No sabemos a ciencia cierta qué rayos es un fondo de inversión, pero sabemos que su hipoteca de usted puede haber sido vendida por su banco a uno de estos instrumentos financieros (así los llaman), lo mismo que el préstamo que solicitó para comprarse un automóvil o para reformar la casa al objeto de hacerle un hueco al niño que estaba de camino. Ese hijo, aun antes de nacer, era ya propiedad de uno de estos fondos, quizá de los denominados de alto riesgo. No somos conscientes de las complicaciones de la economía financiera. Podría darse el caso, por ejemplo, de que los dineros de su plan de pensiones de usted hubieran ido a parar al mismo fondo de inversión que está a punto de desahuciarle de su vivienda por haberse retrasado en el pago del alquiler (en los últimos años, miles de viviendas de titularidad pública han sido vendidas a estos fondos también denominados buitres). Significa que nosotros mismos, sin ser conscientes de ello, alimentamos a nuestros verdugos, formamos parte de ellos. En otras palabras, uno se echa a la calle a sí mismo a fin de que su plan de pensiones no se vaya a la mierda.
Los fondos de inversión son los que controlan ahora mismo el cotarro. Un fondo de inversión llama a Rajoy y Rajoy se pone inmediatamente a su servicio. Quien dice Rajoy dice Hollande u Obama. Un fondo de inversión grande, con el poder que le otorga disponer de los ahorros de usted y de los míos y de los de la mitad de la clase media global, puede obligar a Rajoy, es un decir, a jodernos la vida. Los fondos son la versión contemporánea de la caverna de Platón. Vivimos encadenados a ellos, de cara a su pared, tomando por realidad las quimeras o espejismos que producen y que son las sombras de la auténtica realidad.
Juan José Millás, Sombras, El País, 04/07/2014