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El discurso de Pericles (La oración fúnebre, Tucídides, II. 37-42) no es sólo un programa, sino también una defensa y quizá, incluso, un ataque. Como ya indicamos antes, suena como una ofensiva directa contra Platón y, en efecto, no caben dudas de que se hallaba dirigido no sólo al tribalismo detenido de Esparta, sino también al anillo o “eslabón" totalitario de la propia ciudad, al movimiento en favor del Estado paterno, a la «sociedad ateniese de amigos de Laconia» (como Th. Gomperz los llamó en 1902). Este discurso constituye la primera y al mismo tiempo quizá también la más vehemente declaración que jamás se haya formulado contra ese tipo de movimiento. Su importancia no escapó a la sagacidad de Platón, quien ridiculizó la oración de Pericles, medio siglo después, en los pasajes de La República(557d, 561c) en que ataca a la democracia, como así también en aquella franca parodia, el diálogo conocido con el nombre de Menexeno o La oración fúnebre. (pàg. 183)
Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Primera Parte, Ediciones Orbis, Barna 1985