Hace justo treinta años, en su número de verano de 1989, una pequeña revista publicó el artículo de un politólogo poco conocido más allá de los círculos gubernamentales de Washington. La revista era The National Interest, una publicación dedicada a las relaciones internacionales que dirigía el intelectual neoconservador Irving Kristol. El artículo se titulaba '¿El fin de la historia?', y el autor era un treintañero que trabajaba en el Departamento de Estado del Gobierno estadounidense,
Francis Fukuyama.El revuelo que provocó fue tan extraordinario que al cabo de tres años, en 1992, se convirtió en un libro a cuyo título se le cayeron los interrogantes. Se acabó titulando 'El fin de la historia y el último hombre'. En ese tiempo, claro está, había caído el muro de Berlín y los sucesos en la plaza de Tiananmen parecían haber demostrado que el comunismo chino no podría seguir siendo como era.El artículo tenía ideas muy sofisticadas, pero estaba escrito en un lenguaje bastante llano. Su tesis era relativamente fácil de resumir: sostenía que el comunismo y el fascismo, por no hablar de la monarquía no constitucional, eran sistemas desacreditados, y que en el futuro inmediato solo la democracia liberal tendría la legitimidad necesaria para convertirse en el sistema político al que aspirar. Por supuesto, la democracia liberal tenía amenazas: las dos más importantes eran el nacionalismo y la religión. Pero sería capaz de subsumirlas. “Lo que podríamos estar presenciando no es simplemente el fin de la Guerra Fría o la desaparición de un determinado período de la historia de la postguerra, sino el fin de la historia como tal: esto es, el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano”, decía“El fin de la historia será un tiempo muy triste –concluía Fukuyama–. La lucha por el reconocimiento, la disposición a arriesgar la propia vida por una meta puramente abstracta, la lucha ideológica a nivel mundial que requería audacia, coraje, imaginación e idealismo se verá reemplazada por el cálculo económico, la interminable resolución de problemas técnicos, la preocupación por el medio ambiente y la satisfacción de las sofisticadas demandas consumistas. En la era posthistórica no habrá ni arte ni filosofía, sólo la perpetua conservación del museo de la historia humana”.¿Tenía razón Fukuyama? Es discutible, aunque tiendo a pensar que bastante. De hecho, él mismo ha matizado sus opiniones de la época en su último libro
'Identidad' (Deusto, 2019) y ha reconocido que el regreso del elemento identitario ha cambiado notablemente el panorama político. En todo caso, el treinta aniversario es una buena excusa para volver a este texto, uno de los más importantes que se han escrito sobre nuestro tiempo.
Ramón González Férriz, E
l fin de la historia treinta años después: ¿tenía razón Fukuyama?, El Confidencial 18/06/2019
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