BALTASAR PORCEL - 17/10/2004
En 1975 Stephen Hawking lanzó la teoría de que los agujeros negros espaciales -formados por estrellas que han acabado su combustión y se sumergen en una insonsable gravedad- podrían ser conductos que nos vehicularan a otros universos. Muchos científicos no lo creyeron, aunque a causa de ello Hawking alcanzó de inmediato una fama incluso popular. Pero ahora declara que habiendo continuado su investigación, se ha convencido de que su teoría es ciencia ficción y que los agujeros retornarían machacada la masa energía que se les hubiera precipitado. Bien: la conmoción levantada por esta demostración de sinceridad ha sido enorme. Y con razón: se necesita ser moralmente muy fuerte, creer en el porvenir, para asumir en positivo los errores propios. Aunque Hawking sea un aparatoso baldado en una silla de ruedas, a causa de la esclerosis amiotrófica que ni le deja hablar. Está mucho peor que estaba el tetrapléjico Ramón Sampedro -interpretado en el filme Mar adentro-,que optó por la eutanasia: creía sobre todo en la potestad muscular y al perderla atendió a la llamada de lo inerte, que siempre acecha, amarga. Al agujero negro.Mientras, Hawking ha creído en la voluntad, la sabiduría, la trascendencia, en la diversidad y posible plenitud de los fenómenos vivientes.
Otro científico clave, Francis Crick, que en el año 1962 obtuvo junto con otros dos investigadores el Nobel por el descubrimiento de la doble hélice del ADN, la molécula de la vida,acaba de publicar con el neurólogo Christof Koch un estudio impactante: The quest for consciousness: a neurobiological approach.En él se enfrentan a la cuestión que Crick ya había denominado "la búsqueda científica del alma". O sea, olvidan el tema esencialista de qué es la consciencia para averiguar lo que pasa pragmáticamente en la mente -en la vida- cuando ella está presente. Así, se diluye este concepto de que alienta en nosotros un ente superior al margen de la existencia y al fin decisivo, que se ha denominado alma, pero que no es tal sino el efecto de procesos neuronales de la percepción que dan lugar a la personalidad de cada cual, al sentido de sus placeres o ambición, a sus recuerdos.
"La idea que tenemos de nosotros como personas es tan equivocada como la de que el Sol gira alrededor de la Tierra", dice Crick a sus 87 años y con un cáncer irreversible, y así en una próxima "plenitud del tiempo los instruidos creerán que no hay un alma independiente del cuerpo". La ciencia con el ser humano y éste la suprema unidad en sí mismo.