En el fondo, y en tanto el problema de no tener amos no encuentre solución, preferir la monarquía a las demás formas políticas es preferir la unidad a la división, es esperar el advenimiento de la unidad verdadera, es tender a la comunión universal de los hombres. Por eso, la monarquía y el papado subsisten aún hoy, a pesar de tantas revoluciones.
Es el deseo mismo de libertad el que creó las monarquías. Pareció a los hombres –y, al hacerlo, no anduvieron del todo equivocados– que serían todos más libres adjudicando a un solo árbitro el destino de todos y entregando a uno solo sus poderes. Con ello obtendrían al menos un orden que impediría a una multitud de déspotas ejercer todas las violencias que les inspiraran sus pasiones. La monarquía pareció así durante mucho tiempo una solución al problema de la igualdad.
La Boétie rechaza esta solución, pero no da otra: ésta fue su gran equivocación.
Pierre Leroux,
El 'Contra Uno' de Étienne de la Boètie, apéndice al
Discurso de la servidumbre voluntaria, La Plata: Terramar, Buenos Aires 2008p.p1 {margin: 0.0px 0.0px 0.0px 0.0px; text-align: justify; text-indent: 14.2px; font: 10.0px 'Times New Roman'} p.p2 {margin: 0.0px 0.0px 0.0px 0.0px; line-height: 0.1px; font: 12.0px 'Times New Roman'; min-height: 15.0px}