Erik Sorto con el brazo robótico que mueve con su cerebro. | Spencer Kellis |
La revista Science ha publicado los resultados de un trabajo científico de dos años, de un grupo de investigadores de Caltech al que me referiré como Aflalo y otros, para entender cómo controla el cerebro el movimiento de los órganos de los cuerpos.
El cerebro es un conjunto de neuronas entrelazadas entre sí. Esto es conocimiento común. ¿Pero qué son las neuronas?
En primer lugar, son células vivas con capacidad para metabolizar substancias para disponer de energía. Otras células utilizan la energía para diversas funciones, pero las neuronas la emplean para mover cargas eléctricas a través de las membranas de los filamentos de salen de ellas, las dendritas, y que conectan con las dendritas de otras neuronas.
Las cargas son iones de sodio y de potasio (ésta es una de las razones por las que necesitamos sal, y sal que contenga no sólo cloruro sódico, sino también cloruro potásico, o cualquier otro compuesto de potasio). Como son muchísimo más pesadas que los electrones, se mueven muy despacio, pero aún así lo hacen en milisegundos. Cualquier carga eléctrica al moverse, y sobre todo si es de manera oscilante, o vibratoria, genera ondas electromagnéticas.
Los electroencefalogramas no son más que la graficación de las ondas electromagnéticas que salen del cerebro. Ahora bien, esas ondas provienen de algunos millones de corrientes eléctricas neurales variables y es casi imposible discriminar entre ellas y descodificarlas.
Lo que han hecho los investigadores de Caltech es buscar encefalogramas altísimamente localizados. Para ello han introducido en un cerebro .... ¿lo adivinan?
Microchips, esto que es esencialmente ubicuo y que forma parte de nuestras vidas, que llevan nuestros perros y gatos en sus cuellos y nosotros en los bolsillos en todos los aparatos que portamos.
Los microchips cerebrales, comercializados como los de los perros, son conjuntos de 97 electrodos microscópicos que detectan la actividad de 100 circuitos neuronales al mismo tiempo. Si se ponen estos chips en los cerebros de primates se puede detectar actividad cerebral constante, pero inconexa.
En Caltech incluyeron a una persona en el equipo de investigación, una persona tetrapléjica. El movimiento de un brazo, de una pierna, incluye muchísimas etapas conectadas entre sí. Una de las primeras es pensar que queremos movernos para alcanzar un objetivo. Este ''querer'' se procesa en algunas neuronas y se ha detectado que ocurre en la corteza del cerebro medio, más o menos encima de las orejas, lo que se denomina ''Corteza Parietal Posterior''.
Cuando el colaborador del equipo de científicos deseaba realizar algún movimiento, algunos circuitos eléctricos neurales de esa zona del cerebro producían corrientes eléctricas y ondas electromagnéticas que detectaba el microchip.
Perfecto. Tenemos una forma de registrar actos de volición. ¿Cuáles son esos actos? El colaborador pensaba en mover un hombro. El chip registraba una cierta señal. El colaborador pensaba en mover un brazo. Otra señal distinta. El colaborador pensaba en mover un brazo y alcanzar una lata de refresco. Otra señal. Poco a poco se fué creando un diccionario de señales. Estas señales se visualizan en los aparatos adecuados como eses, uves, uves invertidas, ues, etc, formas graficas que dibujan las distintas formas y tamaños de subidas y bajadas de tensión eléctrica de los circuitos neurales de multiconexiones de dendritas.
No sabemos aún cómo actúan esas señales eléctricas, cómo se transmiten a los circuitos neuronales que lanzan de nuevo otras señales eléctricas hacia los miles de circuitos que controlan la contracción de cada fibra muscular que produce el movimiento. Para esto aún necesitamos tiempo, y esquemas de decodificación.
Pero si tenemos un diccionario podemos, nosotros, hacer una transmisión distinta de la que hace el cuerpo humano y generar los impulsos que mueven micromotores eléctricos basados en electrones, y no en iones pesados de los metales alcalinos.
Lo mismo que una niña aprende a coordinar los músculos de los dedos para guiar el lápiz con el que quiere dibujar un conejo, por ejemplo, y le lleva tiempo hacerlo, el colaborador tetrapléjico del equipo de Caltech fué aprendiendo a desear distintas cosas para que el brazo robot fuese moviendo el refresco hacia sus labios.
Por decirlo en lenguaje llano, antes de sufrir el accidente que le dejó paralítico, traducía sus deseos al inglés, y este idioma lo habían aprendido sus nervios motores y las células musculares para que su brazo le acercase el refresco a los labios.
Lo mismo que un miembro prensil al final de un brazo es ''mano'' en español y ''hand'' en inglés, el colaborador aprendió poco a poco el lenguaje que movía la ''mano'' en vez de la ''hand'' de antes de su accidente.
De la misma manera que las combinaciones de sonidos y de letras de las palabras de los lenguajes humanos son arbitrarias, por ejemplo, la ''mano'' en un lenguaje inventado podría ser ''jert'' en vez de ''hand'', las corrientes neurales en la corteza parietal posterior del colaborador se fueron adaptando al movimiento del brazo del robot.
Mediante el microchip implantado, los investigadores pudieron detectar la imagen electrónica de ''mover mano derecha'', ''mover mano izquierda'', ''acercar'', ''alejar'', ''hacia arriba'', "hacia abajo'', y demás señales que hacen que un acto de volición se convierta en un movimiento consciente.
De la misma manera que cuando queremos coger un vaso no nos enteramos de las miríadas de señales eléctricas intermedias que intervienen para mover los músculos del cuerpo, el colaborador no sabe como sus voliciones se traducen a impulsos eléctricos en micromotores síncronos.
(Como inciso, parte de la ''meditación trascendental'', del yoga y de este tipo de disciplinas, es tratar de darse cuenta de los caminos que siguen las voliciones cando se traducen en actos, en movimientos finales).
El colaborador no lo sabe, pero los investigadores de su grupo sí.
Esa es, de manera importante, la diferencia entre ciencia y artesanía. Mediante prueba y fracaso el artesano aprende a ensamblar relojes. El científico, el ingeniero, sabe qué piezas necesita y cómo fabricarlas y por qué deben de ser como son.
Haremos robots que actúen siguiendo nuestros pensamientos. Viviremos con ellos como vivimos con nuestros perros y gatos, con los caballos y las vacas, con los seres vivos que nos rodean.
¿Nos dominarán los robots? Entra dentro de lo posible. Hoy los coches exigen cuidados que no exigían los caballos que utilizábamos para sus funciones hace 100 años. Una parte de nuestra vida es hacer lo que el coche quiere. Hay perros que han conseguido que sus dueños hagan lo que ellos quieren. Hay personas que están totalmente dominadas por el coche, y otras que lo usan como una mera máquina.
Hay personas que se dejan dominar por otras y hay quienes son inmunes a los intentos de dominio.
Tendremos que aprender a convivir con los robots.
Antonio Ruiz de Elvira, ¿Por qué un tetrapléjico puede mover un robot con su mente?, el mundo.es, 24/05/2015