Los bots (robots) de Twitter son cuentas automatizadas que hacen tareas mecánicas, generalmente distribuir spam, retuitear mensajes con determinadas palabras o repetir el mismo mensaje con distintas cuentas cuando aparecen ciertos hashtag. Los perfiles falsos son cuentas de nombre inventado y foto robada, manejadas al peso por personas reales (esta técnica se llama
sockpuppeting). Los dos son actores habituales
en el mundo de la campaña política desde hace tiempo. La evolución natural de ambos es el cyborg, el perfil falso y semiautomatizado que está contaminando las redes y que se cría en las granjas de trolls.Las granjas de trolls son una especie de
call centers donde cientos de personas crean, manejan y monitorizan cientos de miles de cuentas cyborg. No son hackers, porque no hace falta. Son publicitarios, periodistas y vendedores en paro, pero también estudiantes y amas de casa en apuros. No necesitan ser programadores, solo manejarse en las redes y gestionar un enjambre de cyborgs en distintas misiones. Su salario depende de su eficiencia, pero no cobran mucho. Es un trabajo precario en una economía brutal.Si el cliente quiere generar interés en torno a un nuevo producto, el enjambre busca espacios de interés y produce cientos de comentarios positivos y los disemina rápidamente por medios, foros y tiendas online. Si el cliente quiere deshacerse de la competencia, el enjambre hace lo mismo pero para difamar. El enjambre ataca en grupo: los perfiles falsos se enlazan y se dan la razón unos a otros, tanto para defender un producto como para destrozar a un rival con abusos verbales o acabar con un tema a base de provocación.
Marta Peirano,
No son bots rusos, es capitalismo 3.0 reventando el debate político online, el diario.es 20/11/2017
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