La libertad de expresión, en tanto que derecho humano, es universal. Pero su función es luchar contra las arbitrariedades y los abusos del poder político y contra las intolerancias de los poderes religiosos establecidos, no fomentar el enfrentamiento, el odio, la xenofobia, la intolerancia entre culturas y credos diferentes o la criminalización de algunos de ellos en sus símbolos sagrados. (199).
Lo que se ha visto enfrentado es la universalidad del derecho a la libertad de expresión frente al principio universal de respeto a las culturas o credo diferentes, en un momento especialmente crítico para el tema de la identidad. Un momento en que la regresión identitaria o culturalista por el color de la piel o la religión trasmitida invaden el debate político y las relaciones internacionales. (...) En estos momentos, un uso irresponsable y provocador del derecho a la libertad de expresión puede tener grave consecuencias en el ámbito de las relaciones internacionales, y conlleva el peligro de hacer fracasar las numerosas propuestas de diálogo entre culturas y religiones que en las diferentes foros continentales, regionales o locales se están llevando a cabo. (200)
María José Fariñas Dulce, Pluralismo religioso y libertad de expresión, en Democracia y responsabilidad (Sami Naïr eds.), Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores, Barna 2008)