la realidad se ajusta a algún tipo de discurso, razonamiento o lenguaje simbólico. Nada hay de extraño en ello. Así es el conocimiento. Cada ciencia erige su objeto y fragua sus mitos y éste es el de la filosofía. Contra ese mito se alza el Ortega más audaz y antirracionalista en una obra que ahora cumple un siglo: El tema de nuestro tiempo.
El laboratorio comparte la artificiosidad del monasterio. La vida nunca ocurre en una probeta o en una celda, entre aparatos rigurosamente ajustados, laudes y maitines. La vida ocurre al aire libre y hacia ella se abalanza el filósofo. Sin encerrarla o reducirla, sin controlar su presión y temperatura.
“Mi ideología no va contra la razón, escribe Ortega, puesto que no admite otro modo de conocimiento teorético que ella: va sólo contra el racionalismo”. Acto seguido esboza una crítica de la retórica de lo elemental, de la idea de que conocer algo es reducirlo a sus elementos primarios. Esa es la “inevitable antinomia que la razón incuba”. Si el ejercicio de la razón consiste en penetrar en el compuesto hasta sus elementos, “al hallarse la mente ante los elementos últimos, no puede seguir su faena resolutiva o analítica, no puede descomponer más. De donde resulta que, ante los elementos, la mente deja de ser racional”. Es decir, la razón es impotente ante todo aquello que no se deja descomponer. Sólo funciona ante el mecanismo. Y todas las cosas importantes de la vida: el deseo, la percepción, la libertad, la propia mente, no pueden descomponerse ni se ajustan al modelo mecánico. Así, desde la perspectiva racionalista, conocer un objeto es reducirlo a elementos incognoscibles. “En la razón misma encontramos un abismo de irracionalidad”.
¿Debemos pues prescindir de la razón? En absoluto. Estamos obligados a usar la razón si queremos entender algo. Pero esa tarea no debería convertirnos en racionalistas. Pues “la razón es una breve zona de claridad analítica que se abre entre dos estratos insondables de irracionalidad”. Es como el espectro visible humano, un breve arco de luz que se abre entre el infrarrojo y el ultravioleta. Más allá no es posible la visión. La razón es nuestro oído particular, pero hay que evitar convertirla en un ídolo. Ortega denuncia esa ceguera que “consiste en no querer ver las irracionalidades que suscita el uso puro de la razón misma. El supuesto arbitrario que caracteriza al racionalismo es creer que las cosas —reales o ideales— se comportan como nuestras ideas”. En un tono muy antropológico, casi poscolonial, nos advierte de los peligros del logocentrismo, de la “gran confusión” y la “gran frivolidad” del racionalismo. Ese es el secreto recóndito del espíritu racionalista, la soberbia. De ahí que el racionalismo no sea simplemente un modo de observación, más o menos contemplativo, sino que implique una actitud “imperativa”. El racionalismo es fanático y violento. “En lugar de situarse ante el mundo y recibirlo según es, con sus luces y sus sombras…, le impone un cierto modo de ser, lo imperializa y violenta, proyectando sobre él su subjetiva estructura racional”. No dice que es una “imposición”, como dirá después Heidegger de la técnica, pero se acerca a esa perspectiva. Ese es el orgullo presuntuoso del racionalista. Un orgullo que lo ciega y lo lleva a creer que su breve espectro visible, su particular lenguaje simbólico, es todo el espectro.
Juan Arnau, El libro más importante (y temperamental) de Ortega y Gasset cumple un siglo, El País 08/02/2023
Y, aun así, sin someterse a ningún fin práctico exterior que no sea el de su propia práctica teórica, la filosofía mantiene su vínculo con la justicia, justo porque la filosofía tiene lugar en el lugar mismo en el que no se puede hacer. Su condición de posibilidad, como la del arte, la poesía, el cine, y todas las prácticas culturales, es la injusticia. Hacemos filosofía sobre los cadáveres que dejamos flotar en el Mediterráneo, sobre los cuerpos que masacramos aquí y allá, sobre los feminicidios. Es respecto a ellos que la filosofía tiene su responsabilidad política, como la tiene la universidad. Hacemos filosofía allí donde otro no la puede hacer porque agotó todas sus fuerzas tratando de sobrevivir. En un estado de violencia estructural, usurpamos siempre el lugar de otro, como diría Levinas, y no es por merecimiento. Aquí nadie se merece nada, y el más listo debe su puesto al que dejó morir aun sin saberlo.
Así que, no se trata de hacer filosofía con una mano y con la otra favorecer campañas solidarias o dedicarse al ingrato y mediático mundo de la política, sino de cuestionar teóricamente la lógica injusta que nos sostiene. El derecho a la filosofía es el derecho a la revuelta de la lógica en la que vivimos inmersos. Por ello, la filosofía es siempre política sin ser necesariamente “filosofía política”. Y lo es especialmente cuando no cuestiona nada y se limita a hacer uso de su privilegio, porque es entonces cuando se alinea con la filosofía feroz que encubre la injusticia. Como señala Preciado, “si no ves la violencia es porque la ejerces”.
Dicen que en Grecia la filosofía nació del asombro. Tal vez hoy la filosofía nazca de la indignación.
Laura Llevadot, Nuestra filosofía será feroz. Apuntes sobre el estado actual de la filosofía, elsaltodiario.com 03/02/2023
Aquest és el volum de memòries de l'activista pakistanesa Malala Yousafzai, que es va publicar el 2013, un any després de l'atemptat dels talibans contra la seva vida a la vall de Swat, a la zona interior del Pakistan. Quan tenia quinze anys, un terrorista li va disparar al cap quan tornava de l'escola amb el transport escolar. A partir d'aquell moment es va convertir en un símbol mundial de la lluita pel dret a l'educació de tots els infants, però especialment les noies en molts països en què no tenen aquest dret reconegut. Per més que al món occidental la descobríssim arran de l'atemptat contra la seva vida, la Malala i el seu pare, fundador i director d'un institut per a nois i noies, ja eren figures públiques i reconegudes al Pakistan, on havien aparegut en diversos mitjans de comunicació fent entrevistes i defensant el dret a l'educació de les noies davant l'amenaça dels talibans. L'ambient polític al país era molt convuls, en plena guerra entre l'exèrcit pakistanès i els milicians talibans que ocupaven diverses regions del país, com la vall de Swat, i que utilitzaven aquestes àrees com a base d'operacions en la guerra a l'Afganistan.
Un dels punts més forts d'aquest llibre és la seva feina de contextualització sobre la realitat del país i l'origen d'aquests conflictes polítics, i el seu esforç per donar-ne una visió sempre informada i equilibrada. De fet, la narració es remunta al naixement del Pakistan com a estat el 1947 amb la partició de l'Índia, i la precària democràcia que s'hi va establir, constantment estroncada per llargues dictadures militars. Els interessos occidentals a l'àrea han estat un factor clau també en les relacions geopolítiques de les últimes dècades: amb la guerra de l'Afganistan, el Pakistan sota la dictadura de Musharraf va signar un pacte de col·laboració amb els Estats Units, tot i que internament els talibans anaven guanyant hegemonia cada cop sobre una part més gran del territori i, en realitat, el govern pakistanès afavoria totes dues bandes del conflicte. És en aquest context que es produeix l'assassinat de Benazir Bhutto, el desembre de 2007, que es presentava a les eleccions a primera ministra, i per tant va deixar força tocada la possibilitat d'una sortida democràtica al conflicte.
És un moment molt difícil per al poble paixtu, com la Malala ens explica al llibre de primera mà i en tota la seva complexitat. Aquesta nació habita a tots dos costats de la frontera entre Pakistan i Afganistan, i la campanya estatunidenca a l'Afganistan els posa en una situació extremadament compromesa: la vall de Swat és una zona molt aïllada i tancada en si mateixa, i veurà l'ocupació dels talibans i el seu control efectiu de tot el territori a través de la coerció i el discurs demagògic. Aquests tot sovint aprofitaran les desigualtats presents al poble paixtu per enfortir el fonamentalisme religiós com a instrument d'anivellament de la població. La narració es fa especialment colpidora en el moment que descriu l'autèntic regne de terror que estenen els talibans a la vall: a través de les tortures, els assassinats a sang freda i les humiliacions públiques, acabaran sotmetent una població aïllada i totalment oblidada pel govern pakistanès. A mesura que la Malala i el seu pare es van implicant més en la seva campanya a favor de l'educació, l'angoixa de la narració també va creixent, en tant que els talibans els marcaran com a objectiu directe a mesura que les altres escoles vagin tancant.
La Malala també fa un retrat crític del seu propi poble. La societat paixtu té uns valors fortament patriarcals, que mantenen les dones en un estat de submissió a la figura paterna i després al marit, i en què els matrimonis sovint són forçats a una edat primerenca. De fet, els paixtus reben el naixement d'un nen amb alegria, però reaccionen al d'una nena com si fos una desgràcia. La Malala va tenir la sort de néixer en una família que valorava l'educació com a valor fonamental per a formar la persona, i que va donar les mateixes oportunitats d'educar-se i decidir sobre el seu futur a la Malala que als seus germans nois. A través dels seus èxits acadèmics, la Malala va anar despuntant com a oradora des de ben petita, i amb l'inici del conflicte armat va atraure l'atenció de nombrosos periodistes internacionals que la van ajudar a portar el seu missatge més enllà de les fronteres pakistaneses.
Jo sóc la Malala és una història que demostra que la passió per l'educació és fa especialment necessària en temps ombrívols, i que esdevé més vigent que mai avui dia, en què el triomf dels talibans a l'Afganistan ha tornat a vetar l'accés a l'educació a les noies, aquest cop amb la legitimació implícita i no tan implícita de les principals potències occidentals. El llibre, que Malala va escriure amb la col·laboració de la periodista Christina Lamb, és un recordatori punyent i sense cap mena de filtre de la lluita constant i feixuga d'una gran part de la població mundial per tal de reclamar drets bàsics que, des del privilegi, tot sovint donem per descomptats. També és la revelació d'una personalitat totalment carismàtica i inspiradora en la seva eloqüència, la seva determinació per fer sentir la seva veu, i el seu convenciment inequívoc i totalment encoratjador en el poder de l'educació per tal de canviar el món.
Continguts: Des del seu naixement l'any 1997, la Malala Yousafzai explica la seva vida a la vall de Swat, on haurà d'afrontar l'amenaça dels talibans contra l'educació femenina. L'any 2012 un talibà li va disparar al cap, i la seva recuperació quasi miraculosa en un hospital de Pakistan i més tard al Regne Unit la van convertir en una icona de la lluita pel dret de les nenes a l'educació arreu del món.
M'agrada: És un relat totalment colpidor en la seva cruesa, i a la vegada inspirador en la seva defensa de l'educació com a dret universal i com a motor d'emancipació arreu del món.
La implantación de una nueva ley educativa genera siempre malestar y desconcierto, especialmente si los afectados no ven con claridad la necesidad de esta. ¿Había razones suficientes para promulgar otra ley educativa (más allá del compromiso electoral de derogar la ley anterior)? Yo creo firmemente que sí. Pero me temo que esas razones no se han expuesto con suficiente claridad a la ciudadanía.
La más importante razón para reformar la ley educativa ha sido la necesidad de actualizarla para integrarla con más firmeza en el marco común europeo. Este marco (el llamado «Espacio Europeo de Educación») responde al proyecto de modernizar y unificar los planes de estudio de las naciones miembro con objeto de fortalecer desde la raíz el proyecto político de la UE. Una Europa más fuerte y cohesionada requiere de una mayor compenetración de sus realidades culturales y, por ello, de sus modelos educativos.
Fruto de este esfuerzo de integración son las dos novedades principales de la LOMLOE. La primera es una apuesta mucho más decidida por el enfoque competencial propuesto por la UE hace ya casi veinte años. Desde un punto de vista pedagógico, dicho enfoque consiste en que el alumnado aprenda a través de una experiencia contextualizada de los contenidos educativos, involucrando en ello las diversas dimensiones de su personalidad (cognitiva, moral, social, afectiva), de su desarrollo (académico, personal, cívico-social) y del propio aprendizaje (conceptos, destrezas, actitudes, valores).
La segunda novedad de la LOMLOE es la introducción en el currículo de todas o la mayoría de las áreas y materias de contenidos relativos a valores y principios dirigidos a la educación de la ciudadanía (la interculturalidad, la equidad, la democracia, la solidaridad, la sostenibilidad, la igualdad de género, el respeto por los derechos humanos, etc.). En este sentido, la LOMLOE propone educar – tal como hace cualquier otro sistema educativo de cualquier otra cultura – en los valores colectivos que sustentan la vida social. Pero – a diferencia de otros sistemas y culturas – a hacerlo de modo integral (a través de la práctica educativa y el trabajo con todo tipo de contenidos), a limitarse a un sistema de valores mínimo y consensuado, y a orientar esta educación cívica desde una perspectiva ética y crítica que evite todo adoctrinamiento dogmático (si bien en esto último la ley se ha quedado notablemente corta).
Otra razón con la que justificar la LOMLOE es la de (volver a) situar los principios de equidad e inclusión en el centro de la actividad educativa. Frente al discurso simplista sobre la falta de interés o esfuerzo personal, los datos muestran con tozudez que el éxito y el fracaso escolar dependen fundamentalmente del entorno socioeconómico del alumnado, por lo que resultaba necesario reestablecer e incrementar normas y medidas estructurales con que paliar en lo posible las desventajas de partida de un gran número de estudiantes.
Hay otros aspectos que justificaban igualmente la necesidad de una nueva ley educativa: la necesidad de dar cobertura legal a estrategias didácticas exitosas pero aún poco comunes, la atención a la educación afectiva, la prometida regulación de la carrera docente… Pero queremos exponer también aquello en lo que la LOMLOE, por justificada que esté, debería ser corregida o superada.
Lo primero es que esta ley no nazca de un pacto político que asegure su perdurabilidad, por lo que todo el ambicioso plantel de objetivos que hemos enumerado aquí, por valioso que sea, podría quedarse fácilmente en nada. Esto no es una característica específica de la LOMLOE (sino de todas las leyes educativas de los últimos cuarenta años), pero sí que merece, al menos, una reflexión.
Lo segundo es el carácter aún muy insuficiente (cuando no casi simbólico) de la educación cívica y ética en la nueva ley. Resulta incomprensible que se insista en el papel fundamental de la educación para afrontar problemas tan graves como la corrupción, la violencia machista, la irresponsabilidad medioambiental, las adicciones, la polarización ideológica y mil asuntos más, y la materia que se ocupa directamente de todo esto siga siendo una «maría» sin apenas horas en un curso perdido de la ESO.
Y lo tercero y último no a mejorar, sino a erradicar del todo, es la obsesión por convertir la ley en un tinglado burocrático que coarta el trabajo docente y que nada tiene que ver con el espíritu que la motivó.
Sobra decir que estas tres objeciones podrían subsanarse si hubiera voluntad política y una ciudadanía crítica y bien formada que la guiara y corrigiera. La LOMLOE habría venido justo a promover, como hemos dicho, esa educación cívica y ética. Pero (insistimos) en esto se ha quedado claramente corta. Cortísima.
Comienzan a anunciarse las jornadas de puertas abiertas en los centros educativos. Los carteles publicitarios de los centros muestran a niños y niñas (sobre todo, niñas) bien alimentados, bien vestidos, sanos y con caras sonrientes, como si estuviesen en un descanso entre dos apasionantes actividades de un parque de atracciones. Por supuesto no se ve ni un libro -o al menos yo no lo he visto- ni ninguna actividad que requiera hincar los codos.
El mensaje que transmiten mayoritariamente nuestros centros educativos podría resumirse así: "Traiga a sus hijos aquí, que se sentirán felices". Cada familia puede pedir a la escuela lo que le dé la gana, ahí ya no me meto; así que si quieren una escuela feliz, que la busquen. Pero si alguna vez la encuentran entre el humo publicitario, descubrirán que para alcanzar la precaria felicidad asequible al hombre se necesitan más codos que para estudiar matemáticas.
Aquest llibre del filòsof britànic Nigel Warburton es va publicar per primer cop l'any 2011, i és una aproximació amena i molt didàctica a les principals fites de la història de la filosofia. El seu to és deliberadament conversacional i narratiu, i planteja el pensament dels principals filòsofs de la història a través de preguntes pràctiques o dilemes que les diferents teories han d'anar resolent. És un enfocament força adequat d'entrada, ja que planteja la filosofia com a exercici pràctic, i tot sovint confronta visions o interpretacions divergents d'un mateix problema, oferint als lectors diferents respostes a les mateixes preguntes. L'exposició està formada per capítols força breus que cobreixen cadascun el pensament d'un sol filòsof, en la majoria dels casos o, en algunes ocasions, diversos filòsofs que han donat resposta a preguntes amb temàtiques similars. Crec que pot ser una bona recomanació com a iniciació a la filosofia, i pot ser d'ajut en especial a estudiants que busquin el seu primer contacte amb aquesta disciplina. En aquest sentit, es nota que hi ha una voluntat narrativa per part de l'autor a l'hora d'exposar els continguts, i per això la lectura sencera es fa molt amena.
Tanmateix, més que pretendre ser exhaustiu, el llibre ens proporciona petits tastets a alguns dels problemes filosòfics que han anat sorgint en la cultura occidental a través de la història, i pot esdevenir més aviat la porta d'entrada cap a lectures filosòfiques més profundes i detallades. Com també passava amb el diccionari visual de Masato Tanaka, l'obra es ressent, en certs moments, de la seva pròpia brevetat, i cau en les simplificacions o les omissions per prioritzar la seva voluntat de resultar didàctica per a tots els públics. Per exemple, el llibre toca la filosofia antiga de forma molt breu i aprofundeix poc en el pensament dels seus dos principals autors, Plató i Aristòtil. En aquest sentit, es nota molt que està enfocada més a la filosofia pràctica que a la metafísica i l'epistemologia, qüestions més àrides d'estudiar. A partir d'aquí, la filosofia medieval amb prou feines rep un parell o tres de capítols, i després d'això l'autor sí que entra amb una mica més de profunditat en la filosofia moderna, que crec que és on arriba a lluir-se més. Si bé les seccions dedicades a Kant, Hegel i Nietzsche es queden una mica curtes d'exposició, l'autor acaba tocant totes les problemàtiques més importants dels segles divuit i dinou, tant epistemològiques com socials, ètiques i polítiques.
El pas pel segle vint sí que és una mica més accidentat, al meu parer, i un punt massa accelerat. Aquí és on la concisió de la narració i la simplificació de les idees esdevenen més aviat un obstacle per a l'exposició que no pas un ajut, i on la comprensió dels conceptes exposats pot resultar una mica més dificultosa. L'autor prioritza els filòsofs de parla anglesa per sobre dels continentals, i aquest biaix acaba deixant pel camí corrents de pensament sorgits al segle vint que també hauria estat interessant tractar, encara que fos a un nivell introductori, com l'hermenèutica o la teoria crítica. Heidegger només hi apareix com una nota de passada en el capítol de Hannah Arendt, per exemple. De la mateixa manera, el capítol dedicat a l'existencialisme es fa massa breu i massa simplista. Cap al final del llibre, els capítols dedicats a Peter Singer o el de Judith Jarvis Thomson i la seva defensa de l'avortament, per exemple, apareixen desconnectats del fil de la resta del llibre, i s'haurien beneficiat d'explicacions més àmplies sobre el seu context social o polític, per exemple del cos d'idees del feminisme en el cas de Thomson, o de l'ètica mediambiental en el cas de Singer.
Si alguna cosa hi he trobat a faltar, per sobre de tot, és una explicació una mica més general de grans escoles i moviments sota els quals es poguessin agrupar els autors (com l'empirisme i el racionalisme, la il·lustració, o la mateixa filosofia analítica, per exemple), en comptes de deixar-los a cadascun aïllat en el seu propi capítol. Això no treu que el llibre sigui una bona lectura a nivell introductori per a un públic que es vulgui aproximar a la filosofia per primer cop, especialment pel seu llenguatge planer i extremadament accessible, i per l'estil narratiu de Warburton, que guia els lectors, a l'estil socràtic, a través de preguntes i dilemes que s'han d'anar pensant a través de la lectura.
Continguts: Des de Sòcrates fins a Peter Singer, el llibre repassa moments i figures clau de la història del pensament occidental, a través de breus capítols temàtics, encadenats els uns amb els altres narrativament.
M'agrada: El to divulgatiu i col·loquial de la proposta, que planteja la filosofia des de la seva pràctica i la seva utilitat, i en aquest sentit parteix de la intel·ligència dels lectors per seguir el fil de l'argumentació i, també, plantejar les seves pròpies preguntes.
No m'agrada: Hi ha moments en què l'autor abusa de la simplificació, cosa que se m'ha anat fent més evident com més s'anava apropant a l'època contemporània.
Sobre el libro Becoming Evil de James Waller, subtítulo “Cómo la gente normal comete genocidios y asesinatos de masas”. … en este libro encontré por primera vez la tendencia humana a dividir el mundo en Ellos/Nosotros, que es considerada un universal antropológico, y ahí comenzó mi interés por estudiar la teoría de la evolución para comprender la mente humana … descubrí ahí que nuestra moralidad no es universal, no se aplica a todos los seres humanos, sino que su ámbito de aplicación viene marcado por los límites de lo que considero mi grupo. Nuestra moralidad llega hasta los límites de nuestro grupo, se aplica a nuestra comunidad moral, es decir, no empleamos las mismas normas con los individuos que pertenecen a nuestro grupo (Nosotros) que con los individuos que no pertenecen a nuestro grupo (Ellos).
Soy incapaz de aprender nada de memoria. Al menos, voluntariamente. La razón fundamental es que no me da la gana. Y no me da la gana porque memorizar atonta, y no hay nada más aburrido que embotarse en la repetición mecánica de algo. Tal vez esto de memorizar sirva, a lo sumo, para relajarse (como rezar o hacer meditación) pero (como rezar o hacer meditación) no sirve para aprender nada.
Tal es mi tirria a memorizar que cuando tuve que estudiar el código de circulación intente reescribirlo, more geométrico, como la Ética de Spinoza, a ver si así me lo aprendía. Fue imposible, claro: ni yo soy Spinoza ni el sistema de señales de tráfico es lógicamente sistematizable, te pongas como te pongas. Pero eso sí, gracias a que me puse, se me quedó el dichoso código en la cabeza. Está claro: razonar (sin más) implica memorizar; mientras que memorizar (sin más) no supone necesariamente razonar; ni de lejos.
Una ventaja de no querer o saber memorizar es que uno tiene que repensar con frecuencia las cosas. Y esto, en relación con asuntos de enjundia (que son los que hay que pensar, ¿para qué si no?), es un ejercicio muy saludable. Saber no consiste en memorizar enciclopedias (¿se acuerdan de las enciclopedias?), sino en mantener el tono intelectual de aquellos que las hicieron posibles. Y cultivar esa inquietud intelectual no se logra memorizando o calculando mecánicamente. Ni siquiera leyendo lo que suponemos que pensaron otros. Ya advirtió Platón en el Fedro (y no cito de memoria) que la generalización de la escritura iba a acostumbrar a la gente a repetir ideas solo por el hecho de haberlas leído y memorizado, aumentando significativamente el número de eruditos atorrantes…
Por supuesto que siempre hay necesidad de recordar datos, aunque esto es algo secundario para alguien que razone con cuidado. Tengo un amigo filólogo que es capaz de leer en varias lenguas (todas románicas, cierto) sin haber memorizado listas de reglas o vocabulario. Le basta dominar las estructuras del idioma (por haber traducido mucho latín y griego), reconocer algunas palabras muy comunes, e ir induciendo o deduciendo hipótesis a partir de ellas y del contexto. Piensen que un número excesivo de datos o detalles impiden pensar y saber nada. ¿Recuerdan (grosso modo) a Funes el memorioso, aquel personaje de Borges incapaz de olvidar y, por lo mismo, de pensar en nada?...
Es por todo esto que me resulta tan extraña y desencaminada la defensa numantina que hacen de la memoria algunos de mis colegas docentes. Piden que no caricaturicemos su posición mencionando aquella práctica estúpida de memorizar listas de reyes godos y cosas parecidas, pero es que no se sabe muy bien qué es, entonces, lo que defienden. Si es que todo proceso cognitivo implica emplear la memoria, a esto no se opone nadie. Y si de lo que se quejan es de que los alumnos no manejan tantos datos de memoria como antes, la réplica es fácil: no hace falta. Igual que la aparición de la escritura (pese a la objeción de Platón) permitió que la gente dedicara menos tiempo a repetir cosas, y más a crear y pensar, el auge, hoy, de la cultura digital está acabando con rémoras (como pasarse un mes recabando datos que se pueden encontrar y organizar ahora en unos minutos) que obligaban entonces, por economía del tiempo, a utilizar mucho más la memoria…
Estos colegas míos deberían saber, en fin, que aprender no es nunca el resultado de memorizar nada, sino que es el memorizar lo que resulta (entre otras cosas) de un buen aprendizaje, es decir, de aquella experiencia que, lejos de limitarse a instalar datos en la cabeza, cambia y reorganiza tu forma de pensar y vivir.
Sé todo esto porque estudié con aquellos viejos profes sesentayochistas que, como pedagogos deseosos de aprender a enseñar les darían hoy unas cuantas vueltas a algunos de mis colegas más jóvenes. Y lo hice, además, en un cole en el que no te obligaban a memorizar nada (ni a hacer demasiados exámenes). Gracias a ello hoy soy, como decía, casi completamente incapaz de aprender nada si no lo pienso y ordeno antes de forma crítica en mi cabeza…
Pese a esto, creo que no me ha ido mal del todo. Como tampoco a la mayoría de los alumnos que han pasado durante años por mis manos. Ellos me han confirmado que no hay otra forma posible de aprender que rehuyendo de toda memorización mecánica (es decir, de toda memorización a secas), y, por supuesto, de esa obsesión por los exámenes – casi todos de memorieta – que pervierten el aprendizaje, transformándolo en adiestramiento perruno y alienante.
"Esta semana he sabido que cuando hace mil años el Círculo Filosófico Soriano invitó al pedagogo Gregorio Luri a dar una charla le dejó las cosas claritas. "Sepa usted que aquí en Soria solo nos interesa lo eterno". Qué declaración de principios, qué manera de centrarnos".
María Piñeiro en el Diario de PontevedraDesprés d'acabar Els enfonsats i els salvats, rellegeixo dos articles de Diego Gambetta, professor de Sociologia a la Universitat de Florència, que es van publicar a Boston Review (1999 i 2016 - el segon és una mena d'apèndix o actualització del primer) i que qüestionen la tesi del suïcidi de Levi, generalment acceptada pels seus biògrafs. A través d'una reconstrucció meticulosa dels últims minuts de la vida de Levi, l'11 d'abril de 1987 cap a dos quarts d'onze del matí, el que fa Gambetta no és desmentir categòricament la tesi del suïcidi, sinó denunciar l'acceptació d'aquesta versió dels fets a cegues i fins i tot en absència de proves.
La tesi de Gambetta a l'article és que els intèrprets de la vida de Levi, fins i tot la policia, van patir un biaix cognitiu que els va portar a associar inequívocament la caiguda pel forat de l'escala del bloc de pisos on vivia amb el suïcidi a causa de la seva condició de supervivent de l'Holocaust, i no a través de les proves directes físiques. La hipòtesi de l'accident sembla més coherent amb les proves físiques i ha quedat reforçada amb testimonis que van sorgir una mica després de l'impacte de la primera versió oficial. Tanmateix, el suïcidi obre possibilitats d'interpretació i de debat: representa un triomf dels nazis? És un acte afirmatiu o negatiu en si mateix? Pot atribuir-se unívocament al fet d'haver sobreviscut a l'Holocaust o hi poden haver més factors? En canvi, la tesi de l'accident és força més prosaica i d'estar per casa: en paraules de Gambetta, és un cul de sac en el sentit que no presenta cap interpretació possible.
Deixem-ho clar abans de començar: no tenim proves definitives a favor del suïcidi; no tenim proves definitives a favor de l'accident. Gambetta no nega categòricament cap de les dues possibilitats en cap moment, però denuncia el que anomena "trampa cognitiva" de fer encaixar un individu particular dins d'una categoria preestablerta: la dels supervivents dels camps d'extermini que efectivament se suïciden. El tema m'ha semblat rellevant precisament perquè Levi ens adverteix contínuament, al seu assaig Els enfonsats i els salvats, contra la temptació de les simplificacions i els estereotips, i abraça en tot moment una visió de la condició humana com a intrínsecament ambigua, el que ell anomena la "zona grisa". El debat i la incertesa al voltant de la mort de Levi em sembla un gran exemple d'aquest tipus de temptació, que Gambetta lluita de forma ben eloqüent per desacreditar.
El segon dels articles, el de 2016, és més aviat una crítica als biògrafs de Levi que encara segueixen negant-se a reconèixer la incertesa. No cal desmentir el suïcidi de forma definitiva, però crec que per honestedat intel·lectual cal admetre les dues possibilitats. Com deia Levi a Els enfonsats i els salvats, dues interpretacions oposades d'uns fets poden coexistir i de fet, ho fan efectivament en absència de proves que decantin la balança cap a una de les dues tesis. Crec que és necessari exposar aquesta incertesa amb tots els seus detalls i matisos en comptes d'acceptar com a certa una generalització. És una forma de fer honor a la figura de Primo Levi, com a persona i com a escriptor.
Podeu llegir els articles de Diego Gambetta als següents enllaços:
Provo de fer un resum dels arguments principals d'ambdues tesis:
A favor del suïcidi:
A favor de l'accident:
Tots aquests arguments desmenteixen definitivament la tesi del suïcidi planificat, però no eliminen la possibilitat que fos una decisió impulsiva. A continuació Gambetta exposa la seva reconstrucció dels fets, que es basen en la hipòtesi de Mendel sobre el rodament de cap, i que parteix de la pregunta sobre per què Levi va tornar a sortir a l'escala després d'haver entrat al seu pis:
Quienes saludan con entusiasmo esta posibilidad suelen argumentar que nadie es capaz de distinguir una obra de arte generada por una máquina de la que tiene por autor a un ser humano. Se dice que hay que tener unos grandes conocimientos musicales para distinguir el producto de una máquina del que procede del ingenio humano. También es verdad que buena parte de la música actualmente se hace así, lo que no revela tanto una especial habilidad de los programas como la simpleza de nuestro gusto musical.
En muchos proyectos arquitectónicos, diseños, guiones y series televisivas lo que hay es coloraciones típicas, fraseologías particulares o figuras compositivas propias de autores del pasado. Buena parte del agotamiento de Netflix se explica porque hace tiempo que sus algoritmos no producen más que historias previsibles. Una cosa es producir algo que resulta de la digestión de miles de obras de arte similares, que recambian los clichés que han sido exitosos hasta ahora, y otra dar lugar a algo que merezca ser considerado como original. En sentido estricto, la creatividad humana no puede ni imitarse ni repetirse; implica siempre, aunque sea mínimamente, una cierta transgresión que no es reducible a reglas o agregaciones estadísticas. En cambio, lo que en la computación tiene la apariencias de libres asociaciones sigue estando algorítmicamente determinado, no ha roto con nada, ni aporta ninguna novedad radical; es decir, solo en sentido genérico e impropio se trata de creatividad. La creatividad no puede más que ser imitada algorítmicamente mediante la probabilística y el análisis de datos. Los mismos llevan a cabo un tipo de originalidad limitada. Se mueven en un ámbito en el que las normas están prefiguradas y son capaces de aprender a jugar en el seno de esas limitaciones. En esto no son completamente distintas de nosotros, pues buena parte de lo que los humanos hacemos -también cuando creamos obras artísticas- se mueve dentro de reglas que no cuestionan ni modifican, pero en general la cultura y la existencia humanas son tan interesantes porque tenemos una capacidad de cambiar ocasionalmente esas reglas y es eso precisamente a lo que en sentido estricto llamamos creatividad.
¿En qué puede consistir entonces l aportación de la inteligencia artificial al arte? A mi juicio, las máquinas creativas realizan dos grandes aportaciones: una que tiene que ver con su función auxiliar y otra con revelar el núcleo creativo del arte.
Al hablar de su auxiliaridad, me refiero, pro ejemplo, llevar a cabo las tediosas transposiciones de notas, instrumentan y orquestan de manera que pueda uno elegir entre distintas posibilidades.
Si en lugar de entender que los humanos y las máquinas hacemos lo mismo pensáramos en lo que cada uno hace mejor entonces podríamos reajustar nuestra idea de creatividad tal como lo hicimos con nuestra concepción de los problemas difíciles cuando 'Deep Blue' ganó al campeón de ajedrez Garry Kasparov en 1997. La cuestión no es si el arte de los ordenadores lo hará mejor que nosotros, sino pensar qué podemos hacer únicamente nosotros cuando los ordenadores han alcanzado tal nivel de sofisticación. Frente al pesimismo que diagnostica la marginación del ser humano como el final de la creatividad, tal vez pueda sostenerse exactamente lo contrario. Mientras las máquinas imitan a los creadores, estos pueden desafiar las fronteras de lo inimitable.
La inteligencia artificial no parece saber lo que es el arte, aunque en esto tampoco se diferencia mucho de nosotros, que discutimos este concepto como si no hubiéramos encontrado una definición satisfactoria e incontrovertible. Lo que nos diferencia de las máquinas no es tanto el desconocimiento que compartimos con ellas acerca de la naturaleza del arte sino el hecho de que nos planteamos una y otra vez esa pregunta que a ellas no parece inquietarles demasiado.
Daniel Innerarity, El sueño de la máquina creativa, El Correo 05/02/2023
Llegim al grup Filosofia i feminismes una interessantíssima obra de Carole Pateman, crítica del contractualisme des del feminisme i la crítica al capitalisme. El feminisme no és (no ha de ser) secundari al liberalisme, el socialisme o l'anarquisme. Defensora, per cert ,de la renda bàsica des del 2000.
Desde el siglo XVII, las feministas han tenido clara conciencia de que las esposas están subordinadas a sus maridos, pero su crítica de la dominación (conyugal) es mucho menos conocida que los argumentos socialistas que subsumen la subordinación en la explotación. Sin embargo la explotación es posible precisamente porque, como mostraré, los contratos sobre la propiedad de la persona ponen el derecho al mando en manos de una de las partes contratantes. Los capitalistas pueden explotar a los trabajadores y los esposos a las esposas porque los trabajadores y las esposas se constituyen en subordinados a través del contrato de empleo y del de matrimonio. El genio de los teóricos del contrato ha sido presentar ambos, el contrato original y los contratos reales como ejemplificando y asegurando la libertad del individuo. Pero, en la teoria del contrato, la libertad universal es siempre una hipótesis, una historia, una ficción política. El contrato siempre genera el derecho político en forma de rela- ciones de dominación y de subordinación.
Carol Pateman: El contrato sexual, pàgina 18
La historia del contrato sexual comienza, de este modo, con la constucción del individuo. Para contar la historia de modo que ilumine las relaciones capitalistas en el patriarcado moderno, ha de considerarse, asimismo, la ruta teórica a través de la cual la esclavitud (civil) se convirtió en el ejemplo de la libertad.
Idem, p 57
Els tradueixo al català de l'edició anglesa del llibre. L'original en italià es va publicar el 1986. Les zones grises, les ambigüitats, la veu dels salvats, la ràbia i l'ofensa.
No importava que poguessin morir pel camí, el que realment importava és que no arribessin a explicar la història. De fet, havent funcionat com a centres de terror polític, després com a fàbriques de la mort, i posteriorment (o simultàniament) com a reserves immenses de mà d'obra esclava constantment renovada, els Lagers havien esdevingut perillosos per a una Alemanya moribunda perquè contenien el secret mateix dels Lagers, el crim més gran de la història de la humanitat. L'exèrcit de fantasmes que encara hi vegetava es composava de Geheimnisträger, portadors de secrets que han de ser eliminats. (Prefaci)
Totes les biografies de Hitler, malgrat no es posin d'acord en la interpretació de la vida d'aquest home tan difícil de classificar, coincideixen en la fugida de la realitat que va marcar els seus últims anys, que comença en particular amb el primer hivern rus. Havia prohibit i denegat als seus subjectes qualsevol accés a la veritat, els havia contaminat la moralitat i la memòria; però, en una mesura que va anar creixent gradualment i va arribar a la paranoia completa dins del búnquer, va barrar-se el pas de la veritat també a si mateix. Com tots els jugadors, va edificar al seu voltant un escenari fet de mentides supersticioses, que va acabar creient amb la mateixa fe fanàtica que exigia de tots els alemanys. El seu col·lapse no va suposar tan sols la salvació de la humanitat, sinó també una prova del preu que s'ha de pagar quan es desmembra la veritat. (Capítol 1 - La memòria de l'ofensa)
Els joves especialment demanen claredat, una línia definida; com que la seva experiència del món és minsa, no els agrada l'ambigüitat. En tot cas, la seva expectativa reprodueix exactament la dels nouvinguts als Lagers, joves o no; tots ells, amb l'excepció dels que ja havien patit experiències similars, esperaven trobar un món terrible però desxifrable, que es conformés al senzill model que portem dins nostre de forma atàvica - "nosaltres" dins i l'enemic fora, separats per una frontera geogràfica clarament delimitada. (Capítol 2 - La zona grisa)
Abans de discutir els motius que van impulsar alguns presoners a col·laborar en diversos graus amb les autoritats del Lager, cal declarar tanmateix que davant d'aquests casos humans és imprudent precipitar-se amb els judicis morals. S'ha de deixar clar que la responsabilitat més gran està en el sistema, l'estructura mateixa de l'estat totalitari; la culpa afegida per part dels col·laboradors individuals petits o grans (mai agradosos, mai transparents!) sempre és difícil d'avaluar. És un judici que ens agradaria confiar només als que es van trobar en les mateixes circumstàncies, i van tenir la possibilitat de posar a prova en carn pròpia el que significa actuar sota coerció. Manzoni ho sabia molt bé: "Provocadors, opressors, tots aquells que fan mal als altres d'alguna forma, són culpables, no només del mal que cometen, sinó també de la perversió que causen en els esperits dels ofesos." La condició dels ofesos no els exclou de la culpabilitat, i aquesta tot sovint és objectivament seriosa, però no conec cap tribunal humà a qui es pogués delegar aquest judici. (Capítol 2 - La zona grisa)
D'uns homes que han conegut una misèria tan extrema no es pot esperar una declaració en el sentit jurídic del terme, sinó quelcom que és a la vegada un lament, una maledicció, una expiació i un intent de justificar-se o rehabilitar-se. S'ha d'esperar d'ells un esclafit alliberador en comptes d'una veritat amb rostre de Medusa. (Capítol 2 - La zona grisa)
La compassió i la brutalitat poden coexistir en el mateix individu i en el mateix moment, en contra de tota lògica; i de fet, la compassió mateixa eludeix la lògica. No hi ha proporció entre la llàstima que sentim i l'abast del dolor que ens provoca aquesta llàstima: una sola Anna Frank ens provoca més emoció que les miríades que van patir el mateix que ella però la imatge dels quals ha quedat a l'ombra. Potser cal que sigui així; si haguéssim de patir els dolors de tothom i en fóssim capaços, no podríem viure. Potser el terrorífic do de la llàstima per a tothom només li és donat als sants, als Monatti, als membres dels Equips Especials, i a tots nosaltres ens queda, en el millor dels casos, tan sols la llàstima esporàdica que s'adreça a un sol individu, el Mitmensch, el co-home: l'ésser humà de carn i ossos que tenim al davant, a l'abast dels nostres sentits providencialment miops. (Capítol 2 - La zona grisa)
Fins i tot sense haver de recórrer al cas extrem dels Equips Especials, sovint ens passa als que hem tornat que quan descrivim les nostres vicissituds, el nostre interlocutor ens diu: "Al vostre lloc jo no hauria durat ni un sol dia." Aquesta afirmació no té cap significat precís: ningú no és mai al lloc d'algú altre. Cada individu és un objecte tan complex que no té sentit intentar preveure el seu comportament, encara menys en situacions extremes; ni tampoc és possible preveure el comportament propi. Per tant, demano que meditem sobre la història dels "corbs del crematori" amb llàstima i rigor, però que en suspenguem el judici. (Capítol 2 - La zona grisa)
Pocs supervivents se senten culpables d'haver fet mal, robat o colpejat un company deliberadament: els que ho van fer (els Kapos, però no només ells) en bloquegen el record; però, en canvi, quasi tothom se sent culpable de no haver ajudat. La presència al teu costat d'un company que és més feble, menys astut, o més gran, o massa jove, aclaparant-te amb les seves demandes d'ajut o quedant-se simplement allà, que en si mateix ja és una súplica, és una constant al món del Lager. La demanda de solidaritat, d'una paraula amable, un consell, o fins i tot tan sols d'una orella que escolti, era permanent i universal però rarament obtenia resposta. No hi havia temps, espai, intimitat, paciència, força; la majoria de vegades, la persona a qui se li demanava es trobava a la vegada en un estat de necessitat o en deute. (Capítol 3 - Vergonya)
No és més que una suposició, de fet l'ombra d'una sospita; que tothom és el Caïm del seu germà, que tots nosaltres (però aquest cop dic "nosaltres" en un sentit molt més ampli, de fet universal) hem usurpat la posició del veí i vivim en lloc seu. És una suposició, però ens rosega; se'ns ha instal·lat a dins com un corc; no es veu des de fora però rosega i raspa. (Capítol 3 - Vergonya)
Em sentia innocent, sí, però em trobava entre els salvats i per tant en recerca permanent d'una justificació davant dels meus ulls i els dels altres. Els pitjors van sobreviure - és a dir, els més aptes; els millors van morir tots. (Capítol 3 - Vergonya)
Nosaltres, que vam ser afavorits pel destí intentàvem, amb més o menys seny, explicar no només el nostre destí, sinó també el dels altres, els submergits; però aquest era un discurs "en nom de terceres persones", la història de coses que havíem presenciat de prop, però no experimentat personalment. Quan va acabar la destrucció, el que s'havia acomplert no ho va explicar ningú, igual que no torna mai ningú a explicar la seva pròpia mort. Fins i tot si haguessin tingut paper i ploma, els submergits no haurien testificat perquè la seva mort ja havia començat abans que la del seu cos. Setmanes i mesos abans que els apaguessin, ja havien perdut la capacitat d'observar, de recordar, de comparar-se i expressar-se. Nosaltres parlem en lloc seu, per delegació. (Capítol 3 - Vergonya)
L'oceà de dolor, passat i present, ens envoltava, i el seu nivell va anar pujant any rere any fins que quasi ens va submergir. Era inútil tancar els ulls i girar-li l'esquena, perquè era per tot arreu, en totes direccions, fins a l'horitzó. No ens era possible, ni volíem, convertir-nos en illes; els justos entre nosaltres, ni més ni menys nombrosos que en qualsevol altre grup humà, sentien remordiment, vergonya i dolor per les maldats que els altres i no ells havien comès, i en les quals se sentien involucrats, perquè sentien que el que havia passat al seu voltant en la seva presència, i dins seu, era irrevocable. Mai no es podria tornar a netejar; demostraria que l'home, l'espècie humana - nosaltres, en definitiva - érem potencialment capaços de construir una enormitat infinita de dolor; i aquest dolor és l'única força que es crea del no-res sense cost i sense esforç. N'hi ha prou amb no veure, no escoltar, no actuar. (Capítol 3 - Vergonya)
Havien introduït dins dels caps dels joves nazis que al món només existia una civilització, l'alemanya; totes les altres, presents o passades, eren acceptables només en la mesura que continguessin elements alemanys. Així doncs, qui no entengués o parlés alemany era un bàrbar per definició; si insistia a expressar-se en la seva pròpia llengua, de fet, en la seva no-llengua, l'havien de colpejar fins que callés i tornar-lo al seu lloc, estrebant-lo, arrossegant-lo i empenyent-lo, perquè no era un Mensch, no era un ésser humà. (Capítol 4 - Comunicar)
Mirant enrere amb la saviesa del pas del temps cap aquells anys que van devastar Europa i al final també Alemanya mateixa, et sents dividit entre dues opinions. Estàvem presenciant el desenvolupament racional d'un pla inhumà o una manifestació (fins llavors única en la història i encara no explicada amb satisfacció) de bogeria col·lectiva? Una lògica aplicada a fer el mal, o absència de lògica? Com passa tan sovint en els afers humans, les dues alternatives coexistien. (Capítol 5 - Violència inútil)
L'operació no era gaire dolorosa i durava amb prou feines un minut, però era traumàtica. La seva càrrega simbòlica era clara per a tothom: això és una marca inesborrable, no sortiràs mai d'aquí; aquesta és la marca que es posa als esclaus i al bestiar que s'envia a l'escorxador, i en això us heu convertit. Ja no tens nom; això és el teu nom. La violència del tatuatge era gratuïta, un fi en si mateix, pura ofensa. No n'hi havia prou amb els tres números cosits als pantalons, la camisa i l'abric? No, no n'hi havia prou: calia quelcom més, un missatge no verbal, perquè els innocents poguessin sentir la seva sentència escrita a la carn. També era un retorn a la barbàrie, encara més pertorbadora per als jueus ortodoxos: de fet, precisament per distingir-se dels bàrbars, la llei mosaica prohibeix els tatuatges (Levític 19, 28). (Capítol 5 - Violència inútil)
En altres paraules: abans de morir la víctima havia de ser degradada, per tal que l'assassí se sentís menys aclaparat per la culpa. Aquesta explicació té la seva lògica però clama al cel: és l'única utilitat de la violència inútil. (Capítol 5 - Violència inútil)
La cultura em va ser útil; no sempre, de vegades potser de forma subterrània i imprevista, però em va fer bon servei i potser em va salvar. (Capítol 6 - L'intel·lectual a Auschwitz)
La raó, l'art i la poesia no ajuden gens a desxifrar un lloc al qual tenen prohibida l'entrada. En la vida diària, formada d'avorriment i entreteixida amb l'horror, era saludable oblidar-les, igual que era saludable aprendre a oblidar la llar i la família; no em refereixo a un oblit definitiu que, d'altra banda, no hauria estat possible, sinó un arraconament a les golfes de la memòria on es depositen totes les andròmines que ja no són útils per a la vida diària. (Capítol 6 - L'intel·lectual a Auschwitz)
Potser perquè era més jove, potser perquè era més ignorant que ell, o estava menys marcat, o era menys conscient, quasi mai vaig tenir temps per dedicar-li a la mort; tenia moltes altres coses que m'ocupaven - trobar un bocí de pa, evitar el treball extenuant, adobar-me les sabates, robar una escombra, o interpretar els signes i els rostres que m'envoltaven. Els objectius de la vida són la millor defensa contra la mort: i no tan sols al Lager. (Capítol 6 - L'intel·lectual a Auschwitz)
Molts europeus d'aquella època, i no només europeus i no només d'aquella època, es comportaven i encara es comporten com en Palmström, que negava l'existència de les coses que no haurien d'existir. (Capítol 7 - Estereotips)
Les pors d'avui són més o menys fundades que les pors d'aquell temps? Pel que fa al futur, som igual de cecs que els nostres pares. Els suïssos i els suecs tenen els seus refugis antinuclears, però què trobaran quan tornin a sortir a l'exterior? Hi ha Polinèsia, Nova Zelanda, la Terra del Foc, l'Antàrtida: potser en sortiran il·leses. Obtenir un passaport i un visat d'entrada és més fàcil que no pas ho era aleshores: per tant, per què no hi hem marxat, perquè no abandonem els nostres països, per què no fugim "quan encara hi som a temps"? (Capítol 7 - Estereotips)
Una generació escèptica està a punt d'entrar a l'edat adulta, mancada no d'ideals però sí de certeses, desconfiada de la gran veritat revelada: disposada en canvi a acceptar veritats petites, que canvien amb el pas dels mesos o de l'onada convulsa de les modes culturals, ja siguin assenyades o forassenyades. (Conclusions)
Hem de ser escoltats: per sobre i més enllà de les nostres experiències personals, hem estat el testimoni col·lectiu d'un esdeveniment fonamental i inesperat, fonamental precisament perquè era inesperat, que no va ser previst per ningú. Va tenir lloc malgrat totes les previsions; va passar a Europa. Increïblement, va passar que un poble sencer civilitzat, que acabava de sortir de la fervent primavera cultural de Weimar, va seguir un bufó la figura del qual avui dia fa riure, i tot i així Adolf Hitler va ser obeït i les lloances se li van cantar ben bé fins a la catàstrofe. Va passar, per tant, pot tornar a passar: aquest és el nucli del que hem de dir. (Conclusions)