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Comenzamos los artículos de Historia de la Filosofía haciendo una reflexión sobre el papel de las mujeres en la historia de la filosofía y de la ciencia. Mujeres que, como Hipatia de Alejandría, sabían cuestionar aquello en lo que creían para poder avanzar en el conocimiento. Mujeres que murieron por defender sus ideales contra quienes las obligaban a ser sumisas, enfermas, dependientes o sirvientas. Mujeres a las que se les impedía el acceso a la cultura y a la información, condenadas a la minoría de edad intelectual, para que fueran más manejables y todo el mundo pudiera abusar de ellas impunemente.
Se dice que Hipatia de Alejandría no se casó para no ser sometida a los deseos de ningún hombre y no tener que cargar con las servidumbres de la maternidad, pues al no haber modo de evitarla estando casada, sus posibilidades de dedicarse al saber serían nulas si se la convertía en un vientre y no en un cerebro, que es lo que ella deseaba.
A algunas se las castigó con deshacerse de sus libros, como le ocurrió a Sor Juana Inés de la Cruz. Otras sencillamente fueron juzgadas y condenadas. Los casos de mujeres asesinadas por dedicarse al saber son demasiado numerosos y desgraciadamente siguen vigentes en algunos países del globo. A Hipatia la descuartizaron por ser filósofa en vez de teísta y a muchas otras se las quemó vivas acusándolas injustamente de estar mancilladas por el diablo.
Brujas, hechiceras, súcubos, Evas, Pandoras, todas ellas masacradas por sus ansias de saber. “La culpa siempre es de la mujer” decían los entendidos. Ella era la pecadora si se le ocurría comer del árbol del conocimiento. Ella era la causante de todos los males si se le ocurría abrir una cajita. Ella era el mal, y si era bella, era además una prostituta. Porque una mujer bella y sabia atraerá a los hombres con retorcidas técnicas de seducción y les hará perder la cabeza. De ahí que a muchas mujeres se las obligase a cubrirse los cabellos en los cultos religiosos, pues es bien sabido que una larga melena es la perdición para los varones más jóvenes y fogosos. Lo mejor es deshacerse de ellas con técnicas sutiles y viles, con palabras malsonantes, con gritos, con amenazas o faltándoles al respeto con insinuaciones fuera de lugar.
El acoso sexual ha sido un clásico a la hora de hacer callar a una mujer, máxime si ésta se halla en situación de peligro, debilitada y sin nadie que la defienda. Valiente cobardía es el destrozar la confianza de una dama ofendiéndola con gestos obscenos o invitaciones a compartir momentos íntimos. Y sin embargo sigue siendo el primer recurso para maltratarlas. Una mordaza que las hará titubear y caer en desgracia manchando su honor e invalidando su palabra.
Por consiguiente, parece altamente recomendable hacer una reflexión madura sobre esta temática que nos ayude a entender qué está pasando con las mujeres y por qué es para ellas tan difícil acceder a puestos de representación y saber.
ACTIVIDAD VOLUNTARIA:
La actividad que se os propone es bien sencilla. Consiste en buscar información sobre las tiranteces que ha generado el acceso al saber para las mujeres, sobre alguna mujer filósofa o sobre una mujer que haya sufrido abusos por dedicarse al saber. Podéis elegir cualquiera de los tres temas. Hay que escribir un comentario en el blog bien redactado y lo más culto posible. Incrementará vuestra nota y también vuestro conocimiento. Podéis usar un “nick” o vuestro nombre de pila.
Espero vuestras contribuciones. Nos vemos en clase.
Plazo máximo de realización de la actividad: 13 de Octubre. Dicho día se publicarán todas las respuestas y su corrección.
La belleza es un tema filosófico tan viejo como complicado. La pregunta de partida, como todas en filosofía, es sencilla e imposible de responder de una forma definitiva: ¿Qué es la belleza? La estrategia habitual será la que ya ensayaron en su día tantos y tantos interlocutores de Sócrates: poner ejemplos de cosas bellas. Un paisaje espectacular, tal obra de arte, una pieza musical. La réplica puede ser también la que tantas veces pusiera en práctica el propio Sócrates: no basta con poner ejemplos particulares de belleza, sino que habrá que buscar qué tienen en común todos ellos para poder calificarlos de “bello”. Y quizás encontremos que no hay elementos comunes, que la belleza es caprichosa e inasible. Más aún, que aquello que encontramos horrendo y feo en un contexto puede parecernos bello en otro. El arte nos ha servido de guía en esta discusión: no solo porque haya arte de lo feo, sino porque el arte rompedor de cada tiempo, a menudo convertido en clásico apenas un par de siglos después, ha sido capaz de romper con los cánones de la belleza de su tiempo. Lo feo de ayer es lo bello de hoy, síntoma inequívoco del carácter histórico de este concepto que tanto ha dado que hablar a lo largo del tiempo. Así basculamos, entre subjetivismo y objetivismo, entre Safo y Platón. Veamos algunas de sus ideas.
Cómo se muda lo feo en lo bello. Y cómo lo bello resulta envejeciendo demasiado rápido, arrinconado en el cajón del olvido estético de las nuevas generaciones. Desembocamos en la conocida frase de Safo: bello es lo que uno ama. La consecuencia es inmediata: subjetivismo. Es ese “amor” de cada uno el que convierte al objeto amado en bello. Y es sabido que el amor va y viene y puede fijarse hoy en una cosa y mañana en otra. A buen seguro aman los entomólogos algunos de los insectos que estudian, que pueden parecerle a una mayoría de la sociedad algo sencillamente repugnante, y en ningún caso un ejemplo de belleza. Conclusión: bello es lo feo. No hay motivo para el escándalo lógico, se trata de una consecuencia de la sentencia de Safo: para aquel que ama lo feo, resulta éste bello en algún sentido, pues de otra forma no podría darse esta tendencia amorosa. Puede que el amor contribuya a realzar la belleza del objeto amado, le ponga un valor estético añadido, pero emparentar la belleza con la voluntad subjetiva de calificar algo como “bello” nos sitúa en dificultades. Dejaríamos necesariamente de hablar de belleza, si nos fuera permitido crear innumerables lenguajes privados al respecto. La belleza tiene que brillar, compartirse: el ser humano gusta de compartirla con los demás. Descubrir la belleza es el punto de partida para disfrutarla en común.
Nos vemos llevados, entonces, en esta huida del subjetivismo, hacia nuevas formas de platonismo: amamos lo bello, que es previo e independiente a nosotros. Como si admitiéramos, implícitamente, que esta categoría se sale de la historia, que es atemporal y válida en todo momento y lugar. Anticipamos, entonces, que las generaciones futuras habrán de estremecerse ante una melodía musical, que disfrutarán viendo los cuadros del Louvre o que no podrán permanecer ajenos a una puesta de sol o la inmensidad de una montaña. Lo bello se nos impone, nuestra forma de amarlo consiste en el reconocimiento. Siempre habrá una réplica platónica a la frase de Safo. Más aún: la belleza puede llegar a dominar al ser humano, a obsesionarle, a ejercer una influencia determinante en su vida. Podrá sonar exagerado, pero innegablemente familiar para todos los que de vez en cuando afirman abiertamente: mi vida cambió el día que conocí esta canción/película/cuadro/autor/paisaje. Si la belleza puede entrar en nuestras vidas con tanta fuerza, no cabe imaginar que seamos nosotros los que la damos valor. En el mejor de los casos: nos dejamos arrastrar por ella, por ese torrente indomable de valores estéticos ante los que perdemos incluso la libertad: no somos capaces de permanecer indiferentes ante lo bello que nos mueve, que nos apasiona. Experiencia por cierto que anule quizás la propia pregunta filosófica: a quién le importa si es subjetiva u objetiva la belleza, cuando ésta nos sumerge en uno de los goces vitales más intensos que puede experimentar el ser humano.
Après avoir inspiré la vague révolutionnaire dans le monde arabe, la Tunisie se trouve parfois prise dans des rouleaux d’écume au goût bien amer. Si l’on se mettait en quête d’une preuve que le « printemps arabe » est une expression vide de sens, l’affaire du « jihad sexuel » serait-celle-ci. Des centaines de jeunes Tunisiennes auraient été victimes d’une traite islamiste et envoyées sur le front syrien pour nourrir les fringales libidineuses des membres du front Al-Nosra, un mouvement jihadiste financé par nos chers amis qataris. Le phénomène a pris une telle ampleur que le grand mufti de la République tunisienne a dû publiquement prononcer le caractère haram (illicite) du jihad sexuel tandis que le gouvernement Ennahda annonce déjà l’adoption par les services sociaux tunisiens des enfants nés d’unions aussi éphémères que les étreintes de Woodstock.Eh oui, si l’on y regarde de près, sous couvert de mener la guerre sainte, ces pauvres péronnelles assurent le repos du guerrier vert avec le stakhanovisme des meilleures courtisanes. L’hebdomadaire tunisien Al-Mijhar publie le récit d’une de ces pauvresses qui a gagné la Syrie la foi au cœur. Cette ancienne étudiante en histoire montrait tous les signes extérieurs de l’orthodoxie islamique, voilée qu’elle était depuis ses 17 printemps. Mais, à 21 ans, embrigadée dans des réseaux broussailleux, la voilà qui se rend sur le front nord syrien en compagnie de son mari. Aussitôt divorcée, elle convole en justes noces avec l’un des chevau-légers d’Al-Nosra, qui consomme l’union, puis la répudie… Le cycle mariage-union-divorce se poursuit… 152 fois. À en croire l’ancienne combattante, les islamistes ne manquaient pas d’assiduité dans leurs alcôves, contractant jusqu’à cinq mariages par semaine.La « jihadette » est finalement revenue en Tunisie en juillet dernier, enceinte de six mois, affligée par l’épidémie de Sida et d’autres joyeusetés sexuellement transmissibles qui sévissent parmi la rébellion islamiste. Son premier époux ayant été tué par Al-Nosra pour « rébellion », voilà la jeune jihadette veuve et traumatisée, mais toujours voilée…
Hölderlin |