No podríamos soportar que la mayoría de la gente se relacionara con nosotros sin una brújula moral, es decir, sin ninguna consideración por la diferencia entre lo correcto y lo errado. Sin embargo, la brújula moral es un escollo es muchas situaciones en las que se refiere un análisis fino y la compilación de muchos datos.
Además, hay cuestiones que no son malas o buenas y nada más, puede ser parcialmente buenas y parcialmente malas, morales e inmorales a un tiempo (o incluso inmorales por cuestiones contextuales o idiosincrásicas que, a poco que tomemos un poco de perspectiva, sabemos que dejarán de serlo con del devenir de las generaciones). Una brújula moral, pues, ofrece una idea engañosa de la realidad, como explican los economistas Levitt y Dubner en Piensa como un freak:
Eso no significa que debamos desembarazarnos para siempre de nuestras intuiciones morales, sino que sepamos no darles demasiada importancia en algunas ocasiones, sobre todo cuando tratamos de analizar éticamente un tema peliagudo, por ejemplo en un debate. Un poco como los navegantes de antaño:Una brújula moral puede convencerte de que todas las respuestas son obvias (aun cuando no lo sean); de que hay una línea brillante entre lo correcto y lo errado (cuando con frecuencia no la hay), y peor, darte la certeza de que ya conoces todo lo que necesitas saber sobre un tema, con lo cual puedes dejar de aprender más.
Por ello, una forma eficaz de que la brújulas de los marineros dejen de proporcionar lecturas erráticas debe usarse el conocimiento científico para corregir el problema. De un modo similar, las cuestiones morales espinosas son más fáciles de abordar si recurrimos a datos que emanan de la ciencia y no del corazón. La ciencia solo es un conjunto de datos sobre el mundo, un patrón que nos permite conducirnos de un modo más sistemático, con menos carga de incertidumbre y de opinión, incluso adelantándonos a acontecimientos. Datos más objetivos que nos permitirán formarnos una opinión moral más rica gracias a nuestra bújula moral.En siglos pasados, los navegantes que confiaban en la brújula descubrían que de vez en cuando daba lecturas erráticas que los desviaban de la derrota. ¿Por qué? El uso cada vez mayor del metal en los barcos (clavos de hierro, herramientas de los marineros e incluso hebillas y botones) interfería con la lectura magnética de la brújula.
Sergio Parra, No confies en tu brújula moral, xatakaciencia.com 15/09/2016