Se estropeó, sin más ni más, uno de los fuegos de la vitrocerámica. Bucando técnicos, encontramos una empresa que cobraba 60€ por el desplazamiento. Pero si la reparaban ellos, sólo cobraban la reparación. Vino el técnico, dijo que no tenía arreglo y nos cobró 60€ más IVA, por el traslado.
Les ahorro la descripción de nuestras caras.
Pasaban los días y no nos decidíamos a comprar una vitrocerámica nueva. Y con el paso del tiempo, nos fuimos acostumbrando a convivir con otro objeto inválido más. Es lo propio de la edad: hasta las prótesis cojean.
Y ayer, también sin más ni más, la vitrocerámica se puso a funcionar como si tal cosa. Nadie ha tocado nada. No hemos movido ni un cable. Ella solita se ha regenerado.
Lunacharsky escribió una obra revolucionaria que se tituló "La rebelión de los objetos". Si yo supiera hacerlo, escribiría "La piedad de los objetos". La vitrocerámica ha querido agradecernos, sin duda, que no la considerásemos obsoleta y la tirásemos a un vertedero.