Esta tarde un periodista me ha hecho una entrevista por teléfono. He accedido aunque sé muy bien que cuando la lea no me reconoceré en lo que dice que digo, pero es difícil negarse a hablar con los medios que publican tus artículos.
Quería saber qué opinaba de la complejidad e incertidumbre del presente. Le he dicho que cada vez que oía a alguien utilizar estas palabras desconectaba, porque en la mayoría de los casos se utilizan para ocultar la indigencia intelectual del que habla. Los tiempos siempre han sido complejos y el futuro oscuro, pero se supone que un intelectual tiene la misión de decir algo más que obviedades. Una obviedad o una generalización en labios de un intelectual es un pecado mucho mayor que una falsedad. Como diría Hegel, quien cree conocer algo y no dice más que generalidades, no reconoce lo que conoce. En cualquier caso -le he añadido-, me sorprende un poco que los tiempos sean complejos y que las librerías estén a rebosar de libros que prometen soluciones milagrosas para cualquier problema presente y futuro.
También estaba interesado -no sé por qué- en conocer mi opinión sobre el futuro. Le he dicho que sabía poco del futuro, pero que me daba la impresión de que hoy el futuro se ha convertido en un fenomenal negocio, una enorme fuente de ingresos del presente. Nunca ha habido más gente que ahora vendiendo mapas de carreteras de un país que nadie ha visto.