Diálogo entre un francés y un español en una comedia satírica anónima rusa de los años treinta del siglo XVIII:
Francés: Serviteur, seigneur (quiero decir que estoy a su disposición).Español: Señor, no entiendo francés.Francés: Pues yo no entiendo español. No se ofenda, señor, oigo que está hablando en eslavo. ¿Dónde, señor, ha aprendido esa lengua?El español quiere eludir la respuesta, pero el francés insiste: Señor mío, me asombra ver a un español hablando una lengua extranjera.Español: ¿Por qué?Francés: Porque los españoles viajan poco, no salen de su tierra.Español: Es que no les hace falta: en su tierra tienen todo lo que necesitan.Francés (al público): Señores, no se rían; señor mío, no se ofenda, pero en otras tierras hay muchas cosas que en España sería imposible hallar.Español: No entiende lo que le digo. No me refiero a fruslerías, que en otras tierras hay, sino a la astucia, al arte bélico y a la vida perfecta.Francés: Que es precisamente lo que en España no hay, pero vuelvo a lo anterior; me gustaría saber dónde, señor, ha aprendido a hablar en eslavo.
Más adelante nos enteramos que el español aprendió eslavo en la guerra contra el turco, cuando "servía al César". El francés y el español defienden sus respectivos modelos de vida buena. El francés prefiere vivir atado, pero en un palacio, que libre, pero pobre y vagabundo. El español pregunta: "¿Hay mayor esclavitud que la de un palacio? ¿Hay mayores pecados que los que se cometen en un palacio?", a lo que responde el francés: "Señor mío, no se enfade, pero en la guerra los pecados no son menores". El español le espeta: "Está usted hablando con un caballero español!".Esta es la respuesta del francés: "No conozco un pueblo más orgulloso y vago que el español; se pone por encima de todo el mundo, y la mayoría, para tener una vida regalada, se mete en un monasterio y allí trabaja para su estómago".
Contra esta herencia peleó el gran Joaquín Costa. Maeztu lo que pretendía era explicar el fracaso de Costa.