Cuando Svetlana Alexievitch resume la experiencia de creación del "homo sovieticus", llega a esta conclusión: "Nadie nos enseñó la libertad. Nos enseñaron solamente a morir por ella" (El fin del hombre rojo). Y leyendo a esta mujer pensé que la Biblia le da más dignidad al hombre porque, si bien lo considera hecho de barro, ese barro no es cualquier fango, sino el barro del Paraíso. Eso significa que siempre hay en él algo que salvar. El experimento social de creación del hombre soviético iba justo en la dirección contraria: el hombre viejo era algo a superar.