Dada la angustiosa situación ante la que se halla el sistema educativo español, amenazado con unos borradores de reforma educativa que rayan lo insultante, parece ser que no queda más remedio que continuar con los artículos de una nueva sección del blog denominada “activismo“.
En concreto, este es un artículo dedicado a los Institutos de Enseñanza Secundaria. Para todo estudiante de la escuela pública, el paso del colegio al IES se presenta como uno de los momentos más angustiosos y a la vez más iluminadores de toda su vida. Quien no haya vivido la experiencia se ha perdido todo un momento crucial que marca un antes y un después en la vida de los pre-adolescentes españoles. Con trece añitos, una se sentía demasiado pequeña en aquel centro tan grande, con tantos pasillos, tantos profesores y tantísima gente. Eran los años del “baby boom”, del BUP y del COU. ¿En qué clase me tocaría? ¿Podría sentarme con alguna compañera del colegio? ¿Qué nuevas amistades podría hacer? Es más, ¿qué se estudiaba en un instituto…? El desconcierto era total pero la ilusión era aún mayor.
Estudiar se estudiaba mucho por aquellos tiempos, de manera que aún no encajando en el perfil de la alumna sobresaliente sí puedo considerar que al titular como Bachiller tenía una formación cultural amplia y diversa, gracias a algunos profesores sencillamente brillantes, la cual no he vuelto a tener jamás. Todo se va olvidando, es lo que tiene la especialización. Cuando comencé a estudiar la carrera tuve muy claro que quería ser profesora de filosofía y, en concreto, profesora de Instituto.
Un Instituto es para mí el templo del saber. Es un lugar especial en el que puedes encontrar a diversos profesionales de distintas especialidades, duramente seleccionados y con proyectos educativos personales e innovadores. Al entrar a trabajar en un Instituto no te piden que firmes un panfleto ideológico, existe la libertad de cátedra, y eso dota a los centros de una diversidad más valiosa que el tesoro más ansiado. Prácticamente son los únicos lugares en los que aún se respira un ambiente limpio, sin humedades, sin alcanfor, sin símbolos desconcertantes, un lugar en el que el edificio de las ideas se construye sobre los pilares de la ética mínima (Adela Cortina dixit) que toda sociedad democrática debería compartir.
Para nuestra desgracia, ahora que somos Europa, los IES están en peligro de extinción. Los mercados han entrado a desgarrar el lugar más preciado con el que me he encontrado, el lugar en el que me siento feliz. Ahora ya no importa formar personas, ahora hay que formar trabajadores embrutecidos que sólo manejen asignaturas “instrumentales” (léase idiomas y matemáticas). Que no sepan pensar, que no sepan dibujar, que no sepan tocar un instrumento, que no sepan montar un circuito, que no crezcan como personas, que no “florezcan” que decía Aristóteles, eso es lo de menos. Basta con diseñar una prueba completamente parcial, tendenciosa y a medida de los países que la idearon, para decirnos constantemente, so pena de incurrir en flagrante mentira, que los españoles somos unos cenutrios.
El llamado “informe PISA” no es más que una gran patraña manipuladora que falta a la verdad y que no evalúa a las personas, sólo a las máquinas de sumar y sólo en las materias que interesa destacar. Es totalmente imparcial, pero tiene un objetivo: homogeneizar; conseguir que aquél país que tenga una educación pública con un amplio abanico de destrezas se centre sólo en las que interesan a los mercados. Y esa es la línea que sigue el ministro de educación español. El negocio. Convertir las escuelas en negocios homogeneizadores, en chiringos educativos montados por cuatro amigos con dinero para formar mentes al gusto, asegurando con total desvergüenza, que ésa es la verdadera calidad. Pues no señor, la calidad se asegura con la independiencia ideológica del profesorado, cada uno de su padre y de su madre, reprensentando la pluralidad de pensamiento que debería existir en toda sociedad que se considere democrática más allá de los papeles mojados (léase Constitución española) y de los brindis al sol.
Los mercaderes han entrado en el templo del saber y la sociedad no puede estar dispuesta a consentirlo. No dejemos que nos fabriquen troquelados y en serie, al gusto del inversor educativo de turno, mantengamos nuestra libertad, luchemos por la independencia, defendamos a los institutos.
Finalizo haciendo una llamada a toda aquella persona interesada en vindicar la permanencia de los IES tal y como han existido en la llamada “democracia española”. No vaya a ser que no lo hagamos y perdamos uno de los pocos reductos que resistían, cuan aldea de Asterix, frente al poder de los imperios económicos. Los tentáculos de Roma son demasiado largos y España debe dejar de ser su feudo. Únete y defiende la pluralidad de materias, defiende la libertad de pensamiento, defiende a tu país y a sus futuros ciudadanos. Defiende el templo del saber, echa a los mercaderes.