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El sentimiento de justicia se deriva de la biología y no de la educación que cada uno ha recibido.

JOSEP CORBELLA | La Vanguardia Barcelona | 05/04/2010 |

Reúnan a un grupo de voluntarios con un elevado sentido de la justicia, aplíquenles un campo magnético en el cerebro justo encima de la oreja derecha y verán cómo se transforman en personas con menos escrúpulos dispuestas a justificar actos hechos con mala intención. Es lo que ha hecho un equipo de neurocientíficos de Estados Unidos, en el que participa el catalán Joan Camprodon, afincado en Harvard, en un experimento que muestra cómo el cerebro humano está biológicamente programado para tener opiniones morales.

 

Esta y otras investigaciones neurobiológicas recientes revelan que la moral es una aptitud comparable al lenguaje: aunque la educación la puede estimular, forma parte del sistema operativo básico con que viene equipado el cerebro. Esto explica que, tal como se ha observado en investigaciones anteriores, los juicios ante dilemas morales sean los mismos para personas de distintas edades, sexos, religiones y etnias, independientemente de la educación que se haya recibido. Y explica también que, del mismo modo que algunas lesiones neurológicas pueden afectar a la capacidad del lenguaje, otras pueden afectar a las opiniones sobre qué es moral y qué es inmoral.

En la última investigación, presentada el 29 de marzo en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU., se ha pedido a un grupo de voluntarios que valoraran distintas acciones y dijeran si les parecían más o menos aceptables. Por ejemplo, ¿merece ser perdonada o castigada una persona que causa daño accidentalmente a otra sin tener mala intención? Y, pregunta siguiente. ¿merece ser perdonada o castigada una persona que no causa ningún daño pero en realidad tenía intención de causarlo?

Este es un antiguo dilema filosófico y jurídico: ¿qué merece ser castigado, el daño que se causa o la intención de causarlo? "La neurociencia puede desencallar debates fundamentales que la filosofía ha agotado", observa Camprodon, neuropsiquiatra de la Escuela de Medicina de Harvard.

Según se ha observado en la investigación, las personas con un cerebro sano suelen decir que los daños no intencionados son perdonables, mientras que las intenciones dañinas son punibles. Pero cuando a estas mismas personas se les aplica un campo magnético sobre la oreja derecha, y se deja así temporalmente fuera de servicio una pequeña región del cerebro llamada unión temporoparietal derecha (UTPD), cambian de opinión. A partir de ese momento, una vez esta área del cerebro deja de funcionar bien, la intención de causar daño deja de considerarse tan importante. En cambio, el daño causado se considera más relevante.

La UTPD, que tiene el tamaño aproximado de un garbanzo cocido, no es la única región del cerebro involucrada en los juicios morales, advierte Liane Young, investigadora del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y primera autora del estudio presentado en Proceedings.

Un segundo estudio, en el que también ha participado Young y que ha sido dirigido por Antonio Damasio, pionero de esta área de investigación, ha identificado otra región que tiene un efecto similar al UTPD. Según resultados presentados el 25 de marzo en la revista Neuron, los pacientes que tienen daños en el llamado córtex prefrontal ventromedial pierden la capacidad de evaluar moralmente el comportamiento de otros. Y al igual que ocurre cuando se inactiva el UTPD, les parece que los daños causados son más graves que las intenciones de causarlos.

Damasio, que ahora está en la Universidad de California del Sur en Los Ángeles, había identificado anteriormente otra pequeña región del cerebro sobre el ojo izquierdo, llamada córtex orbitofrontal, como esencial para discernir qué es moralmente aceptable y qué no lo es. Damasio hizo aquel descubrimiento a raíz del caso de Phineas Gage, una persona que pasó de ser un trabajador ejemplar a un crápula tras sobrevivir a un accidente en el que se lesionó el córtex orbitofrontal.

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