En gran Andrés Laguna embarcó a principios de 1536 en Rouen con rumbo a España. En una anotación a su traducción del Dioscórides, hecha a propósito de los efectos de los higos, nos cuenta lo siguiente de su travesía:
"Opilan el hígado y el bazo. Dado que no se opiló aquel pupilo que, sobre apuestas, se comió seis libras de higos, los más sucios y enharinados que se pudieron hallar, en el desafiadero de Salamanca; el cual, según tenía los alientos, llevaba un aire de comerse otras tantas si se las pusieran delante. Más, no nos debemos maravillar, porque estudiantes, principalmente pupilos, digerirán el hierro como los avestruces, pues, sin duda, tienen lobos en los estómagos. Tampoco reventó un portugués marinero llamado Jorge Pirez de Alamda (es digno semejante hombre que por su singular garguero sea puesto en crónica), el cual, pasando yo de Ruan a España en un navío portugués y habiéndonos sucedido una muy cruel tormenta, al tiempo que, ya rotos los mástiles y voladas las velas, todo el mundo alzaba las manos a Dios pidiendo misericordia y preparándose para lo extremo, hízome muy de priesa levantar de encima de un cofre suyo sobre el cual yo estaba tendido filosofando conmigo mismo de la inmortalidad del alma; y abierto el tal cofre, cuando pensé que sacaba algunas horas o cuentas para su devoción, sacó una talega de higos muy excelentes del Algarbe, que, a mi parecer tenía más de dieciséis libras, y, sentado con un gran descuido y reposo a par della no cesó de engullir hasta que la despachó toda diciendo: Morra Marta e morra farta. Y que juraba él a Dios que, pues le había costado muy buen dinero, no habían los peces gozar dellos, sino que se los tenía todos de llevar consigo en el buche. El cual hombre honrado, después que se vio sin higos y el peligro pasado, estuvo para echarse en la mar de puro enojo y despecho viendo que en balde se había de una vez tragado toda su hacienda."