La idea de autoorganización contradice nuestra intuición mecanicista respecto de la causación. El sentido común nos dice que si algo está organizado ha de deberse a la intervención de alguna fuerza externa inteligente, porque el orden no puede ocurrir de manera espontánea. Sin embargo, esta creencia no es correcta.
En la naturaleza, la autoorganización adaptativa no es la excepción sino la regla. La ciencia y la ingeniería han descubierto que es muy difícil, si no imposible, controlar los sistemas que se autoorganizan. En el campo de la ciencia, se han realizado ingentes esfuerzos por controlar eventos como el clima, las crisis epilépticas o los movimientos sociales espontáneos. No obstante, todos los intentos fueron en vano.
(…) ¿Por qué a lo largo de la historia resultó tan difícil para gobernantes, jefes, gerentes, dictadores, capitalistas y gurúes de la administración del tiempo controlar los sistemas autoorganizados más avanzados?
Muchos científicos postulan que nuestra economía es un sistema autoorganizado, por ejemplo. Pero veremos que cuando, como resultado de fuerzas externas, los sistemas de esas características llegan mucho más allá del estado denominado “criticidad”, pueden colapsar o modificar por completo el modo en que responden al entorno.
Ya sea que el sistema del que hablamos sea un ser humano, una sociedad o el clima, permanecer dentro de ciertos límites es esencial para su estabilidad. En el caso de los seres humanos, este podría ser el motivo por el que el ocio es tan importante: permite al sistema retornar a lo que se denomina “dinámica estable”. (…)
La autoorganización es un rasgo de la complejidad, que a veces se denomina “emergencia”: significa que el comportamiento complejo de un sistema exhibe características macroscópicas que ninguno de los componentes del sistema posee. (…)
… las neuronas individuales del cerebro no saben que forman parte del cerebro o que constituyen un “yo”. (…) Una de las persistentes ilusiones filosóficas que hemos albergado durante siglos es que en algún sitio del cerebro, una personita llamada Homunculus controla las acciones cerebrales. O que incluso sin Homunculus, hay una parte específica del cerebro que de alguna manera funciona como centro de comando y control, y dicta lo que el cerebro debe hacer.
Las neurociencias han revelado que no existe tal centro de control en el cerebro. Hay centros en las redes cerebrales cuya actividad es más importante, pero no existe un único centro que dirija la acción. El cerebro, en cambio, es mucho más parecido a una colonia de hormigas: miles de millones de neuronas colaboran para dar origen a nuestro yo, sin la mediación de ningún agente externo o interno. En otras palabras, somos un fenómeno autoorganizado emergente. (pàgs. 99-107)
Andrew J. Smart, El arte y la ciencia de no hacer nada. El piloto automático del cerebro, Clave Intelectual, segunda edición 2015