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Uno propone trabajar menos; el otro, vivir más lento. Dos auténticas herejías dado el sistema capitalista con el que estamos comprometidos

En un Primer Mundo siempre ajetreado, ´Buenos días, pereza´y ´Elogio de la lentitud´han declarado la guerra al trabajo estresante y a las prisas. Suena bien pero ¿son factibles sus reivindicaciones? Lo analizamos

MIKE IBÁÑEZ -
LA VANGUARDIA 02/03/2005

 

"Workers of the world: relax!" Con esta parodia marxista cierra el anarco-agitador Bob Black su opúsculo The abolition of work. Publicado en los 80, en plena yuppificación de los USAs, La abolición del trabajo reivindica lo lúdico e impugna básicamente el modo de vida del capitalismo, sistema que va cada vez más disparado y que no puede parar porque, como cuando vas en bici, si se para, se cae, se derrumba. Trabajar perjudica seriamente la salud, o incluso mata (en Japón esto es literal; lo llaman karoshi, muerte por exceso de trabajo). Y cada vez le salen al capitalismo más grietas. Y una que va a más es la que ya abrió el yerno vago de Marx, Paul Lafargue, reivindincando el derecho a la pereza como opción vital o incluso política.

Pues ese socarrón final de Black llamando a los trabajadores del mundo al relax podría estar en el principio de dos productos de reciente publicación como Buenos días, pereza y Elogio de la lentitud. Uno propone trabajar menos; el otro, vivir más lento. O sea, dos auténticas herejías dado el sistema de producción y rendimiento con el que estamos comprometidos, siendo la consecuencia de tal compromiso un estilo de vida tipo koyanisqatsi, el cabalístico título de la peli que en la lengua de los indios hopi significa vida desequilibrada, anómica, un estado de vida que clama por otra formad e vivir.Lo que proponen los dos textos de los que hablaremos es una vida menos disparatada, y encima dándole para el pelo a dos de las bases de todo capitalismo que se precie: la empresa y la prisa. ¿Lo subversivo de convertirse en un escaqueado y un huevón?

El Libro Rosa de Maier
El subtítulo original de Buenos días, pereza en la edición francesa es revelador: Del arte y de la necesidad de hacer lo menos posible en la empresa. La edición española lo ha convertido en Estrategias para sobrevivir al trabajo, más propio de una colección de esas de management, Nueva Empresa o cosas así. Y no es eso. No se trata de una estrategia ni de sobrevivir a nada, sino de un arte: el de hacer menos, a poder ser sin que se note.

El libro, según su autora, la economista-psicoanalista Corinne Maier (Ginebra, 1963), es un ephlet, un enfleto, un ensayo-panfleto en el que la Empresa, el Taj Mahal del capitalismo moderno, o la caterva de ejecutivos de medio pelo que la mantienen, sirven de excusa para escribir un libro mordaz, y más en la forma que en el fondo. Mme. Maier le da bien a lo de escribir, le gusta jugar con las palabras: el título es perfecto, notable su cachondeo con la neolengua de palabros tipo benchmarking, o con términos de uso abusivo como estrategia, gestionar o con el empacho de siglas, la tecnojerga corporativa: "El AGIR es ahora el IPN y pasa a controlar el STI en detrimento de la SSII" (y olé). Mme. Maier también tiene gusto en cuanto a las citas y referencias (una del filósofo Alexandre Kojève es de lo mejor: huérfanos de causas que nos motiven, lo unico que nos queda es consumir cada vez más para distinguirnos cada vez más de un vecino que se nos parece cada vez más).

En cuanto al fondo del libro, suena a unas ácidas -a veces agrias- reflexiones/confesiones de una arrepentida. Maier y su Bonjour paresse serían a la Empresa lo que Frédéric Beigbeder y su 13,99 euros a la Publicidad: alguien que ha estado en inteligencia con el enemigo y que ahora se chiva de los secretos tácitos del negocio a cambio de inmunidad cultural. ¡Y encima incita a la rebelión contra la Empresa! Abomina de chivatos y arrepentidos... Esta Corinne es una beigbederette.

El cabreo -con cartas admonitorias incluidas- que pilló ÉDF, la compañía eléctrica de Francia donde trabajaba Maier como ejecutiva de medio pelo cuando publicó Bonjour..., sirvió de inesperadac ampaña de publicidad para el libro. ÉDF picó. Y el resultado es que el producto le ha valido a la Maier ser calificada por The New York Times como "heroína de la contracultura". Hombre, tampoco es para tanto. Y si esto es así, así de adulterada estará la heroína (y la contracultura). Item más, le propongo al The New York Times un heroíno más a mano y con un texto mucho más contracultural justo sobre lo que propone Corinne: no pencar, perjudicar a tu empresa. Ese heroíno es el gran Jason Blair y su Burning down my master house (Pegándole fuego a la casa de mi amo), las incendiarias memorias publicadas por ese becario mentiroso y holgazán que se inventaba los reportajes y que dejó al NYT, a la Empresa, con el culo al aire. Subversivo.

El éxito de Buenos días, pereza quizá nos hable de la gente en todo el Primer Mundo que comparte el feeling de Corinne contra sus empleos y sus empleadores, gente gustosa de seguir los 10 contramandamientos de la ley de Maier que cierran el libro. Y ya que todos trabajamos sólo por la guita que pueda caer a fin de mes (toma, claro)... o que "si trabajando no tienes nada que ganar, tampoco tienes gran cosa que perder si no das golpe"... Si lo suyo es rendir lo menos posible, sabotear escaqueándote, la sabiduría popular cañí llevará esto al tremendismo: "Trabajar y pasar hambre, pasar hambre nada más". Atiende, Corinne: ni rendir. El paro acabará siendo lo más revolucionario.

Léase despacio
Por su parte, Elogio de la lentitud tiene como subtítulo Un movimiento mundial desafía el culto a la velocidad. Y así es. El periodista Carl Honoré (Edimburgo, 1968), tras hablarnos de la relación del capitalismo con el reloj, el "sistema operativo del capitalismo moderno" recorrerá en su ensayo/reportaje las diversas facetas del movimiento Slow (de lo lento), convirtiéndose tal recorrido en una crítica al estilo de vida que lleva mucha gente en el sobreajetreado Primer Primerísimo Mundo. ¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir? Carl nos hablará del movimiento iniciado en Italia, en el pueblo de Bra y con la slow food, la comida lenta (somos como comemos). Bra también se ha convertido en una Città Slow, un proyecto experimental de ciudad más habitable, con espacio vital y guerra a la prisa. Y el autor también escribirá sobre otras facetas como el slow sex, el sexo tántrico -la quimera de un eyaculador precoz-, la medicina lenta -de terapias alternativas-, sobre la gente que decide o puede permitirse trabajar sólo media jornada y tener tiempo para hacer otras cosas (Corinne Maier dice ser una de ellas), o sobre el ocio tranquilo, donde Honoré tocará una práctica tan genuina de aquí como la siesta, que Cela definió certero como "el yoga ibérico".

Para entender un poco no ya el fenómeno slow sino la sinrazón que lo propicia, cojamos un fragmento donde Honoré nos explicará un chiste gráfico de un periódico: dos niñas esperan en la parada del autobús escolar, cada una aferrada a una agenda. Una de ellas le dice a la otra: "Bueno, retrasaré el ballet una hora, programaré de nuevo la gimnasia y cancelaré el piano... Tú cambia la lección de violín al jueves y sáltate el fútbol... Así, el viernes 16 podremos jugar de 3.15 a 3.45". Grande. El capítulo dedicado a la slow schooling, a la escolarización relajada, la educación fuera de absorbentes actividades extraescolares, e incluso fuera de escuelas, es quizá el más curioso del libro porque involucra a los alevines de la Especie, a la Generation Next. Carl informa de padres estadounidenses que para conseguir plaza en el jardín de infancia ADECUADO someten a sus hijos a un preparador en técnicas de entrevista (!), y que en Londres tales trainers aceptan a críos desde tres años (!). Koyanisqatsi. Otro ritmo tiene que ser posible. Y toda una serie de gente se está replanteando su modo de tomarse la vida y el trabajo. El movimiento Slow propone desacelerar, descomprimir tu vida. Bajar pulsaciones. Parar y tomarte del todo tu tiempo. Y eso está bien.

El único pero a la amena vindicación Honoré del Slow Way of Life es que, bueno, es un estilo de vida que en muchos aspectos sólo puede adoptar cierta casta con posibles -profesiones liberales, gente cualificada-, o sea, queda un poco lejos para un pelagatos. Hay que tener tiempo, dinero... y dinero para comprar tiempo para... El mismo Honoré lo reconoce: "Es cierto que algunas manifestaciones del movimiento slow (medicina alternativa, los barrios donde tienen prioridad los peatones, la carne de reses que pastan libremente) no son apropiadas para todos los presupuestos, pero la mayor parte sí que lo son". Cierto, ¿cuál es el slow económico? Conversar, o pasear, o... o lo último para ejecutivos estresados y algunas reinonas de Hollywood: ¡hacer ganchillo! -léase el pijotero Zen and the art of knitting, Zen y el arte de hacer calceta (!)-. O sea, caminar, charlar, hacer ganchillo como mi abuela q.e.p.d.… ¿qué más? ¿partidita de ajedrez? Dejémonos de este falso Slow para todos. Amigo Honoré: sin las manifestaciones "no apropiadas para todos los presupuestos" lo slow ni sería chic ni merecería un libro tan bueno como el suyo.

En fin, si no puedes hacértelo slow o no tienes empresa a la que sabotear al estilo Maier, apunta esta solución al problema del trabajo: RINDE,PERO NO TE RINDAS. "Workers of the world: relax!"

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