Atribuir a la naturaleza un poderoso principio de ordenación interna, liberar a la naturaleza de la arbitrariedad, hablar de
necesidad natural abre la vía a determinar formas precisas de comportamiento de la naturaleza y a efectuar razonables previsiones. Confiaremos por ejemplo en que cada evento espacial y natural tiene una causa, confiaremos asimismo en que la relación entre causa y efecto tiene un orden temporal determinado y, en consecuencia, que no cabe modificación de lo dado efectuando una intervención sobre el pasado. Y lo mismo cabe decir de otros principios que cabe considerar a la vez rectores de la naturaleza y de nuestro comportamiento ante la misma.Ha de enfatizarse el hecho de que esta disposición ante la naturaleza sólo tiene sentido en base a la exclusión de las hipótesis míticas. Si la naturaleza estuviera sometida a los dioses como en los poemas de Homero, entonces los principios de regularidad ahora contemplados podrían eventualmente ser sustituidos. La búsqueda de principios firmes sólo tiene sentido porque se presupone que los hay. Y para ceñirse a un ejemplo: si alguien sostiene que una determinada sustancia constituye un invariante universal que da soporte a la inmensa diversidad de los fenómenos es porque está convencido de que la necesidad de que haya efectivamente un invariante universal. Observación que me da la ocasión de abordar un aspecto por el cual
Tales de Mileto es conocido y que permite considerarlo de alguna manera un científico, y quizás incluso el primero de entre ellos. En cualquier manual de filosofía el lector podrá leer que
Tales hacía del agua el elemento primordial al que todas las cosas de la naturaleza se reducirían. El agua es susceptible de ser percibida a través de los sentidos, no es una cosa abstracta como un rectángulo o el número tres (percibimos mediante los sentidos tres manzanas, o tres sillas, pero no el número tres). Así pues, priorizar el agua a la hora de explicar las cosas supone explicar las cosas naturales por algo presente en la propia naturaleza, lo que los griegos llamaban
physis y por eso
Tales es un sostenedor del
poder de la physis, un fisiócrata.¿Por qué el agua? Entre otras cosas porque
Tales tuvo ocasión como todos nosotros de percatarse de que la vida surge efectivamente en medios húmedos, de tal manera que este agua debe ser interpretado como lo líquido o fluido (
ta hygra). Privilegiar lo húmedo equivale simplemente a considerar que la diferencia entre las cosas se reduce a una diferencia en el grado de condensación (aspecto que después será desarrollado explícitamente por otro de los filósofos de Mileto). Condensándose, el agua forma los cuerpos sólidos; rarificándose en forma de vapor el agua crea el aire, el cual a su vez generará el fuego.¿Todo excesivamente ingenuo? Tan ingenuo como puede parecer a un genetista contemporáneo la imagen de
James Watson y
Francis Crick posando ante la "escultura" con doble hélice que intentaba reproducir algo que hasta entonces nadie había contemplado. El peso de una hipótesis científica no se mide por la configuración imaginaria, sino por lo que supone como tentativa de abrir puertas ante una situación cerrada. Una hipótesis fértil es algo que surge necesariamente de una crisis, una respuesta literalmente de
emergencia, la necesidad de una reacción adecuada ante una situación apremiante, como lo fue la hipótesis de la relatividad de tiempo y espacio, o la del carácter discreto (en ciertas condiciones ) de la luz, ante la crisis en la que se veía la física en el arranque del pasado siglo.Se diría que
Tales es receptivo al hecho de que el agua se muestre a la vez como soporte de las cosas y como fondo en el que se abisman. Percibiendo que la madera no se sumerge en el agua,
Tales aventura que la tierra flota en ese elemento "como un pedazo de madera". Se ha evocado al respecto la isla de Delos que, en el mito, se desplaza sin rumbo hasta el nacimiento de los gemelos Apolo y Artemisa. No faltarán a la imaginación otros ejemplos que ponen de relieve la tendencia a reconocer en el agua el fundamento. Baste con evocar esa singular pulsión que supuso simplemente erigir en la laguna la ciudad de Venecia.
Víctor Gómez Pin,
Asuntos metafísicos 95, El Boomeran(g), 28/4/2015