Sin embargo, Creso no vivía en una sociedad altamente tecnológica, racional y científica en la que existen más herramientas para comprender el mundo y tomar decisiones. Para contextualizar sus resultados, Metroscopia recurre al filósofo y sociólogo alemán de principios del siglo XX Max Weber, quien señaló que el proceso de racionalización característico de las sociedades desarrolladas supondría un proceso paralelo de "desencantamiento" del mundo. La ciencia se entronaría como "supremo e indisputable argumento final de autoridad". Sin embargo, habría "un efecto colateral no desdeñable": la sensación, para muchos individuos, de vivir en una "jaula de hierro", un lugar árido y falto de respuestas para "las dimensiones no estrictamente racionales de la vida". "El resultado es que, incluso en sociedades muy avanzadas, caracterizadas por un indisputado predominio de los criterios racionales y científicos, sigue existiendo la necesidad de explicaciones no racionales (o arracionales) del mundo", concluye la encuesta.
La tecnología no borra la magia. "Claro que no, nuestra sociedad es muy técnica, pero nosotros no sabemos por qué funcionan los sofisticados instrumentos que manejamos, lo hacemos como lo harían los salvajes y eso no proporciona verdadero conocimiento", reflexiona Savater. "Seguimos sin saber, por eso creemos; en el amuleto y en el iPhone por igual, no tenemos ni idea de cómo funcionan ninguno de los dos". De hecho, el pensamiento mágico fagocita en su beneficio la tecnologización y el desarrollo científico: "Ahora la superstición se disfraza, los homeópatas fingen ser científicos, las pulseras del holograma no se presentan como escapularios milagrosos, sino como tecnología", dice Savater.
Patricia González, La cultura no nos cura de la superstición, El País, 03/05/2011
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