... o pecados de tiempos de miserias, que están volviendo.
Hace unos años me encontré en las montañas santanderinas con un anciano perplejo, que no entendía por qué los niños de su pueblo se gastaban el dinero en chucherías en la tienda de la plaza, en vez de invertir su tiempo en la aventura de robarle a él las frutas de los árboles. Veía en esa extraña conducta un presagio de algo que no le gustaba. Las ramas intactas de sus frutales lo dejaban al pobre hombre perdido ante un presente indescifrable.
Me cuentan que han vuelto los robos por los huertos y que los protagonistas no son niños aventureros sino adultos hambrientos.