Tanto
Platóncomo
Aristóteles definen la ficción poética como
mímêsis, imitación; y el segundo de ellos aclara que la poesía es imitación de la acción (
mímêsis praxeos). Como ya hemos visto que la acción no es para ellos dos cualquier cosa, sino precisamente aquel “lugar” en donde reside el objeto privilegiado de su búsqueda (la esencia, la idea, el bien, la virtud), decir que la poesía es imitación de la acción es ya decir de alguna manera que es menos que la acción y, por tanto, que en ella no puede encontrarse aquello que se busca en la acción (la “regla del bien o de la virtud).
Platón puntúa esta “minusvalía” de la imitación colocándola dos escalones por debajo de la acción, es decir, en un rango inferior al de la simple
producción. Esto no significa que la imitación no sea una clase de producción (pues lo que no es
práxiso
khrêsis sólo puede ser
poiêsis), sino más bien que como
Platón esclarecerá en el
Sofista-, los productos de la imitación son “solamente”
imágenes. (pàg. 111)
Ahora, el problema aparece en cuanto notamos que el filósofo, precisamente por haber situado a la acción en el peldaño superior, y precisamente por ser la acción aquello que, como se ha dicho, sólo sucede
una vez para sumirse inmediatamente en lo irrecuperable, únicamente puede recobrarla mediante alguna forma de imitación o, dicho más claramente, que la acción es aquello acerca de lo cual sólo se puede discurrir –sólo se lo puede uno poner “delante”- mediante imitaciones, como imitaciones de la acción de
Sócrates son los
Diálogos escritos por
Platón. (pàg. 111)
… el modo mismo de nacimiento de la filosofía en forma de
diálogo escrito no puede tener más origen que el teatro. La obra de
Platónes toda ella una dramatización o una teatralización de la vida de Sócrates, y por ello puede decirse sin temor a exagerar que la filosofía nace ya, e cierto modo, teatralizada, escenificada. (pàg. 110)
Más si la imitación es menos que la acción –tan sólo una imagen de ella-, en estas “imitaciones” no puede aparecer “realmente” lo que en carne y hueso aparece en la acción, a saber, la esencia, el bien, la regla, la verdad o como quiera que llamemos a eso que constituye el objeto privilegiado de la búsqueda filosófica, sino de ello tan sólo puede ofrecérsenos una
imagen. Por tanto, parece que todo nos conduce a esa “pugna” entre filósofos y poetas por el monopolio de la producción de imágenes o, dicho de otro modo, al problema de la distinción entre aquel tipo de imagen que lo es de la verdad (y que
Platón llamaría
eikastiké, verosímil) y aquel otro que no lo es (y que
Platón llamaría
phantastiké, fantástica). (págs.. 111-112)
José Luis Pardo,
Eso no es música, Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores, Barna 2007