La democracia como paradigma político se basa en un complicado, valiente y genial sistema de ficciones, es decir de proposiciones impracticables pero cargadas de un encanto irresistible; proposiciones que quien interviene en el juego democrático debe aceptar sin excesivo “curiosear a su alrededor” (según la maliciosa recomendación de Bagehot a propósito de la monarquía de Inglaterra que va en el exergo). Esas ficciones son numerosas y están entrelazadas formando en su conjunto una estructura conceptual de impresionante complejidad. Pero esa estructura, observada en sus componentes y, por así decirlo, desmontada pieza a pieza, demuestra ser un agregado inestable, casi como el de los palillos del mikado cuando quedan depositados después de lanzarlos: parecen asentados, pero en realidad están en un equilibrio extremadamente inseguro. Basta la menor vibración para deshacerlo todo.
Raffaele Simone,
El hada democrática: Por qué la democracia fracasa en su búsqueda de ideales,Taurus, Madrid 2016