10:44
»
El café de Ocata
"Llegaba a él el sordo mugido de las olas que en Francia comenzaban a levantarse: había leído algo de Voltaire, a quien llama escritor delicado (...), conocía la paradoja de Rousseau sobre el influjo de las ciencias y de las letras en la corrupción de los pueblos, y ella y el tema de la Academia de Dijon le dieron pretexto para escribir una larga carta sobre las ventajas del saber, 'impugnando a un temerario que pretendía probar ser más favorable a la virtud la ignorancia que la ciencia'. No hallaba en Rousseau más que 'un estilo declamatorio y visiblemente afectado, una continua sofistería basada, sobre todo en el paralogismo 'non causa pro causa', y una inversión y uso siniestro de las noticias históricas'. Realmente el tema de la Academia de Dijon era una impertinencia de aquellas a que sólo puede contestarse con una paradoja o con un lugar común. 'Tomad la contraria, y os dará gran fama', dijo Diderot a Rousseau, y Rousseau optó por la contraria.(...)"Se equivocaba en creer que Rousseau buscaba únicamente notoriedad de ingenioso con su sofística paradoja, sin reparar, por falta de noticias del autor, que aquella perorata de escolar era el primer grito de guerra lanzado contra la sociedad y la filosofía del tiempo por un ingenio solitario, misantrópico, vanidoso y enfermizo, en cuya cabeza maduraban ya los gérmenes del Discurso sobre la desigualdad de las condiciones, del Contrato social y del Emilio."
Heterodoxos, Libro VI, capítulo I.