Jacques Rancière |
El conflicto político, en suma, designa la tensión entre el cuerpo social estructurado, en el que cada parte tiene su sitio, y la “parte sin parte”, que desajusta ese orden en nombre de un vacío principio de universalidad. La verdadera política trae siempre consigo una suerte de cortocircuito entre el universal y el particular: la paradoja de un “singular universal”, de un singular que aparece ocupando el universal y desestabiliza el orden operativo “natural” de las relaciones en el cuerpo social.
Esta identificación de la no-parte con el todo, de la parte de la sociedad sin un verdadero lugar (o que rechaza la subordinación que le ha sido asignada), con el universal, es el ademán elemental de la politización, que reaparece en todos los grandes acontecimientos democráticos, desde la Revolución Francesa(cuando el tercer estado se proclamó idéntico a la nación, frente a la aristocracia y al clero), hasta la caída del socialismo europeo (cuando los “foros” disidentes se proclamaron representantes de toda la sociedad, frente a lanomenklatura del partido).
Cuando los “excluidos” protestan contra la élite dominante, la verdadera apuesta no está en las reivindicaciones explícitas (aumentos salariales, mejores condiciones de trabajo, etc.) sino en el derecho fundamental a ser escuchados y reconocidos como iguales en la discusión. Cuando ello ocurre se modifica el contexto que determina el funcionamiento de las cosas: llega lo político.
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