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Durante el curso pasado, participé junto a otros compañeros en un proyecto de innovación educativa, en el que estuvimos trabajando con dilemas morales. En mi aportación al mismo, fue abordando mediante un dilema cada uno de los temas de la educación ético-cívica de 4º de ESO. Y en este curso, cumplido ya el proyecto, intentaré compartir todo aquel material generado. A cada uno de los dilemas le acompaña un pequeño comentario, siguiendo una forma de trabajo que se puede encontrar en libros como el de Martin Cohen (101 dilemas éticos)Así que aquí va el primer dilema, relacionado en este caso con una introducción a los conceptos de ética, moral y política.
Corruptilandia era una sociedad peculiar. De puertas afuera, la corrupción y el robo eran muy criticados, pero todo el mundo reconocía, en las conversaciones de amigo a amigo, que robaría dinero y recursos públicos en cuanto pudiera. Siempre que tuviera cierta seguridad, claro está, de que nadie le iba a descubrir. Esta era una de las peculiaridades de esta sociedad: aunque todo el mundo robaría, eran tremendamente críticos hacia quien lo hacía. No tanto por las leyes, que en el fondo eran bastante benévolas, sino más bien por las acciones públicas: manifestaciones civiles y medios de comunicación repudiaban con toda su alma toda corrupción que se descubriera, sin reconocer ni por asomo que ellos mismos, quienes la rechazaban, cometerían ese delito de encontrarse en la situación oportuna.
Había, como siempre, honrosas excepciones. Gentes que, creyéndose las manifestaciones y las denuncias de los periódicos, estaban convencidas de que cada vez había menos corrupción, y que los índices de robos impunes descendían. Así ocurría con un alto cargo del ministerio de Fomento: Constantino Cente había logrado ascender gracias a su esfuerzo, trabajo y dedicación, siempre acompañado por su inseparable amigo Jesús Tracción. Se conocían desde pequeños, y sus familias pasaban mucho tiempo en común: excursiones, vacaciones Por eso tampoco era de extrañar que las carreras de ambos hubieran sido muy similares y Jesús pasaba por ser uno de los mejores asesores y ayudantes de Constantino.
Sin embargo, todo se torció el día en que Constantino descubrió un agujero en las cuentas de su ministerio. Preocupado, se quedó haciendo horas extras, hasta darse cuenta de que Jesús había robado 90.000 euros. Ahora empezaba a explicarse cómo había logrado pagar los caros tratamientos médicos que había requerido uno de sus hijos. Esas cuentas iban a enviarse a hacienda y allí podrían ser descubiertas. ¿Qué debería hacer Constantino, traicionar a su mejor amigo y denunciar públicamente la corrupción de su ministerio o guardar silencio y hacerse cómplice por tanto del robo en las cuentas públicas?
ComentarioEl problema de la corrupción política es uno de los más recurrentes, tanto dentro de la teoría política como en los diarios. La vieja pregunta de quién vigila al vigilante ha recibido muchas respuestas a lo largo de la historia. En nuestra historia, hemos querido darle un toque distinto, al introducir el componente de la amistad y al evitar la cuestión que todo el mundo esperaría: ¿Serías corrupto en caso de tener la ocasión? Esta pregunta, por desgracia, se responde con mucha frecuencia desde las noticias que nos llegan a través de los medios de comunicación. Hay entonces algo que no podemos ignorar: los políticos, los banqueros o los grandes empresarios, tan frecuentemente centro de las iras de muchos, no son marcianos de provengan de un lejano planeta, sino ciudadanos formados en una sociedad que es también la nuestra. No sé si es demasiado razonable esperar de otros ciudadanos, hijos de la misma sociedad, comportamientos más ejemplares. Hay sólo dos formas de luchar contra la corrupción: la educación, que tarda décadas en introducir cambios sociales significativos y las leyes, que en tantos y tantos países son excesivamente benévolas con quienes se apropian de lo público.
El bueno de Constantino ha de tomar una decisión que puede interpretarse desde muchos puntos de vista: tiene que elegir entre la amistad y la honestidad. ¿Con cuál de los dos quedarse? Otra forma de enfocarlo: hay dos males a la mano, o bien la pérdida de uno de sus mejores amigos o bien el pasarse al lado oscuro, con el riesgo implícito de que todo sea descubierto y al final termine pagando el propio Constantino los platos rotos. ¿Diríamos entonces que si delata a su amigo está siendo altruista y manteniendo su honor, o más bien se podría interpretar como una forma más de salvar su piel? ¿Sería entonces Constantino tan honesto como pretende? Como si Kant y Aristóteles echaran un pulso de difícil solución, entre el nadie puede vivir sin amigos de Aristóteles y la universalización de la acción moral de Kant.