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Como Luis Lizásoain es de esos amigos para siempre, me cuida enviándome sutilezas como las de las fotos.


En julio, una conjunción de elementos cordiales, entre los que se encontraban mis admirados Luis Solano, de Libros del Asteroide, y Sergio Vila-Sanjuán, me llevó a dar una conferencia a los editores catalanes en el Forum Edita, titulada "Sin educación, no hay lectura", que ahora -en unos días- publican mis amigos de Plataforma. En noviembre hablaré sobre esta misma cuestión en Santiago, en una convención de editores gallegos.
Continuaría borrando la descripción de la incineración de Frida Kahlo que encontré entre los papeles de un antiguo agente de la CIA en México (es que me gusta escarabajear inútilmente entre papeles viejos):Pobre me vi entre los pobres, porque yo carecía de virtudes guerreras o cristianas.
Un monje, un día, dedujo, mirándome a la cara, mi origen musulmán. Me llamó y me dijo:
- Tú perteneces a la gente del Sur. Harapiento vas y no estás tullido. ¿Qué oficio practicabas entre los tuyos?
- Señor, nunca tuve oficio. Amaba y leía.
¿Qué utilidad me reporta saber esto?A medida que el cuerpo de Frida se iba acercando a las puertas abiertas del horno, eran las llamas las que parecían acercarse hacia su cuerpo. De repente, sus músculos se contrajeron por el efecto del calor y Frida se sentó de golpe en el carro del crematorio. En ese instante, las llamas alcanzaron su pelo, lo incendiaron y crearon un halo brillante y ardiente en torno a su cabeza. Todo fue repentino, inesperado y completamente aterrador. Los asistentes a la cremación comenzaron a gritar, presas de pánico y salieron en estampida, tropezando desordenadamente unos con otros en su afán de escapar. La horda incontrolable, atravesó gritando las puertas exteriores del crematorio, casi arrancándolas de sus bisagras, y salieron a la calle gritando que Frida estaba viva.
Borraría muchos nombres inútiles, hojarasca que inunda mi memoria, como el de Séneca Pérez, un ácrata derrotado en nuestra guerra, al que, cuando iba a ser fusilado ante los presos en formación, una mano amiga le lanzó a los pies un manojo de cebollas. Si se tiene en cuenta el hambre que se pasaba en la cárcel y que Séneca era vegetariano, este gesto inútil te deja, inútilmente, sin aliento.Borges: ¿Es un imperio / esa luz que se apaga / o una luciérnaga?
Zozaya: ¿... aquel rastro de luz que se enciende, cruza el espacio y va a caer en el infinito del tiempo es un poco de gas que se descompone o un mundo que pasa?