Escrito por Luis Roca Jusmet
Que no comeremos perdices está claro. Por lo menos la inmensa mayoría de los humanos pasarán muchas privaciones este 2013. Esto está claro y sobre ello ya hablo muchas veces en este blog.
Pero quiero hablar en este post de la felicidad. Estamos invadidos por la ideología de la felicidad. Hay que ser feliz, este es el imperativo. Michel Foucault contestó a una pregunta sobre la felicidad diciendo que no entendía lo que quería decir esta palabra. En realidad, si la planteamos a nivel general es un tautología. Es como preguntar ¿ Quiere estar bien el ser humano ? partiendo de la base que el bien es aquello que quiere el ser humano. Es una falacia circular. Para salir de ella hemos de buscar precisar más. La felicidad es como un estado de satisfacción general en la que no nos falta nada. Pero la falta es la condición del deseo. Decir que deseamos seguir igual, es decir, sin nada que nos falte, me parece que es quitar el sentido a la palabra deseo. El deseo es un movimiento hacia algo, no una conservación estática de algo. ¿ Estar satisfecho? John Stuart Mill corregía a su maestro Jeremy Bentaham cuando éste decía que lo útil para los humanos es lo que le producía satisfacció. No, decía, esto vale para los animales pero no para los humanos: "prefiero un Sócrates insatisfecho que un puerco satisfecho". El matiz es discutible. Está bien el cuestionamiento de la satisfacción pero tampoco se entiende la relación de la felicidad con la insatisfacción.Hay también un desprecio intelectual a lo carnal que no me gusta.
En todo caso la palabra felicidad podría significar bienestar pero tampoco de que bienestar hablamos. Aristóteles decía que estar bien no era lo mismo que sentirse bien. ¿ Es la felicidad tener una vida agradable ? Seguramente a esto se refiere Zizek y esto es lo que podemos cuestionar. Como también podemos hacerlo con el camino que nos plantea llegar es el de la inteligencia emocional y el de la autoestima. ¿ Pero no hay algo de tramposo en todo el planteamiento ? Vayamos por partes.
El término autoestima no me gusta. Autoestima quiere decir quererse. ¿ Quién se quiere y quién no se quiere ? Es difícil de decir, a veces la autocompasión es una forma de quererse... En todo caso podría significar querer la imagen propia con lo cual nos remite al peligroso mundo del narcisismo. Sociólogos brillantes como Richard Sennett ya nos han advertido de su naturaleza destructiva. Al marge que si consideramos la autoestima como un valor nos equivocamos : tan nefasto puede ser el defecto como el exceso, que llevaría a la arrogancia, la soberbia y la vanidad. Prefiero hablar de respeto y de reconocimiento, que es una posición ética con respecto a uno mismo y con respecto al otro.
Si pasamos a la inteligencia emocional continuo manteniéndome crítico. veamos su procedencia.. Martin Gardner planteó hace años la noción de las inteligencias múltiples. la idea no estaba mal porque cuestionaba un concepto monolítico y cuantitativo de la inteligencia. Pero luego se convirtió en un nuevo dogma y una nueva escolástica. Hablaba de la inteligencia intrapersonal y la interpersonal, es decir de la capacidad de entenderse a sí mismo y a los otros. Aquí entraba también la empatía. Sobre esta base elaboró Daniel Goleman su noción de
inteligencia emocional. Pero Goleman planteó que la falta de inteligencia emocional era lo que conducía a personas brillantes intelectualmente al fracaso personal. La inteligencia emocional significa entender la propia emociones, la de los otros, ser empático, controlar las propias emociones y tomar las decisiones correctas. El ideal es el del control. ¿ no nos advirtió ya Foucault que estamos pasando de la sociedad disciplinaria a ala sociedad del control ? Uno se evalúa a sí mismo marcándose un plan y unos objetivos. Es una cuestión también de cálculo. Lo que se nos plantea es la adecuación con un Ideal, que ya no es religioso, que ya es terapéutico. Y como dice la psicología humanista ya no somos pacientes, somos clientes. Todo se mercantiliza. hasta la filosofía, que se vende como asesoría personal. la terapia cognitivo-conductual, como han denunciado psicólogos críticos como Ian Parker, venden un modelo a imitar.
Me parece que se están contundiendo muchas cosas. Se está trivializando y degradando lo que tradicionalmente se llamaba el trabajo sobre uno mismo. Son los ejecricios espirituales de la Antiguedad que recuperan filósofos contemporáneos como Michel Foucault o Pierre Hadot. Recuperar para aprender, no para repetir ni para imitar. El psicoanáliss lacaniano también lo ha entendido bien cuando habla de que es el Yo el que debe ceder al Ello. El Yo son siempre modelos, identificaciones, modelos imaginarios o simbólicos, imagen o normas. Pero el Ello es algo más singular, más propio, es nuestra singularidad que hay que desarrollar. Que hay que construir con los materiales que surgen de nuestra propia experiencia, no del Ideal del Otro.
Quizás no queda claro lo que digo, yo mismo lo veo. Pero me parece que vale la pena abrir un camino de reflexión sobre esta ideología que parece indiscutible y que, como toda creencia, hay que problematizar. La vida es agridulce, los sentimientos son ambivalentes. Alegría y tristeza placer y dolor. Esto es vivir. Como dice Spinoza amamos al que nos alegra y odiamos al que nos entristece. No es del todo verdad, pero sí en parte. Hacer la vida interesante puede ser una manera de decir que es una experiencia que nos merece la pena. Como decía Nietzsche, apostar por la vida aceptando la parte de dolor que conlleva.