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Un estudio sobre el fraude científico que ataca duramente al creador del psicoanálisis
MARTÍ DOMÍNGUEZ - 24/05/2006 La Vanguardia

El doctor Freud declaraba en una entrevista: "No soy realmente un hombre de ciencia, ni un observador, ni un experimentador, ni un pensador. Por temperamento, no soy otra cosa que un conquistador (...), con la curiosidad, la osadía y la tenacidad propias de ese tipo de personas". La confesión freudiana no puede ser más actual en estos días en los que se celebran los ciento cincuenta años de su nacimiento. Freud no fue un científico (su ciencia carece de toda metodología y rigor empírico), ni tan sólo un observador y experimentador paciente. Freud fue, como él mismo indica, un conquistador, que logró -con osadía y tenacidad- construir una de las escuelas filosóficas más influyentes del siglo XX.


A menudo, cuando se aborda la figura freudiana, se producen roces entre sus fervorosos partidarios (psicólogos, sociólogos y filósofos) y sus críticos detractores (neurólogos y biólogos evolutivos). El reciente editorial de El País (Freud nos mira, 7/V/2006), en el que se defiende la figura de Freud, entre otros motivos, por todo lo que ha dado al arte y la literatura del siglo XX, claramente ha sido escrito por uno de sus incondicionales, que no duda en conducir su entusiasmo hasta la siguiente comparación: "De igual manera que todo el pensamiento culto del siglo XX está impregnado de marxismo, casi cualquier diagnóstico actual sobre los desequilibrios de un vecino incorpora el lenguaje de Freud".

Horace Freeland Judson, en su atractivo trabajo sobre el fraude científico, dedica unas páginas realmente jugosas al padre del psicoanálisis. En un extenso volumen, demuestra que son muchos los científicos que en el momento de presentar sus resultados los arreglan para que parezcan más verosímiles. Figuras como Newton, Darwin, Haeckel o Pasteur en algún momento falsearon los datos, o al menos los amañaron para que resultasen más vistosos y creíbles. Pero en el caso de Freud el asunto es mucho más grave: "El padre del psicoanálisis", escribe Judson, "insistió siempre en que sus teorías y métodos se fundaban en las investigaciones que había llevado a cabo con casos reales (...). Freud desarrolló la hipótesis de que las mujeres aquejadas de histerismo habían sido víctimas, durante su infancia, de seducción sexual real por parte de un adulto. Durante una conferencia, aseveró que su teoría había quedado confirmada en ´unos dieciocho casos´. Lo verdaderamente nuevo es el descubrimiento de que los casos expuestos por Freud son falsos desde el principio hasta el final".

En efecto, los "unos dieciocho casos" fueron totalmente inventados. Como indica Horace Freeland Judson, no hay, entre las historias clínicas referidas por Freud, ninguna que no haya perdido su validez a causa de intolerables invenciones y falsificaciones. En este sentido, Freud es el mayor fraude intelectual del siglo XX. Sus teorías psicoanalíticas han constituido un lastre muy importante para el estudio científico de la naturaleza humana, y muy especialmente para la investigación del cerebro. Sí, sin duda Freud nos mira. Y se ríe: ¡cómo nos conquistó!
 

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