El hombre no sólo es capaz de intelección sino algo más importante: en ocasiones lo que motiva al hombre hacia la intelección no es otra cosa que la intelección misma. Tras subrayar la singularidad de esta situación me preguntaba en la pasada columna si ello era ya razón suficiente para hablar de ciencia. La respuesta es más bien negativa. La ciencia supone algo más que grado de conocimiento, incluso algo más que grado de conocimiento desinteresado. Conocimiento de alto nivel tenían desde luego los astrónomos babilónicos y chinos y no cabe dudar de que en algún respecto este conocimiento era meramente desinteresado. Y sin embargo no es arbitrario que en la previsión del eclipse por
Tales de Mileto pueda barruntarse algo que no se daba en las etapas anteriores del conocimiento astronómico."El día se hará noche" nos dice Herodoto respecto a la previsión de
Tales cuya verificación en un agónico conflicto contribuirá precisamente a que se busque una sutura del mismo "
En las diferentes batallas que se dieron, hubo una nocturna en el año sexto de la guerra que ambas naciones proseguían con igual suceso, porque en medio de la batalla misma se les convirtió el día repentinamente en noche; mutación que Thales Milesio había predicho a los jonios, fijando el término de ella en aquel año mismo en que sucedió. Entonces lidios y medos, viendo el día convertido en noche, no solo dejaron la batalla comenzada, sino que tanto los unos como los otros se apresuraron a poner fin a sus discordias con un tratado de paz" (
Herodoto Historias I, 74 traducción del jesuita P. Bartolomé Pou (1727-1802) disponible online)Es objeto de discusión el grado de precisión de
Tales respecto al día y hora del eclipse, habiéndose incluso conjeturado que sólo pudo prever el año, pues prever un eclipse solar exige poderosos medios geométricos y trigonométricos de los que la ciencia no dispuso sino años más tarde. Pero con independencia del grado de conocimiento y del grado de acuidad en sus cálculos, la actitud, la disposición de espíritu de
Tales difiere de la de sus predecesores en un punto importante: la observada regularidad en las órbitas que ha permitido prever la ocultación del sol no constituye un hecho aislado, expresión de un azarosa confluencia o de la intervención de los dioses u otras potencias ignotas.Aunque, de hecho, no tengamos más que un conocimiento parcial, la naturaleza en los cuerpos celestes como la naturaleza en nuestro entorno, responde a una necesidad intrínseca que se traduce en movimiento de los astros, en emergencia de seres, en transformación, o en destrucción. La naturaleza no es un conglomerado dispar sin principio de interna organización, la variedad de las cosas de la naturaleza constituye por el contrario un mundo, un
kósmos, término griego para designar el orden.
Víctor Gómez Pin,
Asuntos metafísicos 94, El Boomern(g), 21/04/2015