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Observado el asunto con perspectiva histórica, tanto la democracia ateniense como la filosofía de la época clásica son fenómenos temporales efímeros y geográficamente muy locales. Podríamos decir, no obstante, que de aquellos polvos vinieron estos lodos, y que esa “tormenta en un vaso de agua” en a que consistieron el ágora ateniense, la tragedia ática o la filosofía clásica, andando el tiempo y a través de mil y un avatares, acabó convirtiéndose en la gran revolución política, económica y cultural que llamamos Ilustración.
Como consecuencia de esa revolución, existe por primera vez en la historia individuos privados en un sentido que es nuevo y que no coincide del todo con ninguna de las formas de “privacidad” conocidas antes de ese momento. No se confundirá, por ejemplo, “el interés público” con “el interés de la multitud”, puesto que esta última se concibe como suma de particulares, y en tal condición esa masa no tiene un único interés, sino un enjambre de ellos, inconciliables e incapaces de constituir un todo coherente. El pueblo, y por decirlo más claramente lo público, no surge de lo privado sino todo lo contrario. En su sentido moderno, lo público es el resultado del pacto social (no hay pueblo antes de tal pacto). Política sin amigos
José Luis Pardo, Estudios del malestar. Políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas, Anagrama, Barcelona 2016