El viernes pasado me llamó por teléfono una joven que trabaja en un famoso programa de televisión, "porque queremos hacer algo, un programa, contra la invasión de la economía en la educación". - No sé si entiendo lo que quieres decir -le digo.- ¿A usted le parece bien que se hable de economía en las escuelas? - Es una barbaridad -le contesto-, ¿para qué demonios necesitamos saber lo que es una hipoteca, un préstamo, un bono basura, la deuda...? ¿De qué le hubiera servido a nadie saber qué demonio son las las preferentes?Se produce un silencio al otro lado del teléfono. Unos segundos después, mi interlocutora me reformula la pregunta.- ¿Es que a usted le parece bien que algunos bancos elaboren programas didácticos sobre economía para las escuelas?- Me parece muy mal si son muy malos.- ¿O sea que no le importa que las empresas nos digan qué tenemos que estudiar?- Bueno... Las empresas de nuevas tecnologías lo llevan haciendo desde hace tiempo y todo el mundo está dispuesto a dejarse convencer por ellas.De nuevo unos segundos de silencio.- ¿Entonces... le parece a usted que no hay tema?- Eso no me corresponde decirlo a mí.- ¿Le importaría que le volviéramos a llamar?- Casi preferiría que no.- ¡Bueno, pues usted perdone, si le he molestado!