… la prudencia sólo tiene razón de ser en un mundo contingente.(…) Sin la contingencia la acción de los hombres sería imposible. Pero sin la contingencia sería también inútil. (123)
El prudente es el hombre capaz de deliberar y, más en particular, de deliberar bien. (123)
La deliberación en cuanto tal no es una noción ética, sino que encuentra su empleo sobre todo en el ámbito técnico y político. (123)
Aristóteles en el libro III de la
Ética a Nicómaco se preocupa del objeto de la deliberación. (124)
No se delibera sobre todas las cosas, sino sólo sobre aquellas que dependen de nosotros, lo cual excluye los inmutables eternos (como el orden del mundo o las verdades matemáticas) aquellos cuyo movimiento es eterno (los fenómenos astronómicos) … (EN, 1112a 21.29, VI, 5, 1140a 31, 36) (124)
La Ciencia trata de lo necesario. El hombre ocupa un lugar intermedio entre la necesidad y el azar, es decir el de las cosas que suceden frecuentemente pero de tal manera que su resultado es incierto y comporta indeterminación. (EN III, 5, 1112b 8-9) (124-125)
La doctrina de la contingencia nos permite reconocer en la deliberación una constante de la relación del hombre con el mundo (…) Deliberamos tanto cuanto más ignoramos, la deliberación sobre lo contingente no es más que el margen que nos separa del conocimiento de los necesario. (EN 1112b 3-6) (125)
La deliberación es una especie de investigación o búsqueda, aquella que trata sobre las cosas humanas. Esta consiste en investigar los medios de realizar un fin previamente planteado. (EN III, 5, 1112b 22-25, VI, 10, 1142a 31)
El buen matemático no delibera (EN III, 5, 1112b 1).
Aristóteles distingue dos casos: aquel en el que, dado el fin, no hay más que un medio de realizarlo, y aquel en el que el fin puede ser realizado por diversos medios. En el primer caso, no hay más que una solución (…) este caso es objeto de ciencia. Donde hay pluralidad de vías para conseguir el fin último, encontramos a la deliberación. El hombre se ve reducido a conjeturas y solamente comparando conjeturas deberá buscar entre los medios posibles cuál es “el más rápido y mejor”. Este no es un caso de ciencia sino de opinión. (EN, 1112b 17) (127)
Lo más atractivo es la alusión de
Aristótelesa los orígenes políticos de la deliberación (EN III, 5, 1113a 7).
El concepto “deliberación” remite a la institución de la
Boulé, que designa en Homero el Consejo de Ancianos, encargado de preparar mediante una deliberación previa las decisiones de la Asamblea del pueblo: el Consejo delibera, el pueblo escoge o al menos ratifica. (128)
Evocando la práctica homérica,
Aristótelesquería simplemente recordar que no hay decisión sin deliberación previa. (128)
Discurso deliberativo: cuando el oyente no es sólo espectador sino juez, y su juicio se refiere no al pasado, sino al futuro, es decir, cuando se trata de juzgar un miembro de la Asamblea, el discurso será denominado deliberativo. (…) la preocupación cauta por el futuro suscita el género deliberativo (
Retòrica, I, 3, 1358a, I, 3, 1358b 13-20)
… si el futuro estuviera escrito, la palabra deliberativa de los hombres enmudecería ante los decretos del destino. (129).
Si deliberamos sobre el futuro es porque está oculto (…) Si la deliberación consiste en combinar medios eficaces relacionados con fines realizables es porque el futuro está abierto. (129-130)
El análisis de
Aristóteles manifiesta el vínculo profundo entre una filosofía de la contingencia y la práctica del sistema democrático, es decir, deliberativo. (130)
Una filosofía (como la platónica) que contaba con la ciencia para conocer la realidad en sus menores determinaciones no podía tener más que desprecio por un régimen de asamblea, donde la palabra no es son el disfraz de la incompetencia o, todo lo más, el sustituto abusivo de la competencia. (vegeu
Gorgias, 456ac, 458e-459c/
El problema del ser, parte I, capítulo III) (130)
El mundo de
Aristóteles es ambiguo, como la sociedad en la que vive; el mundo no es ni totalmente racional ni totalmente irracional. La deliberación traduce esta ambigüedad: a medio camino entre la ciencia y la adivinación azarosa, es del orden de la opinión, es decir, de un saber aproximativo como lo es su objeto. Fundado en un saber tal, ninguan deliberación será infalible. (EN, VI, 9, 1142a 34b 6) (131)
El hombre prudente enuncia aquello que es posible y aquello que no lo es, capta el punto de posibilidad, pero no puede hacer que este “posible” sea necesario y desde ese momento, la acción más “deliberada” comportará siempre el riesgo incluso infinitesimal del fracaso. (131).
La democracia deliberativa y antes la institución patriarcal del Consejo de Ancianos nos proporcionan el modelo de una conducta individual prudente: en Homero no es el ardoroso Aquiles, sino el prudente Ulises quien delibera a menudo “en su corazón”. (131)
La ciencia no es de ninguna ayuda allí donde la realidad sobre la cual conviene actuar no está suficientemente determinada para ser conocida científicamente. (132)
Pierre Aubenque,
La prudencia en Aristóteles, Crítica, Barna 1999 (1963)