Según Goleman, la Inteligencia Social está dividida en dos grandes áreas: conciencia social -lo que percibimos respecto a los otros individuos- y aptitudes sociales -lo que hacemos con ese conocimiento.
La conciencia social requiere de un conjunto de un mecanismos automáticos y conocimientos, algunos de los cuales son inconscientes y por lo tanto están basados en la intuición. De acuerdo a lo anterior interpretamos las señales emocionales de otros sujetos o grupos que observamos. Se trata de una habilidad empática que nos permite conectarnos con el entorno.
El modo en que gestionamos toda esa información son las aptitudes sociales. A través de ellas, despertamos emociones o influimos en las decisiones de los demás. Entre otras muchas están la comunicación, el compromiso, la facilidad para sincronizarse y vincularse, etc.
Uno de las manifestaciones más apasionantes de la Inteligencia Social es la formación de alianzas. Todos los seres humanos sentimos más afinidad por unas personas que por otras. En el día a día, gestionamos esas relaciones para ascender de estatus o ganar más dinero. De hecho, el éxito de grandes empresarios o políticos se explica más fácilmente desde el análisis de la pericia para generar lealtades en otras personas que desde su currículo académico.
Pero este fenómeno social no es exclusivo de nuestra especie. Uno de los estudios más interesantes sobre las consecuencias de estas alianzas, lo llevó a cabo el primatólogo Ronald Hall con babuinos en Kenia. Éste pudo demostrar que el éxito de los líderes de esta especie depende de su tendencia a luchar, pero aún más de su predisposición a formar alianzas y cooperar.
Pablo Herreros, Inteligencia social II: Elementos de la Inteligencia social, Somos Primates, 18/04/2015