Hoy he comido en
La cuina dels capitans, en el puerto del Masnou, con Eduard Puigventós. Hemos hablado, por supuesto, de su libro,
Ramón Mercader, el hombre del piolet, pero también de la investigación histórica, de archivos, de personas que hemos conocido, de nuestras lagunas, de chascarrillos... y nos hemos intercambiado documentación varia. Me he venido a casa con el libro del Krivitsky (
Yo, jefe del servicio secreto militar soviético), un número de
La Révolution Prolétaire de noviembre de 1948 que recoge, además de un artículo sobre la reforma de la enseñanza (ese
perpetuum mobile), el relato de A. Rosmer sobre el asesinato de León Trotsky, y, por último un libro que es para mi una pequeña joya,
Heroes I Have Known, de Max Eastman. Nada más llegar a casa he devorado el capítulo dedicado a Dewey. La vida feliz debe parecerse bastante a una vida de investigación, lecturas y tertulias (sin, por supuesto, la necesidad de escribir nada). Pero para llegar a ser feliz, feliz de verdad, al llegar a casa uno debería encontrarse, como yo hoy, con los nietos poniendo todo patas arriba.