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El fanatismo, la superstición o el odio son la madre de abundantes dramas históricos y fracasos cotidianos. En sus dos nuevos trabajos, José Antonio Marina disecciona este auténtico mal social e invita a la felicidad y a la buena vida

La inteligencia fracasada se impone cuando el sujeto se blinda contra la crítica y los argumentos

En ‘Aprender a vivir’, Marina ofrece un método para construir la personalidad inteligente del niño

MIQUEL PORTA PERALES - 19/01/2005


El ensayista José Antonio Marina tiene en su haber una larga lista de títulos en los que, entre otras, trata cuestiones diversas como la inteligencia, el lenguaje, los sentimientos, la educación, la ética o la política. Y al autor, como a la filosofía clásica, le mueve la intención de ofrecer ideas –ideas y herramientas– para que el hombre alcance la felicidad y la dignidad posibles. Ahora, José Antonio Marina da otra vuelta de tuerca a su universo intelectual con dos nuevos trabajos que, en cierta medida, amplían y cierran el círculo de un pensamiento que tiene la virtud de conectar con la realidad –esto es, con las preocupaciones del ciudadano– aunando la teoría y la propuesta con un estilo placentero y agradecido, divertido en muchas ocasiones, que hace buena aquella conocida divisa de enseñar deleitando. Aunque, en el caso de Marina, mejor sería hablar de enseñar y ayudar deleitando.

Si existe una teoría de la inteligencia humana, ¿por qué no puede existir una teoría de la estupidez humana habida cuenta de lo extendida que está entre los miembros de nuestra especie y los males que ha propiciado? Si la estupidez es una de la grandes amenazas de la especie humana, ¿por qué no protegernos de ella desvelando sus causas y mecanismos? En definitiva, ¿por qué no buscar una alternativa susceptible de neutralizar ese fracaso de la inteligencia que es la estupidez? Todo ello es lo que se propone José Antonio Marina en La inteligencia fracasada. Y la empresa no es baladí si tenemos en cuenta que incluso las personas inteligentes pueden ser estúpidas y que el fracaso de la inteligencia explica –por mejor decir, es la condición de posibilidad– algunos de los fenómenos más dramáticos de nuestra historia reciente como, por ejemplo, las barbaries nazi y comunista que azotaron el siglo XX. Pero, más acá de los grandes desastres históricos, el fracaso de la inteligencia es la madre de determinados fracasos cotidianos de carácter gnoseológico, afectivo o político. El fracaso de la inteligencia, por así decirlo, impide conocer la realidad y actuar en consecuencia. Y no sólo eso, sino que puede abocarnos a una existencia individualmente desdichada y colectivamente injusta. De ahí la necesidad de una teoría que desvele la génesis de este auténtico mal social que siempre acecha en cualquier circunstancia o relación.

Con la ayuda de la psicología y, en menor medida, de la filosofía –José Antonio Marina es uno de los pensadores más y mejor informados de España–, el autor pone los cimientos de su teoría definiendo unos conceptos (entre otros, inteligencia dañada, inteligencia fracasada, inteligencia estructural, uso de la inteligencia, inteligencia ejecutiva, inteligencia computacional, inteligencia social) y un principio (principio de la jerarquía de los marcos) que permiten descubrir los tipos de fracaso de la inteligencia (cognitivos, afectivos, del lenguaje o de la voluntad) así como los comportamientos y afectos que lo propician y explican (el prejuicio, la superstición, el dogmatismo, el fanatismo, la envidia, los celos, el resentimiento, el odio, el silencio, la sumisión al automatismo del discurso, el malentendido, la incapacidad de hacer consciente lo que uno es, la pérdida del sentido del límite).

En pocas palabras, la inteligencia fracasa y la estupidez se impone cuando el sujeto se blinda contra la crítica y los argumentos. En este sentido, pasando de lo particular a lo general, una sociedad estúpida –concluye José Antonio Marina– es aquella en que las creencias vigentes, los modos de resolver conflictos, los sistemas de evaluación y los modos de vida disminuyen las posibilidades de la inteligencia privada, esto es, la capacidad del individuo para dirigir el comportamiento en función de la información captada, aprendida o elaborada por él mismo. ¿Cuál es la alternativa? En la línea de la Ilustración, José Antonio Marina reivindica el uso racional de la inteligencia entendida como la crítica de la creencia propia y ajena, como la búsqueda de evidencias compartidas, como el camino que puede conducir a la sabiduría y la justicia. A la felicidad, en definitiva.

Si La inteligencia fracasada es una invitación a la felicidad y la vida buena, Aprender a vivir (que desarrolla el llamado proyecto FAD, Fundación de Ayuda contra la Drogadicción) es una suerte de libro de texto que, dirigido a padres y educadores, ofrece herramientas teóricas y prácticas para enseñar a vivir a los niños. Aquí, José Antonio Marina esboza una psicología emergente cuyo objeto –como sucedía en La inteligencia fracasada– no es otro que el de conseguir que los más jóvenes alcancen una vida feliz gracias al desarrollo y disfrute de las capacidades personales y sociales. Tras la definición de las ideas y conceptos pertinentes (salud, felicidad, dignidad, personalidad, identidad, inteligencia, buen carácter, recurso), el autor brinda un método –llamémoslo así– para construir la personalidad inteligente del niño. Se trata –como se aprecia, la idea proviene también de La inteligencia fracasada– de enseñarle a separar las creencias racionales de las irracionales, de acostumbrarle al buen uso habitual de la inteligencia, y de fomentar el uso racional y creador de la inteligencia a través de una técnica que José Antonio Marina detalla en su trabajo. Y se trata también de promover aquellas capacidades imprescindibles para disfrutar de una vida satisfactoria. A saber: elegir las metas adecuadas, resolver problemas, soportar el esfuerzo y recuperarse de los fracasos, valorar las cosas adecuadamente y disfrutar con las buenas, tender lazos afectivos con los demás, mantener la autonomía correcta respecto de la situación. El detalle que tener en cuenta: el proyecto de José Antonio Marina se dirige, sí, al niño; pero, para hacerse realidad, necesita la movilización educativa de la sociedad civil. Y es que, como sentencia el autor, nadie puede enseñarse solo.

¿Un par de textos de psicología? ¿Dos manuales de autoayuda? Pues, lo uno y lo otro. Pero –el matiz es muy importante– estamos ante una reflexión sobre la personalidad y la inteligencia humanas que, además de rebasar de largo las introducciones y los refritos al uso, se propone corregir la incorregible estupidez del ser humano. Y estamos también ante un manual de autoayuda de qualité que, de hecho y de derecho, se convierte en un tratado de pedagogía. Dos libros, en suma, que, si bien se mira, son una invitación al civismo como vía de superación de los males de este mundo.

Vacuna contra el derrotismo
Más allá de la psicología y la autoayuda, más allá del debate sobre si el autor aporta algo nuevo o divulga lo conocido (particularmente, creo que hace las dos cosas a la vez), en La inteligencia fracasada y Aprender a vivir encontramos al José Antonio Marina ameno e instructivo de siempre, al filósofo que quiere construir un mundo acogedor en el que sea posible la libertad, la felicidad y la dignidad humanas. Quizá peque de utopismo o de optimismo, quizá confíe en exceso en las posibilidades de una inteligencia humana que quiere resuelta, inventiva, cuidadosa, poética, ingeniosa, intensa y estimulante. En cualquier caso, estos dos libros –de hecho, toda su obra– tienen la virtud de vacunarnos contra el relativismo extremo y el derrotismo al tiempo que brindan algunas indicaciones para no equivocar el camino de la existencia. Y la receta, sencilla, es todo un programa de vida: busca la verdad, escucha a los demás, atiende a razones, y ríndete a la evidencia aunque vaya en tu contra. “Nadie se une para ser desdichado”, decían los filósofos de la Ilustración. “La meta de la sociedad es la felicidad común”, escribieron en su constitución los revolucionarios de 1789. Esas son las ideas que nos recuerda José Antonio Marina. Eso es lo que nos propone José Antonio Marina.
 

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