John Rawls |
Parte de la justificación de un proyecto político normativo pasa por mostrar que este puede ser razonablemente estable. Las emociones son interesantes en este sentido, en parte, por nuestras dudas e interrogantes a propósito de la estabilidad. Pero, a partir de ahí, tenemos que preguntarnos qué formas de emoción pública pueden ser estables a lo largo del tiempo, es decir, sin necesidad de someter nuestros recursos humanos a una presión excesiva. Sostengo que tenemos que investigar, y saber apreciar, todo aquello que nos ayude a ver el desigual y, con frecuencia poco agraciado, destino de los seres humanos en el mundo con humor, ternura y goce, en vez de con un furor absolutista por una perfección imposible. La fuente primaria de las dificultades políticas radica en ese omnipresente deseo humano de vencer ese desvalimiento tan crucialmente consustancial a la vida humana en sí: en ese afán de alzarse (por así decirlo) sobre eso tan desagradable que es lo «meramente humano». Muchas formas de emoción pública alimentan fantasías de invulnerabilidad, pero todas esas emociones resultan perniciosas. El proyecto que concibo aquí funcionará únicamente si halla vías para hacer que lo humano pueda inspirar amor y para inhibir el asco y la vergüenza.
Ningún proyecto así podría salir adelante si no ligara la cuestión de las emociones públicas a un conjunto definido de objetivos normativos. Yo concibo en todo momento un tipo de liberalismo que no es moralmente «neutral», pues está dotado de cierto contenido moral definido, en el que destacan la igualdad de respeto por todas las personas, el compromiso con la igualdad de la libertad de expresión, asociación y conciencia para todos los ciudadanos, y una serie de derechos sociales y económicos fundamentales. Estos principios y compromisos limitarán necesariamente las posibles vías a través de las que puedan cultivarse las emociones. La sociedad que imagino debe lidiar con el problema de Rousseau sin desatender los compromisos y principios de un Estado lockeano/kantiano. Habrá quien piense que la idea de una «religión civil» no es sostenible bajo tan restrictivas condiciones, o que no puede materializarse de un modo mínimamente interesante o atractivo. Pero ya veremos. (CONTINUARÀ)
Martha C. Nussbaum, Las emociones políticas. ¿Por qué el amor es importante para la justicia?,Paidos, Barna 2014