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El catedrático de Lógica y director de la revista «Teorema» pide «acciones afirmativas que protejan las disciplinas humanísticas», Oviedo, Eloy MÉNDEZ

Luis Manuel Valdés Villanueva se considera un profesional de «la ingeniería conceptual». El catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia ha dedicado la última década a indagar cómo y por qué tenemos creencias de cualquier tipo y si éstas deben apuntar hacia la verdad o pueden existir al margen de ella. Además, dirige desde 1996 la revista «Teorema», con tres números al año y convertida en un referente internacional por la calidad y cantidad de autores que firman los artículos. «Las Humanidades han perdido la complicidad de la sociedad desde hace tres décadas porque se cambiaron las prioridades educativas con el objetivo de formar personas únicamente para producir», explica, convencido de que estas disciplinas necesitan «algún tipo de acción afirmativa que las proteja, como se hace a veces con los grupos minoritarios».

Valdés contrajo matrimonio con la Filosofía en edad muy temprana, cuando era alumno del instituto ovetense Alfonso II y entró en contacto con el profesor Pedro Caravia, uno de sus mentores. Tras cursar en la Universidad asturiana los dos años comunes con los que contaba a finales de los sesenta la carrera de Humanidades, se trasladó a Valencia para realizar los tres de especialidad. En la capital levantina conoció a su otro gran maestro, el catedrático de Lógica Manuel Garrido. Dio clases en la Facultad y, en 1975, leyó su tesis doctoral, sobre «Actos de habla». Recaló en Murcia en 1983, obtuvo su actual plaza y continuó con el desarrollo de su carrera docente hasta 1997, cuando regresa definitivamente a la capital del Principado tras un concurso de traslado, convertido ya en un referente nacional, lo que le ha llevado a disfrutar de estancias en instituciones académicas de Berkeley, Hull, Tréveris y Viena, entre otras.

Aunque su maestría para desenmarañar conceptos le ha permitido dirigir equipos de investigación desde su etapa murciana, el docente inició sus principales indagaciones sobre las creencias en 2001, cuando consiguió que un proyecto en el que participaba una decena de colaboradores recibiera financiación por tres años de una convocatoria del Principado para potenciar la excelencia. «Nuestro principal objetivo consistió en explicar por qué los seres humanos tenemos creencias tan simples como que llueve o no llueve y si las tenemos porque tienen una relación con la verdad o porque, simplemente, nos son de utilidad», afirma como si estuviera recitando la tabla del tres. Así, los miembros de aquel grupo pusieron la semilla que ha hecho crecer numerosos estudios, convirtiendo a la Facultad de Filosofía y Letras asturiana en un centro fundamental sobre la temática.

El segundo gran paso llegó en 2007, cuando echó a andar un segundo grupo de investigadores gracias a una ayuda también por tres años del Ministerio para elaborar un análisis sobre los conceptos de autoengaño y voluntad y su relación con respecto al de creencia. «Reflexionamos en torno a la idea de si las creencias son o no son voluntarias, ya que, si apuntan a la verdad, está claro que uno no puede creer lo que quiere», explica Valdés, que dirigió también los debates sobre la posibilidad o no de que el ser humano se someta a sí mismo a engaño. «Personalmente creo que el autoengaño puede existir, pero aún no hemos encontrado un método adecuado para explicarlo, ya que nos guiamos por el método que explica cómo funciona el engaño a secas, el que consiste en que una persona engañe a otra. Y eso no es suficiente», añade. No obstante, los avances conseguidos durante ese trienio empujaron al profesor a solicitar el pasado mes de febrero financiación para un tercer estudio sobre la materia, con una doble línea de investigación: analizar la propiedad de la transparencia en las creencias respecto de los hechos y avanzar en relación al autoconocimiento. En él, participarán docentes españoles y de otros países.

Más allá de estudios y clases, Valdés dedica su poco tiempo libre a «Teorema», que dirige desde un pequeño despacho ubicado en la última planta del antiguo edificio de suboficiales del Milán. La revista nació originalmente en Valencia y «resucitó» hace casi dos décadas de la mano del profesor. Actualmente, se edita íntegramente en Oviedo por KRK y recoge artículos de filósofos de diferentes culturas. Su nivel la convirtió en la única publicación filosófica que recibió una mención especial por parte del desaparecido Ministerio de Ciencia. Además, es un instrumento perfecto para difundir la utilidad social de esta disciplina, muchas veces puesta en entredicho. «A veces te da rubor tener que aclarar para qué sirve tu trabajo cuando te lo preguntan por la calle. Envidio a los músicos o a los pintores, que no necesitan justificar su obra como nosotros», razona.

De hecho, el experto considera que la Filosofía es valiosa en sí misma, independientemente de que no siempre tenga aplicaciones prácticas, «como tampoco las tiene la labor del matemático que estudia la teoría de los conjuntos o la del físico que se pregunta por el origen del Universo». Pero también sostiene que «el análisis de los conceptos» tiene un sentido último. «Son como lentes que nos permiten ver el mundo. Si los entendemos, entendemos mejor ese mundo y, también, entendemos cómo podría ser si lo mirásemos con unas lentes distintas», comenta. Y pone de ejemplo la concepción del hombre que impera en la sociedad contemporánea, basada en una raíz «economicista, que nos hace ver a nuestros semejantes con desconfianza porque creemos que todos perseguimos un fin egoísta». «¿Cómo sería nuestra convivencia si nos contempláramos a nosotros con otros ojos?», se pregunta. «De ese tipo de respuestas también se ocupan los filósofos», concluye.

El problema para Valdés es que el actual modelo educativo «no se cuestiona ni la autoridad, ni la tradición y ha permitido que se pierda la empatía con las personas marginales y la posibilidad de ver las cosas de manera global». Pero también echa la culpa de este progresivo alejamiento entre disciplinas humanísticas y sociedad al «victimismo» de los propios profesionales. «No tenemos que estar continuamente lamentándonos por la situación, sino luchar por sacar adelante nuestros estudios, que, pese a todo, han conseguido sobrevivir», razona. «En Filosofía, no se busca una solución definitiva para los problemas como puede haberla en Química o Medicina, consiste en ver la vida a cámara lenta». «Ahora sólo se valora que los especialistas sirvan para producir, existe una concepción economicista del trabajo y de las investigaciones», alega. No obstante, confía en que siempre habrá quien se preocupe de lo menos material para buscar una explicación a lo que aparentemente no la tiene.

Acciones a favor de las Humanidades. Luis Manuel Valdés está convencido de que a la Filosofía le vendría bien el desarrollo de acciones específicas que aminoren su actual alejamiento de la sociedad. «No estaría mal que, por ejemplo, se diese una puntuación extra a estudios de otras ciencias que incluyan un apartado relacionado con las nuestras, como se hizo en Alemania en 2008 con motivo del año de las Humanidades», indica. Además, también critica que los especialistas de estas materias tengan que rellenar el mismo tipo de formularios que médicos, químicos o matemáticos para solicitar financiación para sus investigaciones. «Deberíamos ser tratados de una manera especial, porque trabajamos de manera diferente», afirma, después de varias décadas al frente de distintos grupos y de dirigir, desde su despacho, la publicación de la afamada revista «Teorema».-

Luis Manuel Valdés cursó los dos años comunes de la antigua licenciatura de Filosofía y Letras en Oviedo y los tres de especialidad en Valencia. Obtuvo la cátedra de Lógica y Filosofía de la Ciencia en Murcia y regresó a Asturias en 1997.

- Ha impartido clases en varias universidades de Europa y Estados Unidos.

- Desde 2001 ha dirigido varias investigaciones en torno al concepto de creencia y otros relacionados, como el autoengaño y la voluntad.

- Dirige la revista internacional de Filosofía «Teorema», la más prestigiosa en España según el desaparecido Ministerio de Ciencia.
- Es docente e investigador de la Facultad de Filosofía y Letras.

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